PARA ENTRAR A VIVIR: La casa de tus sueños
No hay nada como encontrar la casa de tus sueños, pero Ana y Maxi dan con ella. Y además está para entrar a vivir. No hay que tocar nada, solo hay que decir que sí y la casera, Lucía, te da la llave. Ya es tuya.
Ana (Bárbara Goenaga) y Maxi (Gorka Otxoa) son felices. Como pareja y ahora como propietarios. Es la casa que cualquiera querría tener. Enorme, con chimenea, varias habitaciones, piscina. Es alucinante. Fácil y rápido, justo lo contrario de lo que ocurre con el mercado inmobiliario hoy en día. Y por si fuera poco, barata.
Sí, porque nadie la quiere. La última inquilina desapareció misteriosamente, les cuenta Lucía (Luisa Gavasa), la casera, cuando les está enseñando el piso, y desde entonces no se ha vuelto a ocupar. Pero para Ana y Maxi, que tampoco tienen mucho dinero, no solo es el piso ideal, también lo pueden pagar. Con algo de ayuda, pero es asequible. Así que se lo quedan.
Y de manera casual, como el que habla en voz alta sin más, Ana expresa un deseo y a continuación tiene lo que ha pedido. Sin ir a comprarlo, lo pide y aparece. La casa se lo acaba de dar. Se extraña, por supuesto, pero esa va a ser la primera de muchas peticiones que la casa les dé. Encantados con la situación, la vida empieza a cambiarles, pero Ana se pregunta cada vez más por el secreto que encierra, por qué pasa eso y cuál es el reverso de semejante potencial.
Para entrar a vivir (2022), dirigida por Pablo Aragüés junto a Marta Cabrera, no debe confundirse con el Para entrar a vivir (2006), de Jaume Balagueró. Aquella perteneció a las cinco producciones de Telecinco que se rodaron entonces en un homenaje a Historias para no dormir, de Chicho Ibáñez Serrador, con películas originales de una hora de duración rodadas cada una por un director diferente, entre quienes se incluía al propio Chicho en el que fue, realmente, su último trabajo. No, aquella joya, que se tituló igual que la ahora nos ocupa, no es la misma, ni da el mismo miedo, pero también funciona muy bien por su nivel de comedia y por lo inquietante que resulta su conjunto.
El Para entrar a vivir de entonces, protagonizada por Macarena Gómez y Nuria González, era espeluznante. Igual de terrorífica que el otro logro de aquel quinteto de películas, La habitación del niño, de Álex de la Iglesia, con Javier Gutiérrez y Leonor Watling. Y el Para entrar a vivir actual, teniendo el mismo formato de película de terror de una hora, es igual de recomendable pero en vez de centrarse en el terror gira hacia la comedia. Comedia inquietante. Y eso también es muy difícil de conseguir.
Pero Para entrar a vivir lo consigue. Lo pasamos muy bien viéndola. Es muy divertida. La pareja lo es, la casera tiene su chispa y todo parece incluso ideal. El terror, lo imprevisible más bien, porque el terror que contiene es muy ligero, va entrando poco a poco, de puntillas.
Y así vamos sospechando, al igual que Ana, que algo no está bien en la casa, que todo lo que proporciona tiene un lado oscuro. Y lo tiene. Y cuando lo descubrimos Para entrar a vivir sigue funcionando y continuamos pasándolo bien. Ahora metidos en el reverso de la casa, en su secreto inconfesable. Todo muy bien contado y muy efectivo.
También los actores nos ayudan a meternos en la situación. Bárbara Goenaga está espléndida como la mujer madura y responsable que quiere saber, y Gorka Otxoa como el hombre, más inmaduro y juguetón, que no. Las dos caras de la moneda. Y la casera, Luisa Gavasa, que ganó el Goya a la mejor actriz revelación por La novia, cuanto más sonríe más inquietante resulta. Todo muy falso. Se nota a la legua, y es parte de la fórmula de terror ligero de Para entrar a vivir. Todo muy medido y todo funcionando a la perfección. Una muestra de la extraordinaria salud de nuestro cine dentro del género.
Silvia García Jerez