FENCES: vallas más allá del racismo
Fences narra la historia de un matrimonio, el formado por Troy Maxon (Denzel Washington) y su esposa Rose (Viola Davis), abnegada mujer entregada a una familia en la que el hijo de ambos Cory (Jovan Adepo) cuenta son serias posiblidades de convertirse en jugador de beísbol profesional, deporte en el que su padre no pudo triunfar. En cambio, Troy es un barrendero que lucha por los derechos de su raza en dicha profesión en el Pittsburg de la década de los 50. La apacible vida que llevan todos ellos se verá amenazada por la revelación de un secreto que Troy hará público, desestabilizando la tranquila existencia de la familia.

FENCES SE CONVIERTE EN PELÍCULA
Fences está basada en la obra que August Wilson escribió en 1983, y la adaptación al cine corre también por su cuenta. De esta manera queda impreso a lo largo del metraje el profundo carácter teatral de la película, cuyas dos horas y veinte minutos transcurren ininterrumpidamente en la misma localización: la casa de los Maxon, por la que también van pasando indispensables personajes del barrio.
La única excepción a dicho escenario es un mínimo prólogo en el que vemos a Troy en el camión de basuras con el que trabaja, dejando claro en su conversación que no está de acuerdo con el trato al que los hombres de su color de piel son sometidos y que ha luchado con todas sus fuerzas, y todas sus razones, para cambiarlo.
Pero inmediatamente nos trasladamos a su casa y allí nos vamos a quedar el resto de la película. Para lo bueno y para lo malo. La traducción del título de la cinta, Fences, a nuestro idioma, es Vallas, y la película deja constancia de que algunas de ellas no hay forma de saltarlas. Se puede vivir tanto o más encerrado sin construir una valla física que haciéndola real.
Fences contiene una primera hora de presentación de personajes, de situación de sus vidas, de exposición con el máximo detalle de cuanto les ha pasado años atrás. Una vida con momentos mejores y otros peores que el matrimonio ha lidiado con el amor que se profesan. Un inicio que, todo hay que decirlo, se hace largo y un poco cargante. No necesitamos tanta precisión una vez que ya hemos cogido la distancia suficiente para ver el cuadro completo.
Es entonces cuando en Fences Troy le hace una revelación a su mujer que le dará la vuelta a todo lo visto y oído. Nada puede volver a ser igual. Hay puntos de no retorno que cambian la forma de ver la vida, y lo que Troy le cuenta a Rose no puede sino marcar un antes y un después en ella.
Sin cambiar el tono de la obra, todo gira y será Rose quien tome el mando del protagonismo que hasta entonces parecía decantado hacia Troy. Rose se convierte en el alma de Fences y nuestros ojos no vuelven a mirar al matrimonio con la misma luz. A partir de entonces una oscuridad creada por nuestro ánimo, por nuestra reacción a lo confesado, hará que sobre Troy se cierna una oscuridad que solo la grandeza de Rose podrá, si ella lo desea, alumbrar.

RUMBO AL OSCAR
Fences ha obtenido cuatro nominaciones al Oscar. En el año del arrepentimiento por el OscarSoWhite del pasado, en el que ningún actor de color negro fue candidato a una sola estatuilla, la Academia da marcha atrás y sitúa tres películas protagonizadas por afroamericanos entre las mejores de 2016. Fences es una de ellas.
Si bien la candidatura a mejor lagometraje sea excesiva, no lo son el resto de sus nominaciones: mejor actor, actriz secundaria y guión adaptado. En el año 2010 Denzel Washington y Viola Davis ganaron su primer y segundo Tony respectivamente como mejores actores principales por sus interpretaciones de Troy y Rose.
Ahora ambos tienen a oportunidad de convertir sus Tony en Oscars, aunque la enorme competencia en la categoría de mejor actriz principal este año haya relegado a Davis a secundaria para poder, así, asegurarse su condición de favorita e intentar subir a por su merecido premio.
Y es que Viola realiza un trabajo tan portentoso que no estaría de más darle un Oscar, regalarle un palacio y erigirle una estatua. Los cambios emocionales por los que atraviesa su personaje son, para un genio de la escena como ella, tan sencillos como soplar una cerilla, pero se antoja complicado pensar en quién podría sustituirla porque su nivel no está al alcance de cualquiera.
Su escena clave, aquella en la explotan su ira y su impotencia, es arte en estado puro. Los mocos que surgen de sus fosas nasales, que en otras películas no habría ni que mencionarlos, se tornan fundamentales para elevar a Davis a una dimensión en la que solo habitan los actores inolvidables. Pero es que su contención posterior, la asimilación de la situación que le ha tocado vivir, no es menos trascendental para que su Rose consiga ser eterna.
Eso sí, no hay que quitarle méritos a Denzel Washington, que en Fences vuelve a demostrar que es tan grande como lo ha sido siempre. Su personaje, aparentemente tan brillante, se convertirá en un saco de desdichas y Washington transmite todas las capas que Troy contiene sin restarle una pizca de humanidad, simplemente demostrando que el lado oscuro del hombre puede ser muy alargado, sin importar la raza a la que pertenezca.
Respecto al guion adapatado, August Wilson cuenta con duras competencias al lado del de Moonlight o el de Lion, favoritos por encima del suyo, pero hasta que no se abra el sobre no se puede asegurar nada. La historia que August narra es fabulosa, lo malo del texto es que se alarga demasiado y puede llegar a resultar pesado. No es lo mismo argumento que guión y si en lo primero Wilson derrotaría a cualquier otro sin contemplaciones, en lo segundo la competición puede estar más reñida.

DENZEL DIRECTOR
No es la primera vez que un actor pasa al otro lado de la cámara. Muchos lo han hecho y han ganado Oscars por su trabajo o han sido sencillamente alabados sin obtener estatuilla. Robert Redford, Kevin Costner o Ben Affleck son ejemplos de los primeros y Barbra Streisand, Jodie Foster o Paul Newman de los segundos.
Denzel Washington, integrante de ésta última, se sumó a la lista en el año 2002 con Antwone Fisher, en la que ya dirigió a Viola Davis, y repitió en 2007 con The great debaters, que recibió una nominación al Globo de Oro como mejor película dramática.
En esta ocasión dicha función la realiza, todo hay que decirlo, con escasa destreza. Dirigir no es fácil, y aunque los actores tengan, como es natural por su oficio, muy aprendido lo que tienen que hacer para llevarlo a cabo, no es lo mismo permanecer al lado del capitán del barco viendo lo que hace y asimilando sus órdenes en cada circunstancia que ponerse al timón y ser tú quien lo lleve.
Primeros planos cuando se requieren generales, cámaras mal situadas o alguna que otra grúa cuyo movimiento es cortado a destiempo dejan en mal lugar a un Denzel que en la carrera al Oscar se rumoreó que podría optar a la candidatura en esta categoría pero que, con bastante acierto por parte de la Academia, no lo ha logrado. No es el aspecto técnico lo que sobresale en esta película, pero, como ya ha quedado dicho, el artístico roza la perfección y en ocasiones la supera. Solo por eso Fences merece la pena.
Silvia García Jerez