EL PRACTICANTE: El mal camina en silla de ruedas
El practicante es uno de los thrillers más esperados de cuantos llegan a la plataforma Netflix, la más popular de las que disponen los suscriptores en España. Plataformas hay muchas pero si le preguntas a la mayoría de personas que te vayas encontrando, un altísimo porcentaje o bien está suscrita o es la primera opción de las que cita porque es la más conocida.
Su nivel de popularidad lo ha conseguido a base de un catálogo lleno de series atractivas para el gran público y gracias a su decisión de lanzarse a la producción de películas de corte más de autor que lo que muchos de sus usuarios esperaban. Con mayor o menor fortuna, porque Da 5 bloods, la cinta de Spike Lee, no era todo lo buena que cabría esperar de alguien como Lee, pero The Irishman es cine tan apoteósico que habría que darle las gracias a Netflix por existir solo por no haberla rechazado como tantas otras productoras hicieron. Aunque aún se le resista competir en Cannes y ganar en los Oscar.
En España también se ha convertido en una productora y aunque ha tardado en llegar, ya opera desde Madrid y lleva años estrenando producciones propias. La primera fue 7 años, en 2016, que contaba con Paco León o Juana Acosta en su reparto. Y desde entonces, poco a poco ha ido ofreciendo más títulos.
Y solo en 2020 nos ha dado dos con Mario Casas entre sus intérpretes: la estupenda Hogar, donde él tenía un papel secundario, el principal era para Javier Gutiérrez, y El practicante, que llega a la plataforma el día 16 de septiembre, en la que Casas ya es, aquí sí, el amo y señor de la propuesta.
Mario Casas es Ángel en El practicante, un técnico de emergencias sanitarias que trabaja en una ambulancia, un tipo oscuro que en plena escena del accidente es capaz de llevarse objetos de las víctimas para su colección privada.
Ángel, a pesar de ese carácter tan seco y desagradable que muestra, tiene a su lado a una chica francesa, Vane, con la que vive y pretende tener un hijo. Es decir, la vida le va bastante bien aunque él no sepa apreciarlo del todo.
Hasta que una noche, en el trabajo, en un traslado de un herido al hospital, sufre un accidente que lo deja en silla de ruedas. Acude regularmente a rehabilitación pero su carácter se agría más, si es que eso es posible. Si ya antes era una persona difícil, ahora la convivencia con él se va a hacer insoportable. Pero Vane le tiene miedo y no sabe muy bien cómo escapar de su lado. Así que a partir de ahora se va a desatar el infierno.
El practicante es el segundo thriller casero que Mario estrena este año. Y antes de que se convierta en un subgénero en su carrera habría que advertirle de que cuando algo se te da bien te acaban encasillando, cosa que a lo mejor a Mario no le hace gracia porque querría seguir diversificando su inteligente filmografía, pero lo que está claro es que el público lo aplaudiría, porque es más que evidente que le están funcionando.
Y es que si Hogar era un film asfixiante en el que a medida que avanzaba la trama todo se volvía más oscuro y tenso, El practicante, sin llegar a esa cuota de perfección, la verdad es que se le acerca mucho y, sobre todo, en el tramo final de la película, su atmósfera se vuelve tan irrespirable que se hace cuesta arriba terminar de verla. Y eso es un pedazo de piropo para un thriller.
Si bien el comienzo deja algo frío, aunque su narrativa vibrante no cese, es complicado enganchar con ella. Tal vez por esa frialdad con la que Mario representa a su personaje, con esa manera de transmitir los acontecimientos, con frases cortantes, casi telegráficas, alejadas de toda empatía. Si se pretendía conseguir eso, Carles Torras, su director, desde luego lo ha logrado.
Es un pero algo curioso porque como digo la película no aburre en ningún momento, solo es complicado conectar con ella por lo seca que comienza. Pero ya cuando avanza su aspecto de thriller se va consolidando y no hay un solo momento en el que no estemos afectados desde nuestro sofá por lo que está pasando en la pantalla.
Mario Casas es aquí el protagonista absoluto, con personajes que se mueven a su alrededor. Qué ironía al ser él quien se queda en la silla de ruedas, pero claro, él pretende seguir con su vida y no lo tiene fácil. Por su nuevo status y por ese carácter que ya comprobamos desde el principio que no ayuda nada.
Y es imaginar lo difícil que le habrá sido a Mario, actor siempre subestimado pero meritorio como pocos, representar en la pantalla a este personaje en el que si alguna vez hubo bondad hace tiempo que no la recuerda. Porque todo el que ha trabajado con Mario Casas habla maravillas del actor, de su capacidad incansable para llegar al fondo del personaje y de lo estupendo que es tenerlo en el rodaje. Así que un personaje tan alejado de esa definición debió suponerle un esfuerzo a la altura del resultado.
Es decir, que Mario Casas aquí vuelve a brillar. Se hace detestar a niveles astronómicos y eso significa que has hecho bien tu trabajo. No caerle bien a nadie debía ser una orden y Ángel, a través de Mario, provoca precisamente eso, un rechazo instantáneo desde que lo conoces.
Por lo tanto la belga Déborah François, su pareja en el film, que también realiza una interpretación muy compleja, debía pasarlo muy mal en la ficción de su personaje. Y ahí tienes que tener a un actor que te apoye para no hacerlo más difícil. Hubiera sido bonito estar en ese rodaje y comprobar la complicidad entre los dos antes y después del ¡Corten!. Ha tenido que ser algo asombroso.
Pero en El practicante también nos encontramos con Celso Bugallo, actor gallego al que muchos conocimos en Los lunes al sol y al que siempre que vemos desde entonces nos alegramos de reencontrar, a Raúl Jiménez, rostro que nos presentó Raúl Arévalo en Tarde para la ira o a María Rodríguez Soto, la revelación de Los días que vendrán, que aquí es la terapeuta de Ángel. Los tres interpretan personajes importantes en la trama, así como Guillermo Pfenning, actor argentino que también está espléndido como el compañero de ambulancia del protagonista.
Todos ellos forman el perfecto engranaje de El practicante, dándole forma a ese siniestro Ángel que de Ángel no tiene nada, y cuyo demonio interior es el que desata los aplausos que va a obtener la película cuando esta termine y junte todas sus piezas. Es entonces cuando comprendemos que Netflix tiene un éxito, uno más, entre manos, y que puede apuntarse el tanto de ofrecer un thriller que funciona cuanto más al final se acerca, que es también la base del género, porque sin el estrés añadido de cómo terminará esto no vamos a ningún lado. Ni con silla de ruedas ni sin ella.
Silvia García Jerez