EL MÉTODO WILLIAMS: El entrenador en casa
El método Williams es el título español de King Richard. Muy poco acertado, pensarán muchos, pero cuando se indaga no tanto en el argumento de la película como en los detalles de la historia, se comprende que se la haya llamado así.
King Richard es como algún personaje de la cinta llama a Richard Williams, un afroamericano supervivente nato de una época oscura de Estados Unidos en la que, como él mismo cuenta en voz en off, y recuerda a lo largo del film, si un día te pegaban los del Ku Klux Klan al día siguiente lo hacía la policía y al otro un tipo del barrio sin motivo aparente. Salía a paliza diaria.
Ahora las cosas han cambiado… un poco, y Richard Williams es un hombre adulto felizmente casado en un matrimonio con cinco hijas, la mayor de las cuales era Venus y la pequeña, Serena. Añadidle el Williams a ambos nombres y tendréis a dos leyendas del tenis. Las primeras mujeres afroamericanas que lo lograron.
Pero no fue fácil que llegaran a serlo, y El método Williams narra precisamente esa trayectoria, desde que vivían todos juntos en una casa humilde, apelotonadas las hijas en una misma habitación, hasta su fulgurante despegue en la élite del deporte.
Y en ella, en la trayectoria, nos encontramos con ese método tan particular, el de un policía de noche que durante el día da clases a su hija mayor mientras su mujer hace lo propio con la pequeña y las dos van destacando en el tenis. Pero no tienen dinero para llegar a la alta competición, así que sortear los obstáculos será la meta de Richard Williams, siguiendo su plan, su propio plan. Al margen de todo y de todos. Ese es el El método Williams.
El método Williams es el último trabajo de Will Smith como actor y como productor, y el film por el que está recibiendo las mejores respuestas de su carrera en años. Era uno de los actores más taquilleros en los 90, blockbusters como Independence Day o Dos tipos duros lo tenían como protagonista, y siempre ha querido ser respetado también en el cine dramático e incluso conseguir la dorada estatuilla, a la que ha sido nominado en dos ocasiones, por En busca de la felicidad y por Ali.
Ahora acaba de hacerse con el Globo de Oro al mejor actor dramático en un año muy difícil para éstos, antaño, prestigiosos premios. Y lo cierto es que su interpretación es magnífica, pero también es verdad que su personaje le sirve el lucimiento en bandeja.
El método Williams, como es suyo, o eso parece destilarse de su ímpetu a la hora de ponerlo en práctica, es arrollador, y Will Smith, gracias a ese Richard sensible pero severo, cabezota pero sensato, insistente y comprensivo, lo tiene todo para hacer de su intérprete el rey del título que se le puso en inglés a la película.
Porque Richard era exigente, y muy estricto, y lo era por un motivo muy claro, no solo para ser un modelo a seguir para sus hijas. Disciplina, práctica y dedicación. Pero ante todo, hay que ser personas. Y buenas personas. Hay que estudiar y saber en qué consiste el mundo para que no te atrape. Y todo eso siendo un buen padre.
Cómo no va a brillar Will Smith en este nuevo acercamiento a su faceta de actor más allá de la estrella. En algún momento sus gestos, sus expresiones, delatan al Will que todos conocemos, al tipo socarrón y divertido que solemos ver en sus películas de gran presupuesto, pero en seguida vuelve a meterse en el personaje y nos deleita con escenas como la de la visita de la policía a su casa o todo el tramo final, en el que más que nunca él lleva las riendas.
En El método Williams también destacan Aunjanue Ellis como su mujer, una esposa rebosante de carácter que en algún momento se asemeja a Viola Davis en su registro más combativo, John Bernthal como Rick Macci, el entrenador que admite las reglas de Richard aunque no deje de alucinar con ellas, y sobre todo Saniyya Sidney, la pequeña prodigio que se mete en la piel de Venus Williams como si fuera ella misma. A esta actriz ya la vimos en Figuras ocultas y en Fences, por lo que su carrera ya tiene títulos importantes. Aquí se consagra y es de esperar que empiece a protagonizar películas del calibre de ésta en la que ahora tanto destaca y de manera tan sobresaliente.
Y más allá de sus actores, se trata de una película que funciona muy bien. Es larga, sí, pero es muy fácil de ver. Bascula en esa fina línea que separa el telefilme de uno que no lo sea, debido a su entramado familiar y a su envoltorio de ficción que recrea la realidad en la que se basa. Pero su gran presupuesto, su enorme duración (2h 24 min), su nervio a la hora de retratar la tensión de momentos en los que lo que plantea Richard es increíble, y su mensaje a contracorriente llevan al telefilme a otra dimensión, rescatando la película de ese menospreciado casillero y acercándola al de las elegidas entre las mejores producciones del año en la carrera de premios.
Lo cierto es que a pesar de la atmósfera de pobreza que destila la familia, su actitud y su aptitud convierten a El método Williams en una de esas preciosas películas de superación que tanto gustan a Hollywood y al público en general. Ya sabemos cómo acaba la historia, lo hemos visto a lo largo de los años y lo recordamos, pero no tenemos ni idea de cómo empezó. Y descubrirlo es apasionante. Asistir al pulso continuo de un hombre negro sin demasiados recursos con las instituciones y los patrocinadores es asombroso. Si todo esto ocurrió tal cual lo narra la película, Richard Williams no es que sea un rey, es que es un superhéroe.
Silvia García Jerez