EL HIJO: Viviendo en el pasado
El hijo, la nueva película de Florian Zeller, responsable de la sobrecogedora El padre, que le dio su merecido segundo Oscar al mejor actor a Anthony Hopkins, habla sobre el trauma del divorcio, pero no desde el punto de vista de la pareja sino del de el hijo de ambos, que sufre su desarraigo al ser arrancado de un nido en el que la situación era perfecta. Perfecta para él. Pero aquí los padres no cuentan, no de la manera que habitualmente enfoca el cine la separación de quienes fueron uno.
Florian, a pesar de todo, comienza El hijo con sus padres. Peter (Hugh Jackman) vive en su casa con Beth (Vanessa Kirby), su actual pareja y la madre de su nuevo bebé. Las cosas parecen ir bien hasta que suena el timbre y en la puerta Peter se encuentra a Kate (Laura Dern), su ex y madre de Nicholas (Zen McGrath), quien le informa al respecto del joven. Se trata de un chico de 17 años que está faltando al instituto. Habría que hablar con él.
Pero no es fácil. Nicholas no quiere hablar con nadie, ni con sus padres ni con especialista alguno. En realidad no sabe cómo gestionar lo que le está pasando, lo único que tiene claro es que no es feliz. Le pide a su padre ir a vivir con él, siente que su madre no lo quiere, que sobra en casa. A ver qué tal en casa de papá. Así se pasan los días en su vida, intentando agarrarse a algo que no lo sujeta. Ni poniendo voluntad. Pero sus padres están dispuestos a hacer lo que sea por él, para que mejore y se sienta bien, por mucho que ese ‘lo que sea’ sea difuso y no tenga un nombre concreto. Sí, hay que hacer algo, pero qué. Cómo sacar a Nicholas de ese negarse a todo, de ese no poder con nada. Qué complicado puede ser lo aparentemente más sencillo.
El hijo es otra película devastadora nacida del talento de Florian Zeller para crear obras de teatro y adaptarlas al cine. En el pasado festival de Venecia, cuando se presentó mundialmente con la intención de que aspirase a premios, sobre todo para su protagonista, un Hugh Jackman en modo dramático fuera del mundo de los superhéoes, la crítica la masacró, habló de ella como una rotunda decepción y más aún viniendo de quien viene y de la película precedente que todos adoramos pese a su dureza. Así que no solo no obtuvo premio alguno allí sino que fue apartada de la carrera al Oscar. Inmerecidamente.
Porque El hijo, cierto es que no tiene nada que ver con El padre, por mucho que Anthony Hopkins tenga una breve intervención como el mismo Anthony de la cinta precedente en los inicios de la enfermedad cuyos estragos veremos en El padre. Se supone que El hijo es su precuela pero básicamente se centra en otra historia con otra enfermedad mental aquejando al personaje que le da título, lo suficientemente tremenda como para prestarle la misma atención que merecía el Alhzeimer en su película cronológicamente posterior.
Meterte de lleno en El hijo va a romperte. Como espectador y como persona. El espectador que llevamos dentro va a pasarlo mal pero la persona que somos va a registrar las vivencias de la historia para llevar a cabo muchas reflexiones a la salida. Porque El hijo cuenta algo íntimo, sí, pero que atañe a la sociedad. Cómo arreglar algo que este mundo capitalista, imperante en sus metas y exigente en sus logros, no permite focalizar. Tenerlo todo no es sinónimo de estar bien ni de poder llegar a estarlo. Y la propia existencia te arrastra para que no te detengas, para que el pasado no exista nada más que en el recuerdo. Lo malo es estancarse en él y no ser capaz de asumir el presente. De afrontar que hay un examen por hacer, una novia por conquistar, un trabajo que conseguir. La vida no se detiene, el reloj no se para.
Qué bien cuenta ese caos, tanto personal como social, Florian Zeller. Cómo retrata la rapidez a la que se mueve el mundo aunque tú estés en tu casa tranquilamente tomando una copa. La realidad y tu realidad, esa bonita o terrible dicotomía.
Por eso El hijo cala muy hondo. No es El padre, pero alcanza bastante su nivel. Aquí Zeller no se introduce en la cabeza de ningún personaje, su narrativa es mucho más clásica, pero su punto de vista es el del chico que está sufriendo, que no es capaz de expresar lo que siente pero del que a partir de sus silencios podemos conocer sus sentimientos, sus pensamientos. Sabemos cómo está, por qué está así, pero al igual que él no sabemos cómo podría salir de ese lugar. Porque estar ahí con él no lo ayuda. Sólo él puede ayudarse. El apoyo no sirve, entender lo que le ocurre tampoco. Así es de complicado todo.
Todo esto El hijo lo muestra con una naturalidad y una facilidad que duele. El aspecto psicológico de la película es muy importante y tan intenso como lo era en El padre. De este modo nos adentramos en el personaje de Nicholas y leemos entre sus balbuceos. Su vulnerabilidad es un libro abierto y Zen McGrath la interpreta de manera colosal. Su Nicholas no es agradable de ver, no es un joven que caiga bien, con el que quieras empatizar, pero conocerlo es tener acceso a cientos, miles de chicos que lo están pasando igual de mal, por acoso escolar, por abusos, por lo que sea. Nicholas es muchas personas que sufren como él y a las que muchas veces no queremos escuchar.
Hugh Jackman es una presencia estupenda pero no es tan buen actor como el personaje requiere. Y está fantástico pero no tan bien como Vanessa Kirby, que es una actriz superativa. Ya estaba de Oscar en Fragmentos de una mujer y aquí interpreta exactamente lo contrario, a una madre que mira hacia adelante y que afronta la vida como viene. Beth es la cara de la cruz que suponía Martha, y a ambas las borda de una manera fabulosa. Le sale el talento por los poros y lo proyecta a la pantalla.
Qué bonita habría sido la temporada de premios con otras películas nominadas. Las había y habría quedado una lista mucho más interesante que la que finalmente compite. Al descubierto, la investigación sobre el caso Harvey Weinstein, To Leslie más allá de Andrea Riseborough como mejor actriz protagonista o El hijo le habrían dado a esta carrera una dimensión mucho más estimulante, a la altura de lo que la academia de Hollywood ha sido y ella misma se empeña en dejar atrás. El hijo es una película fabulosa que con o sin premios merece ser vista por muy dura que resulte. Porque en ocasiones la vida tiene sinsabores pero solo a veces el cine los trata con justicia.
Silvia García Jerez