HIGH LIFE: Viviendo en el espacio
La ciencia ficción no es siempre como la esperas. A veces, ni siquiera parece ciencia ficción. High Life tiene esa peculiaridad, que transcurre en el espacio profundo pero podría hacerlo en un sótano de Massachusetts, en el que tengan lugar los mismos experimentos genéticos.
Porque High Life en realidad es un drama sobre un grupo de jóvenes prisioneros, condenados todos a muerte por algún asesinato, que deciden conmutar sus penas a cambio de desaparecer de la Tierra y marcharse en una nave espacial al agujero negro más cercano a nuestro planeta.
En el viaje tienen entre ellos a la Dra. Dibs (Juliette Binoche), encargada de obtener los fluidos corporales de los hombres para introducirlos en las mujeres e intentar crear vida en el espacio. Propósito que no será nada fácil de conseguir, aunque de alguna manera se ha logrado, ya que uno de los prisioneros, Monte (Robert Pattinson), viaja en el presente con su hija, un pequeño bebé de aproximadamente un año, al destino inicialmente indicado.

High Life es, narrativamente hablando, un ir y venir de tiempos, pero sobre todo nos cuenta la historia de cómo en la nave han llegado a ser solo padre e hija sus ocupantes, Unos inicios de viaje donde el ambiente entre los compañeros es especialmente tenso debido a la falta de sexo natural entre ellos y lo forzados que están por la doctora a seguir las normas del experimento.
Por las características dadas se deduce que no se trata de una película que pertenezca demasiado al género de la ciencia ficción, y viendo el desarrollo de la misma, ésta concuerda más con un drama. Ya pasó algo parecido con la fabulosa Gravity, de Alfonso Cuarón, que también contaba un drama, familiar en su caso, en el espacio, o con la espantosa Passengers, protagonizada por Jennifer Lawrence y Chris Pratt, y vuelve a suceder de nuevo aquí.
El resultado en High Life ha quedado dispar. La idea es, reconozcámoslo, especialmente brillante. Incluso da para un coloquio posterior acerca de si cada uno de nosotros aceptaríamos conmutar nuestras penas por desaparecer de la Tierra, que seguirías vivo pero para el caso es un poco como estar muerto. Desde luego lo es para tus familiares. Ese punto es interesantísimo.
Y luego está la ética de la creación de la vida de la manera en que se plantea en la película. De aquí nace otra reflexión que cada uno ha de decidir si es positiva o negativa. El cine está también para eso y en High Life la función de plantear temas a debatir se cumple a rajatabla.

Pero el cine también es entretenimiento, y High Life en esa parte suspende. En entretenimiento tal y como el cine palomitero entiende la creación de las películas. High Life no es en absoluto divertida. Tiene un tempo incompatible con el de cualquier película con montaje frenético y acción desatada. Pero si entendemos la reflexión como diversión, entonces High Life es un acierto.
Porque la última cinta de Claire Denis, directora francesa cuyo anterior trabajo fue Un sol interior, también con Juliette Binoche al frente del reparto, es un film tranquilo en el que no dejan de pasar cosas, pero todas ellas están contadas a ritmo de la gravedad espacial.
Insisto en que la tensión es parte fundamental en la película, pero no estamos viendo un thriller, sino la consecuencia de una realidad que se vive en la nave. Es el desagradable día a día que los ex presos, en cuanto a la justicia, pero presos igualmente en ese pequeño recinto, tienen que sobrellevar.
Por lo tanto, High Life es una mezcla de propuestas y de resultados, un extraño híbrido en el que algunos espectadores entrarán sin problemas y otros no lo lograrán hasta que la película termine. Un film complicado de recomendar porque no es para todos los públicos, pero que puede hacer las delicias de aquellos a los que el cine más extremo les resulte un desafío.
Silvia García Jerez