ROCK BOTTOM – Robert Wyatt y la contracultura de los años 70, en claro
Es muy audaz en estos tiempos pensar en el músico de culto y hoy minoritario Robert Wyatt para realizar una película sobre él, aunque haya tenido una vida con chicha. Y más si es en formato de animación con dibujos. A pesar de esta audacia, incluso sin conocer al protagonista, el resultado que ha conseguido la directora y guionista María Trenor en su primer largometraje es sobresaliente, como bien se ha valorado en su nominación en festivales y premios como los de Annecy, Gaudí o Forqué.
Rock Bottom (estreno comercial el viernes 13 de diciembre) toma el título de uno de los discos más emblemáticos y adorados de los años 70, en boca de los más reputados críticos musicales. ¿Es una película sobre el disco de Robert Wyatt que se editó en 1974? No. Veamos y repasemos algo de la vida de Robert, que es fundamental para meternos en harina: A finales de los 60, el músico británico Robert Wyatt formaba parte del grupo Soft Machine tocando la batería junto con otros mosqueteros como eran Kevin Ayers o Daevid Allen, que apostaban por una propuesta musical al margen de la ley del pop masivo que tomaba las listas de éxitos, para hacer rock experimental. Eran tiempos de los hippies, del amor libre, la experimentación con drogas lisérgicas para acceder al alma o para usarlas en la composición artística. Y eran tiempos de viajes. En uno de ellos, apadrinado por el poeta Robert Graves, Robert se plantó en la isla de Mallorca de la que se enamoró, ya un paraíso para la vida contemplativa y tranquila disfrutando de la droga y el alcohol, descubierta por muchos extranjeros antes de que la vecina isla de Ibiza tomara el testigo. Y es cuando aparece en la vida de Robert Wyatt la austríaca Alfreda Benge, (identificada como Alif en la película) una ilustradora y guionista de cine que ayuda y acompaña a Robert en sus devaneos desde que se conocieran en un concierto
Tras Soft Machine, Robert Wyatt puso en marcha Matching Mole, otro proyecto de similares características. Un suceso trágico daría al traste con el destino de Matching Mole y Robert: En una fiesta despendolada con drogas y alcohol organizada por personal y amigos del grupo de rock sicodélico Pink Floyd, Robert cae borracho de un cuarto piso, quedando paralítico de cintura para abajo y obligándole a usar silla de ruedas de por vida. El carácter y el empecinamiento de Wyatt, ayudado por el amor y apoyo de Alfreda Benge hizo plantar cara a la vida, y seguirse dedicando con pasión a la música, hasta hace bien poco, relegando la batería en beneficio de los teclados y a cultivar su voz, esa voz aguda, llorosa y aniñada tan característica que ya había sido protagonista en sus grupos anteriores. Y en esto, que la primera obra que alumbra en esta nueva situación es Rock Bottom, gracias al apoyo del batería de Pink Floyd Nick Mason y al magnate del sello Virgin Richard Branson. Un disco que tenía su simiente de ideas antes del accidente, y que luego se fue materializando por fases de grabación en el llamado jazz progresivo, donde sonidos tenues, de duermevela, a veces caóticos y a veces armónicos, y las letras hipnóticas y surrealistas (Robert señala que más inspiradas en textos de cánticos infantiles) dejan una obra maestra de la época, bien acompañada por la interpretación de músicos de renombre como el propio Nick Mason o Mike Oldfield entre otros, y con una bonita portada en forma de dibujo obra de la propia Alfreda Benge.
Volvamos a la película: Ya hemos dicho que Rock Bottom no es una película sobre el álbum, sino un homenaje a la historia vital y de amor de Robert Wyatt y Alfreda Benge que ha contado con su bendición, implicándose el propio Robert hasta el punto de conseguir la cesión legal de la música original que suena en la película. Fue la valenciana María Trenor la que, fascinada por la historia de Robert y Alfreda, propuso la idea a la pareja. María ya contaba con experiencia previa en cortometrajes de animación igual de recomendables que esta película, como ¿Dónde estabas tú? , Ex Libris ó ¿Con qué la lavaré?.
Y es que la fuerza de la historia y el poder hipnótico de la música de Robert Wyatt la ha impulsado al paso de gigante de embarcarse en este largometraje de animación preciosa de línea clara, rodada con técnica de rotoscopia y 2D (con la ayuda de un equipo de especialistas polacos) que le ha dado una apariencia real magnífica, y que te mete en la historia, olvidando que estás en un filme de animación para adultos.
Hay que advertir que en el largometraje hay pasajes de la historia reales y otros más novelados, como la historia de amor autodestructivo de la pareja o que la caída fatídica se enclave en Nueva York en lugar de en Inglaterra, donde realmente ocurrió. Una licencia que la directora se tomó en beneficio de plantear la historia de un modo argumental con más gancho. Se muestran los cuerpos desnudos sin tapujos, la droga, el sexo, la perdición de una vida sin rumbo. Sin embargo, la belleza de las imágenes psicodélicas, sus colores, y la música, conjugados todos ellos de modo sinestésico, con la presencia protagonista del agua (por su estancia en el mediterráneo mallorquín y por ser protagonista del disco que da origen a la historia) barniza maravillosamente a esta película animada, dejando al espectador la sensación tras verla de haber disfrutado de una experiencia placentera, y que empatiza con la historia de Robert y Alfreda, y que quizá despierte en algunos el deseo de conocer más sobre ellos.
Al margen de la estación vital relatada en la película, Robert Wyatt se convirtió después en un músico arriesgado y combativo. Siempre al servicio de ideas políticas de izquierdas -llegó a militar en el partido comunista británico- o bien de causas humanitarias como el antirracismo, como prueban sus ya famosas interpretaciones del tema homenaje al líder sudafricano Biko o también Winds of change. Wyatt es venerado por músicos como por ejemplo Elvis Costello, quien compuso para él Shipbuilding inspirado en la guerra de las Malvinas. Todo un superviviente (hoy la pareja vive feliz en una casa del norte de Inglaterra) y un outsider a reivindicar en estos tiempos de seguidismo y falta de personalidad. Con este filme llamado a estar entre los mejores de animación para adultos del año, María Trenor ha puesto sin duda el granito de arena para ello, brillantemente.
Javier San Vicente