LA PARADOJA DE ANTARES: Entre el cielo y el suelo
La paradoja de Antares es una delicia. Supone la mejor demostración de hasta qué punto con pocos medios se puede hacer una película de ciencia ficción apasionante con un solo escenario y un solo personaje presencial en él, junto a otros que giran a su alrededor por videoconferencia o a partir de conversaciones telefónicas. Si se hace bien, aunque la producción sea barata, se consigue una maravilla. Y sí, la película lo logra.
Pero vayamos al principio: Antares es el nombre de estrella más brillante de la constelación de Escorpio, una de las 88 constelaciones modernas, situada a 554,5 años luz de la Tierra y tiene una edad de 11,01 millones de años. Es decir, es una estrella real y sirve de base para un relato en el que se mezclan lo profesional (la espera a contrarreloj de Alexandra para averiguar si la señal recibida en el Observatorio astronómico en el que trabaja es de seres de otro planeta) con lo personal: su padre se está muriendo en el hospital pero no lo puede visitar porque no debe dejar el Observatorio solo, y además hay una tormenta descomunal en la zona que no permite que nadie se mueva, ni siquiera para evacuarla, porque está todo colapsado.
Menuda paradoja. Qué hacer en ese caso, si atender la urgencia de un padre que se te va o estar pendiente de una señal que puede cambiar el curso de la Historia. Eso es precisamente lo que cuenta La paradoja de Antares, la ópera prima de Luis Tinoco que tiene en Andrea Trepat a su protagonista casi única. No es, el de Alexandra, el único personaje de la película, pero sí es sobre el que recae la responsabilidad del relato. Como lo que le ocurría a Ryan Reynolds en Buried (Enterrado), que estaba él frente a la adversidad hablando con un montón de gente para intentar salir del ataúd en el que se encontraba. Algo así, pero con un escenario y una situación distinta, por mucho que el tiempo en contra también sea tema primordial.
La paradoja de Antares es pura acción, puro ritmo, un despliegue técnico de sonido y montaje para exponernos al descubrimiento que Alexandra está pendiente de verificar. Con un equipo más bien rústico pero capaz de llevar a cabo las operaciones que necesita, la acompañamos en su odisea por conocer si realmente hay vida no humana más allá de la Tierra. Ciencia ficción de presupuesto ínfimo pero tan válida como la de la mayor superproducción que hayamos visto. Porque los resultados son igual de satisfactorios.
Ciencia y humanidad. Trabajo y familia. Todo ello se da la mano en La paradoja de Antares. Un guión sólido, escrito por el mismo Luis Tinoco responsable de la dirección, que nos lleva a una noche decisiva en la vida de los personajes que habitan esta historia. Amistad, rencor, redes sociales, el mundo contemporáneo frente a un Universo eterno.
No hay que subestimar las películas pequeñas, muchas veces nos dan más alegrías que las que damos por hecho que nos van a satisfacer. La paradoja de Antares es una joyita que se disfruta plenamente gracias al buen hacer de su equipo tanto delante como detrás de las cámaras. Éste, su equipo, nos demuestra que es factible rodar ciencia ficción sin muchos medios y que además nos emocione con las diversas tramas que plantea, llegando a un final apoteósico. Es tan buena como recomendable.
Silvia García Jerez