EARWIG Y LA BRUJA: El riesgo de Ghibli sin magia
El estudio Ghibli lo tenía claro: Renovarse o morir. Aunque con un icónico estilo que ha aguantado los años, la factoría acostumbra a dejar buenas historias en cartelera con la particular característica de una bonita animación.
Aunque no es la técnica más popular, cintas como El Viaje de Chihiro o La Princesa Mononoke han conseguido plantar cara a exitosas cintas coetáneas como Toy Story o Shrek. ¿El secreto? Una tierna historia contada a través de un trabajo casi artesanal.
Pero los tiempos cambian, y con él, sus dirigentes. Los responsables del estudio sentían que no tenían que beber directamente de la herencia de sus creadores, por lo que pusieron sobre la mesa la idea de hacer una nueva película a base de animación por ordenador. Así nacía Earwig y la Bruja.
Basada en la obra homónima -y por cierto, inacabada-, cuenta la historia de la pequeña Earwig, una bruja abandonada por su madre que vive a cuerpo de reina en su orfanato. Sin embargo, acaba siendo adoptada contra todo pronóstico por una extraña pareja que le harán darse cuenta de sus verdaderas raíces.
Con una narrativa muy marcada, la película presenta una trama que puede acabar resultando demasiado rutinaria. Pero de esto Ghibli sabe cómo aprovecharse y lo acaba convirtiendo en su mejor arma; acabando con una película cuyas pequeñas historias la convierten en pasable para quien busque un simple entretenimiento.
Para los fans más fieles de la marca, Earwig es un producto que no puede competir con sus predecesores -ni si quiera con El Castillo Ambulante, cuya historia es de la misma autora-. Si bien la historia no terminará de convencer al público generalista, el CGI acabará por ahuyentar a los que busquen otra joya dentro de la filmografía Ghibli.
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