LAMB: Anomalía en la granja
Lamb, cordero en inglés, es la palabra que da título a la película islandesa que ganó el pasado festival de Sitges como la mejor del certamen, además de que el jurado premiara a su protagonista femenina, la actriz Noomi Rapace, como mejor intérprete de la competición de cine fantástico catalana.
Además, es la cinta elegida para representar a su país en los próximos Oscar. Es maravilloso ver tanta presencia de cine fantástico luchando por pasar el corte el día 21 de diciembre y lograr, el 8 de febrero, estar entre las cinco nominadas: Lamb por Islandia, The Medium por Tailandia y Titane por Francia.
Lamb ha levantado mucha expectación, y no es de extrañar. Si uno no se adentra demasiado en su historia se quedará asombrado por la propuesta de la película. Por lo tanto nosotros no vamos a contar nada que no se deba y vamos únicamente a esbozar su argumento, que narra la vida en la granja del matrimonio formado por Ingvar (Hilmir Snaer Gudnason) y María (Noomi Rapace), quienes en medio de su día a día, rutinario y tranquilo con sus animales, descubren un nacimiento que los impresiona y los llena de alegría a partes iguales.
La historia, contada deliberadamente para que el espectador no descubra de manera inmediata lo que está pasando, supone un juego de suspense en torno a lo que la cámara no quiere mostrarnos. Todavía.
Su director, Vladimar Johannsson, nos conduce hacia los recovecos de esta pareja y nos deja claro hasta qué punto la novedad de la granja es una bendición para ellos. Tiene que llegar un nuevo personaje, Petur (Björn Hlynur Haraldsson), hermano de Ingvar, para hacerles ver que no hay nada de normal en lo que están viviendo. Y aún así no quieren asumirlo.
Lamb tiene una premisa de lo más interesante, y como película lo sería también si su ritmo se adecuara al tono de cine dramático con mezcla de fantástico que su argumento indica. Pero no es así.
Lamb se toma su tiempo para situarte en la rutina de la granja y para llevarte al momento en el que todo cambia. Por lo tanto, hemos estado lo suficiente en ella como para necesitar que ese acontecimiento hubiera sucedido antes.
Posteriormente, y gracias a la tensión de las anómalas circunstancias en el recorrido dramático, además de a la inclusión de un tercer personaje que intenta funcionar como un faro alumbrador de la irregularidad, se diluye un poco mejor la base de monotonía que continúa llenando los días en la montaña, pero aún así, el conjunto no requiere de tantos minutos para contar lo que en menos habría sido mucho más apasionante.
Porque la idea de la que parte la película es magnífica. No es nueva, eso es verdad, ya vimos el año pasado algo parecido que se llevó todos los aplausos posibles, pero en Lamb el drama es el hábitat de unos personajes aislados que no tienen nada a lo que prestarle atención y el suceso fantástico mantiene la atmósfera inquietante que la película necesita. La pena es que no lo aprovecha como debe al alargarla innecesariamente.
La maternidad es el tema común de las tres películas de corte fantástico que Francia, Tailandia e Islandia mandan al Oscar, aunque cada una lo trate a su manera. Y es fabuloso comprobar hasta qué punto un hecho tan natural encaja de forma precisa en el género, porque no hay como cambiar las reglas de algo que en teoría no puede ser distinto para introducir el elemento perturbador en el relato. Y en Lamb es lo que mejor funciona. Por eso está teniendo la repercusión que ha logrado. Y a pesar de sus irregularidades, de las pegas que pueden ponerse al resultado, es una película que debemos agradecer: el cine necesita más propuestas de este tipo, más historias que se salgan de lo común y nos remuevan por dentro.
Silvia García Jerez