LA TIERRA DE LA LLUVIA ESCASA. Poética del desierto

La tierra de la lluvia escasa, de Mary Austin (Volcano). Traducción de Eva Gallud

La mirada se pausa ante una imagen que seduce a la vista. Se pausa y se enfoca. Mi mirada se pausa y se enfoca en cada libro que se enquista en mi retina. La tierra de la lluvia escasa fue la obra protagonista, en varias ocasiones, de este abierto interés ante la búsqueda de lecturas que perduren en el tiempo o, al menos, en el mío.

Cuando el hartazgo del nature writing comienza a palparse, Mary Austin llega para inundar de auténtica poesía el retrato sobre la naturaleza. La editorial Volcano ha rescatado esta alabada obra, cuya publicación se remonta al año 1903, en un momento muy acertado. Su regreso cuenta con una precisa traducción de Eva Gallud, que mantiene la bella, musical y representativa prosa de Austin durante los catorce ensayos culpables de la reaparición de la autora de Illinois.

Los textos nos trasladan al sur de California y a su desértico paraje. Saltando de descripción en descripción, nos movemos en tiempo y espacio para acompañar al viento, a las tormentas y a los animales salvajes que deambulan o habitan dicho territorio. Flotamos río arriba, río abajo. Nos desplazamos por Death Valley y conocemos hasta el más recóndito recoveco, como uno de sus asiduos merodeadores. Nos deslizamos junto a los coyotes o a los zorros rojos. Contemplamos con paciencia la maduración de los frutos silvestres. Conocemos árboles, plantas y helechos que caracterizan la zona. Somos uno más dentro de esa momentánea estancia que confluye en un torrente de imágenes del que cuesta salir.

«No sé cuánto tiempo tarda uno en hartarse de los elementos como para no tenerlos en cuenta. Yo misma nunca consigo superar el destello y euforia de una tormenta, la lucha de los fuertes vientos polvorientos, el juego de los truenos sobre las rocas, o la ansiosa preocupación de la fatiga cuando la tormenta sobrepasa el aguante físico»

Portada La tierra de lluvia escasa

Con el cariño propio de quien siente un amor descomunal por su tierra y por los que forman parte de ella, Austin presenta a ciertos individuos con los que coincidió en el desierto. El buscador de filones, por ejemplo, que disfrutaba comentando sus múltiples aventuras y travesías que lo condujeron a visitar misteriosos rincones del planeta. Asimismo, habla con ternura sobre Seyavi, una tejedora de cestos que se buscó la vida de forma audaz para salir adelante junto a su hijo. Además de estos peculiares personajes, tienen una especial representación las tribus de nativos americanos que residían en la zona. Nada es casual. La distinguida escritora de estos relatos fue una ferviente defensora de los derechos de los nativos, siempre implicada en movimientos dedicados a preservar su cultura y su legado. A su vez, se involucró en la defensa de la independencia de las mujeres, la cual será una característica incesante en toda su obra.

«Fue entonces cuando Seyavi aprendió la autonomía del ingenio materno y cómo una puede apañárselas sin un hombre mucho más fácilmente de lo que puede imaginar en un principio»

La tierra de la lluvia escasa es un ejercicio de pura elocuencia. La autora se maneja con soltura a la hora de trasladar al papel las preciosas imágenes que su hogar de acogida le profirió. Lo logra mediante una prosa compleja y rica que consigue meter de lleno al lector en el epicentro del desierto. Leer a Mary Austin es como recitar un poema en el que la naturaleza se vuelve mujer y nos arrastra de forma febril por los susurros que mecen la cálida brisa.

Si algo incita a Austin para escribir es una devoción enraizada por aquella superficie árida que reinó en su corazón hasta el final de sus días. La lucha por su defensa y la de los nativos que la integraban dejó un poso imposible de diluir. Es probable que el espíritu de Mary Austin transite todavía por su nívea tierra de lluvia escasa.


Enlace a la web de la editorial Volcano, aquí. También podéis seguir su cuenta en Instagram, @volcano_libros, para estar al tanto de sus novedades.

Alba González

Alba Gonzalez

Pegada a un libro desde 1993. Compagino la comunicación y relaciones públicas con la escritura, colaborando en varias webs de contenido cultural. Sueño con escapar periódicamente del caos madrileño para volver a pisar mis playas pontevedresas; leer a Clarice Lispector junto al mar, escuchando a Radiohead de fondo, es todo lo que necesito.

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