CRISTÓBAL BALENCIAGA
Una serie de fábula, tan elegante y equilibrada como los diseños del Maestro de la Alta Costura
Considerado el mejor costurero, diseñador y modista de todos los tiempos por todo el universo de la moda y Haute Couture, Cristóbal Balenciaga fue todo un misterio y un celoso de su ambigua intimidad.
Cediendo su nombre como título, la serie que ahora se estrena en Disney+ es la primera de producción patria con patrones de proyección internacional, dirigida por Los Moriarti, junto a la fabulación de Lourdes Iglesias, quienes confeccionan la personalidad y vida de ese guipuzcoano que conquistó a la élite de Estados Unidos y Europa, codeándose con Chanel, Dior o Givenchy.
Un debut de seis episodios para esa premiada triada de directores que son Arregi, Garaño y Goenaga, tan equilibrado y elegante, tan ambicioso y exigente, como los diseños de quien lo inspira. Ese tipo contradictorio, controvertido y hermético del que apenas hay fotografías, ni entrevistas, aún siendo mundialmente conocido. Esa figura cercana del que poco se sabe, que se ocultaba siempre de lo público y de las miradas ajenas a su trabajo.
Cristóbal Balenciaga, la serie, nos descubre al Maestro de la Alta Costura, a ese hombre detrás la cortina. Detrás todas esas cortinas que se abrían teatralmente para sus restringidos desfiles y colgaban majestuosas de los ventanales de su Maison, en la cuna de la moda, imaginándole como el controlador, el empresario y el visionario que fue, mientras vestía por igual a actrices, monarcas, esposas nazis y nietas de dictadores, se reconocía apolítico y soló se cuestionaba a través de su firma.
Presentada en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián por el emblemático apellido, Balenciaga, sorprendía ya entonces -era septiembre del ’22- por la magnitud del proyecto y por el inquietante cartel mostrando una mirada temerosa a través de un visillo y en los ojos de Alberto San Juan, quien a priori no parecía que le fuera el protagonista cual traje a medida y sin embargo logra una de sus mejores interpretaciones, enamorándose del complejo personaje y seduciendo al espectador con el retrato que hace del mismo en francés, euskera y castellano, habiendo aprendido incluso algún truco de costura -como pinchar bien los alfileres- entre esos gestos, ademanes y maneras que aporta con gran coherencia para entender el ego de ese genio en constante duda, en esa época de convencionalismos y apariencias -plasmándolo, entre otras, en la secuencia del tanatorio que deja sin palabras-.
Partiendo de la propuesta de una entrevista que recordaría al verdadero Cristóbal Balenciaga, el diseñador evoca su vida y obra durante más de cuarenta años entre secretos, guerras, amantes, mecenas, el poder de la prensa y la llegada del prêt-à-porter. Desde cuando los sombreros eran una cuestión política y España estaba de moda, a cuando la revista Hola relevaba ya exclusivas, y las mujeres eran las mejores manos de obra para coser -y callar-.
Cuatro décadas que comienzan con un funeral, el de Chanel, y terminan con la elección del propio destino para el legado de Balenciaga, mientras se va hilvanando un biopic que fabula con el thriller, el romance y el drama, pasando por las compañías masculinas, las financieras y las de esas trabajadoras que también ayudaron a levantar la marca y el estilo, la Maison Balenciaga, mientras iban personalizándose fantasmas y cadáveres según llegaba el éxito, según la obsesión por la identidad de su autoría.
Rodada en Navarra, País Vasco, Madrid, París, Burdeos y Toulouse, la serie cuenta con un reparto internacional que brilla en su totalidad, destacando a Thomas Coumans como Wladzio, el encantador sombrerero que completa a Balenciaga en lo personal y en lo profesional, dejando uno de los discursos más bonitos al explicar el arte gótico cual inspiración determinante para el diseñador.
Igualmente cabe mencionar a Anouk Grinberg como Coco Chanel, que se lleva otro parlamento para aprendérselo.
Y también a Cecilia Solaguren como Virginia Mendizábal, encarnando a la esposa de Bizkarrondo, el inversor que apostó por el talento del Maestro, añadiendo esa parte vasca que, junto a la familiar, implica ese gipuzkoanismo que requiere el relato -emocionando con su escena del parque y en la despedida de La Maison-.
Además, hay que añadir una excelente fotografía y la poderosa música de Alberto Iglesias, que es otro lujo, envolviendo esta producción cuidada hasta el mínimo detalle; viéndose ya en los créditos cual etiquetas de prenda glamourosa y por supuesto, en esa fantasía que es la recreación de esos desfiles celebrados en la Casa Balenciaga con esos modelos tan significativos, que a la vez cuentan la historia -realizados para la serie según el patronaje original y gracias a la labor, de premio, del vestuario de Bina Daigeler y Pepo Ruiz Dorado, más el trabajo del equipo de maquillaje y peluquería.
Pero no sólo se ven los soberbios trajes, el proceso creativo, la competencia de las negociaciones que implica presentar una colección y hasta las innovaciones de esa moda que todavía se expone en museos. También se manifiestan sus réplicas, así como sus errores -quizás, por estar demasiado en su mundo y menos con las mujeres que le rodeaban-.
En Cristóbal Balenciaga no hay puntada sin hilo, ya sea incluyendo el regalo de algunas imágenes de archivo que demuestran ese arte hecho en tela, ya sea por esa excelsa puesta en escena y eguión enhebrando los años públicos de un artista que revolucionó la industria de la alta costura, marketing y hasta la publicidad, sin apenas mostrarse. Pues aunque no le gustara estar en boca de todos y no soportaba que una clienta no le conociera, deseaba ser solamente reconocido por ser Balenciaga.
Y trascendiendo esa eterna contradicción, en el final del episodio 5, queda uno de momentos más gloriosos y divertidos con el que bien podría rematarse la serie, a la salida de una iglesia y resumiendo toda la banalidad del negocio de la moda ante un atónito Balenciaga, que igual era un creyente invitando a rezar a sus íntimos amigos, que practicante de una aparente indiferencia en plena ocupación nazi.
Son en esas conversaciones directas, sin adornos superfluos como a Balenciaga le gustaba que le dijeran las cosas, las que reflejan el paso del tiempo y la evolución de su carácter, recordando la que mantiene con Dior cuando todo el mundo le apuntaba cual rival de Balenciaga -que ojalá fuera tal cual, en realidad, con esa admiración y humildad de Christian hacia Cristóbal-.
Y también, cuando Chanel describe como las prendas de Balenciaga hacen magia con los pliegues en la espalda de las chaquetas, ocultando las chepas de esas damas y señoras que tan bien vestía; haciendo cirugía estética sin necesidad de modificar el cuerpo de una mujer, o el patrón de belleza, pues cada cuerpo forma parte del vestido y asimismo quien lo lleva, dándole todo el sentido.
Balenciaga fue vanguardista siendo artista, artesano y arquitecto, cambiando de lugar la cintura, o desplazando ojales y ocultando botones. Consiguió además tener un tejido, el gazar, como tela propia, y hasta un vestido de novia para una futura reina que fue escoltando por seis motoristas. Y eso, es Historia.
Claro que no somos conscientes de que la ropa actual es de su estilo, que mucha viene de sus diseños y creaciones. De lujo, o copia, aunque sea menos elitista, más casual y haya pasado de las pasarelas a la calle. Y ahí están esas capas y capuchas, la influencia asiática, las prendas sin costuras, las holgadas cual saco, y las de una sola pieza están basadas en los rasgos propios del Maestro Balenciaga, aquel que aprendió el oficio de niño y llegó a construir catedrales de moda entre el cuerpo y el traje.
Cristóbal Balenciaga se aproxima a la figura del modisto de Getaria atravesando los testimonios que existen de sus contemporáneos y jugando con su voz, ficcionando persona y personaje desde esa paradoja de quién pudo ser y de quien fue; el más admirado por los grandes de la moda al ser el único que sabía hacer todo el proceso, de principio a fin, desde el boceto del primer diseño hasta rematar el dobladillo en un vestido -que si era de prometida real, lo cosía con deseo nupcial incluido-.
Y resulta que ocurre lo mismo en este debut de serie para la triada Moriarti -productora de los directores de Loreak, Handia y La trinchera infinita, que participa en el proyecto-, quienes aun sin coincidir en los sets dominan la narración, el tempo y el estilo desde el inicio hasta el último plano, junto a la guionista donostiarra Lourdes Iglesias, la verdadera impulsora de desvelar el misterio que siempre ha rodeado al diseñador, modelando a ese hombre escondido tras las cortinas que aparecía y desaparecía cual fantasma.
Quizás, ahora, el espíritu de Balenciaga todavía permanece entre esos visillos al viento y las butacas vacías de su Maison con los que arranca el primer episodio, mientras vemos a una maniquí desfilando con un impresionante vestido negro, que ya querría para mi fondo de armario.
Voilà, Cristóbal Balenciaga.
Mariló C. Calvo