ANTIDISTURBIOS: La ley de los más fuertes
Antidisturbios nos trae de vuelta al mejor Rodrigo Sorogoyen, tras estrenar la controvertida, y para muchos decepcionante, Madre, versión largometraje del cortometraje del mismo título que tantas alegrías nos dio y le trajeron, entre ellas la nominación al Oscar, que debió haber ganado, por cierto.
Su nuevo trabajo audiovisual, porque no es una película, se trata de su primera serie de ficción, está rodada bajo el paraguas de la producción mastodóntica de Movistar. 6 capítulos en los que nos cuenta el día a día en varios frentes: el de una brigada policial, el de una agente de Asuntos Internos a la que asignan el caso derivado del suceso ocurrido en la misión de esa brigada con la que comienza la serie, y en menor medida los asuntos del frente que se abre en las más altas esferas cuando el caso se complica y empieza a mostrar su verdadera cara, la de aquellos a quienes habrá que investigar de verdad. Si a la agente de Asuntos Internos se lo permiten.
La situación de la que se parte es el desahucio que tienen que efectuar estos antidisturbios en el centro de Madrid. Una corrala en la que las cosas se irán yendo a peor y los acontecimientos devienen en los distintos correctivos a sus seis componentes, quienes no ven justo ni el modo de organizarse el operativo ni las consecuencias derivadas de la negligencia.
Pero una agente de Asuntos Internos irá más allá, no se quedará en la superficie de un desahucio mal ejecutado y querrá averiguar por qué tuvo lugar de esa manera y qué hay detrás de tan rápidos movimientos alrededor de una orden que en realidad no tocaba cumplir de ese modo en ninguno de sus parámetros, ni el del tiempo, el momento en el que ocurre, ni en el de la forma en que tiene lugar.
Rodrigo Sorogoyen se estrena en la dirección de series de televisión en una auténtica cúspide creativa. Solo el capítulo piloto valdría para hacerle ganar todos los premios del mundo, y aún le quedarían otros 5 para consolidar las razones por las que obtenerlos.
El episodio donde se nos presenta a la brigada protagonista es apoteósico. Se dirigen a una corrala en Lavapiés, en el centro de Madrid, un lugar con escasos habitantes, todos ellos desfavorecidos, y con cuatro inmigrantes entre sus inquilinos. Nada que no hayamos visto en informativos varios en la vida real.
Los seis agentes se introducen en el piso a desahuciar más por las malas que por las buenas, pero a partir de ahí todo va a descontrolarse porque ni la situación es óptima ni la aptitud de quienes los están esperando es la adecuada. La dificultad hará que se tenga que emplear más violencia de la deseada por parte de los agentes y que la cascada de consecuencias sea desastrosa.
Pero si argumentalmente este arranque es terrible para los personajes de la ficción en la que están inmersos, artísticamente es un portento gracias al cual uno se pregunta cómo está rodado, cuánto ha tardado Rodrigo Sorogoyen en hacer la planificación del episodio y qué dificultades ha encontrado para llevarlo a cabo, porque tanta perfección técnica no ha podido ser fácil de conseguir.
Es apabullante encontrar una realización de ese calibre, sin un plano que sobre, sin que el espectador se pierda en ningún momento, sin que deje de ver nada de lo que ocurre.
Si el primer episodio es trepidante, los que le siguen lo son también, pero por la trama que va desplegando para ir conociendo los detalles de lo que se ocultaba tras ese desahucio. Es incluso asfixiante, pero ya en narrativa interna, con una tensión creciente que afecta a los personajes y a sus futuros, a cómo van a resolver su presente ante la Justicia.
Todo ello para llegar a un capítulo final que vuelve a subir la adrenalina del espectador gracias a una dirección que sigue siendo inteligente y que nos lleva por unos derroteros extremadamente oscuros para cada uno de los intervinientes en el proceso. La presión en las conversaciones, en unos y otros bando, serán determinantes para conducirnos hacia el cierre de una de las series más importantes de este año.
La Brigada de Antidisturbios la componen seis personajes, interpretados por Raúl Arévalo, Raúl Prieto, Álex García, Roberto Álamo, Patrick Criado y Hovik Keuchkerian, el jefe, éste último, que les da las órdenes y les dice cuándo hacer qué y cómo. Pero él también tiene que obedecerlas, eso es lo malo, que cuando ve que no se encuentran en la mejor situación prefiere aplazar el operativo. Pero en este caso recibe la orden, y acatarla no traerá nada bueno. Ni de por sí ni en el futuro.
Los seis están a un nivel interpretativo irrepetible. Sorogoyen siempre obtiene lo mejor de los actores, y aquí se vuelve a rodear de figuras de primer orden, caso de Roberto Álamo, con quien repite tras su inspector de Que Dios nos perdone, que le dio el Goya al mejor actor. Ahora, con todos ellos juntos, es de imaginar que no habrá sido más difícil trabajar que ante el hecho de sortear las trabas técnicas que a simple vista son evidentes.
Porque a Rodrigo Sorogoyen le encantan los planos secuencia. Madre, el cortometraje, es, de hecho, un plano secuencia que dura 18 minutos seguidos, casi todos ellos a base de una conversación telefónica en una casa a la orilla de una playa. En El Reino, película que podría considerarse hermana de esta serie, también nos ofrece un par de ellos de mostrarse en las escuelas, y no solo en las de cine, también en institutos para espectadores ajenos a esta técnica de manera que lleguen a apreciarla en toda su maravillosa dimensión. El Reino comienza con un plano secuencia en un restaurante y posteriormente veremos un par más, de los cuales la del balcón ya nació siendo historia del cine.
Y Antidisturbios también cuenta con ellos, y con Raúl Arévalo y Álex García en el centro del más llamativo, así que es de imaginar que la noche anterior al rodaje de esa secuencia ninguno de ellos podría conciliar el sueño. Nadie quiere fallar y ser el culpable de tener que rodar otra vez lo que ya casi estaba hecho.
En la parte de Asuntos Internos brilla la que mantiene unidos a estos personajes, Laia, interpretada por Vicky Luengo, una actriz a la que llevamos tiempo viendo, en la serie La pecera de Eva, las maravillosas películas Barcelona, noche de invierno y Las leyes de la termodinámica o en el reciente estreno de Netflix Hogar, este mismo año, pero a quien sin dilación alguna Antidisturbios convertirá en la protagonista que merece ser.
Su naturalidad y su fuerza están plasmadas en cada segundo de su participación en la serie. Verla da confianza, sabes que ella será capaz de todo, y no solo porque siendo la protagonista el guión lo disponga así. Cuando una actriz tiene esa potencia en la mirada y transmite una seguridad aplastante sabes que parte de la grandeza que estás viendo es debida a su presencia. Recuerda al torrente de magia que desprendía María Rodríguez Soto en Los días que vendrán, y eso no se puede improvisar. Si lo tienes, la cámara lo capta y los espectadores lo aplauden.
Grandes nombres delante de la cámara y otros tantos detrás. El equipo de Rodrigo Sorogoyen es un escándalo de pulcritud técnica. Comienza en el guión, con su inseparable Isabel Peña y a quien se les une Eduardo Villanueva, productor de Madre, la película, y de Stockholm, ópera prima de Rodrigo y hasta ahora, y el nivel de su filmografía es alto, el mejor de sus largometrajes.
Pero la lista sigue en la banda sonora, del genial Olivier Arson, que ya ganó el Goya por su partitura para El Reino y que continúa aquí con su estilo electrónico tan característico, o en la fotografía de Alejandro de Pablo y Diego Cabezas, o el montaje de Alberto del Campo, Miguel Doblado y Pedro Collantes, los integrantes de un equipo imprescindible para conseguir esta filigrana audiovisual.
Nada falla en Antidisturbios. Es una serie de las que hacen época y harán historia. Su forma y su fondo son indispensables, todo un documento para acercarse a la España de hoy, con sus luces y sus sombras, quienes luchan por darle lo mejor a la sociedad y quienes únicamente pretenden buscar el beneficio propio. Un retrato de la España contemporánea en la forma del más agudo y recomendable entretenimiento.
Silvia García Jerez