REYES DE LA NOCHE: Rivalidad radiofónica
Reyes de la noche, la nueva serie de Movistar+, nos lleva a los tiempos en que la radio nocturna, en su temática deportiva, era el acontecimiento diario al que los oyentes entregaban sus momentos de descanso.
Volvemos a los años 90, esos en los que las redacciones echaban humo cuando una noticia llegaba y los teléfonos fijos, enormes aparatos en los que había que levantar el auricular para escuchar el otro lado, nada de los actuales inalámbricos, eran el medio para poder mantener las encendidas conversaciones con quienes te contrastaran las informaciones.
Esa España, que parece muy lejana, tanto en el tiempo como en la forma de entender los medios de comunicación, es la que retrata Reyes de la noche. Y lo hace inspirándose en una rivalidad radiofónica que tuvo lugar en los años 90 sin usar los nombres de aquellos a los que hace referencia, pero que quienes vivimos aquellos años podemos identificar como claros referentes de quienes entonces fueron esos reyes.
José María García y José Ramón de la Morena. No son ellos pero lo parecen. La vieja y la nueva generación de periodismo deportivo que luchaba en las ondas por hacerse con el liderazgo del EGM (Estudio General de Medios), que entonces podía llegar a juntar más de 1 millón de oyentes por programa, cosa hoy impensable con tantos medios y tantas –televisiones, radios, Podcast, YouTube, Twich- maneras de retransmitir.
Todo ha cambiado en nuestros días pero Reyes de la noche se marcha al pasado y relata la historia de Paco, el Cóndor (Javier Gutiérrez), un auténtico titán de la comunicación, no solo a la hora de conseguir exclusivas sino a la de contarlas ante el micrófono, llenando de insultos extravagantes a quienes no sean de su agrado, y Jota Montes (Miki Esparbé), otro grande que aún no ha podido demostrar todo su potencial, pero que está en el equipo del Cóndor como un alumno aventajado.
Cuando llega el momento de dar un paso más, la emisora en la que trabajan no puede permitirse pagarles lo que valen y Paco decide aceptar una oferta jugosa que les vendrá de maravilla a todos los miembros del equipo, pero ante la que Jota se piensa mucho acceder.
Tanto es así que decide quedarse en la radio que lo vio crecer. Ahora habrá dos programas deportivos con dos antiguos compañeros al frente de cada uno. Pero todas las noches son una competición a muerte y ambos luchan por dar las mejores exclusivas, las mejores entrevistas, a los más importantes dentro del mundo del fútbol. La guerra está servida y todo vale para dejar sin audiencia al ahora enemigo. Y cuando se dice todo, es todo.
Reyes de la noche, tan real para quienes vivimos esa época dorada en que la radio era el medio por excelencia, la anterior a la invención de internet, parece ahora ficción. Ciencia ficción incluso. Hoy no podemos aceptar que eso pasara. Pero pasó. Y lo hizo así.
La serie reinterpreta los personajes en los que se basa, pero son reconocibles. También da informaciones que fueron ciertas y las mezcla en el tiempo para que todo coincida en la ficción de las tramas. Eso las hace aún más increíbles, y por eso la serie tiene una fuerza descomunal.
Movistar+ estrena el día 14 dos episodios, de media hora de duración cada uno hasta llegar al sexto y último. Se pasan volando, pero lo cierto es que es a partir del tercero cuando empieza a tomar su verdadero cuerpo y nos atrapa por completo. Hasta entonces, hasta que nos ubicamos, no dejamos de descentrarnos un poco.
Reyes de la noche va a dar mucho que hablar. Si la serie gusta y se ve, y no hay motivos para pensar que no será así, tiene todos los ingredientes para levantar polémica, no solo por los asuntos más delicados que trata, fútbol aparte, porque la vida familiar y las relaciones de amistad son un quebradero de cabeza para su protagonista, el todopoderoso Cóndor, también por el hecho de que el alcohol y el tabaco estén tan presentes en la pantalla. Pero es que también eso era así en los 90. Sin un puro no nos ponemos a hablar. Sin una copa no hay nada que negociar.
La amistad, la moral, la falta de escrúpulos. El día a día de la profesión entendida de la manera más agresiva posible. Solo puede quedar uno y los dos pueden ser el mejor, solo tienen que demostrarlo. Aquí no va a haber lugar para almas cándidas. Y eso también puede levantar ampollas, porque más de uno se preguntará, vista la serie, qué queda de aquello en el presente, qué se seguirá haciendo como entonces.
En el retrato de la personalidad de la profesión, Reyes de la noche es un misil, y sus dos actores, en realidad todo el reparto, pero sobre todo sus dos protagonistas, están inmejorables. Ese Miki Esparbé siempre luchando a contracorriente está sensacional. Y Javier Gutiérrez vuelve a bordar su personaje, alguien que en este caso podría haber caído en la caricatura pero Gutiérrez hace que Cóndor dé miedo. Su Cóndor es salvaje y el espectador, ante su presencia, contiene la respiración al igual que quienes lo rodean en el estudio. De nuevo, el intérprete de La isla mínima merece todos los elogios existentes. Y alguno nuevo inventado para él.
Reyes de la noche tiene más virtudes que defectos. Cuenta con una producción sobresaliente, una duración pequeñita que hace obligatorio que todo se condense y no se alargue innecesariamente, como en los capítulos de 40 ó 50 minutos. Media hora es perfecta para esta historia disfrazada de comedia que en realidad es un thriller lleno de tensión barnizado de drama.
Casi todo parece positivo en ella, pero lo negativo también es importante. Y es que, al igual que su producción es exquisita, también su empaquetado parece pura ficción. Y no me refiero al género, sino a la credibilidad que debe conllevar la naturalidad. En Reyes de la noche la gomaespuma que envuelve los micros es extensible a la atmósfera de su narración. Es complicado, más allá de la evidente genialidad de sus guiones, sentirse inmerso en la guerra que propone, porque por más perfección que haya en su puesta en escena, en esa fotografía que tanto ayuda a que nos sintamos como si estuviéramos viendo El Padrino, su aura no alcanza la densidad que pretende.
El reflejo de la época en la que se zambulle deja paso a una estela perlada que se difumina en la historia. Los estudios, entre cuyas paredes se cuecen las más inverosímiles traiciones, se quedan en escenarios en los que los actores se lucen, pero el alma de la serie no logra transmitir una España antaña más allá de la presencia de los elementos con los que se ayuda a exponerla.
Los puros no huelen, los nombres en las puertas de los despachos no se sienten suyos. Hay algo que le falta a la serie, una garra emocional que no alcanza. Lo cerebral le gana el pulso a la intensidad que persigue, pero no llega a tocarla.
Reyes de la noche lo tiene todo para triunfar. Que no se haya tratado demasiado el tema de la radio en la ficción de nuestro país también juega a su favor. Las interpretaciones son sensacionales, los guiones, fabulosos. Solo le queda conectar con la parte emocional capaz de agarrarnos sin que la podamos soltar.
Silvia García Jerez