El regreso de Mary Poppins

Para empezar siempre es una tarea complicada la de rodar una secuela de este tipo. La presión es alta y las expectativas siempre están por las nubes, por lo que, generalmente, a nada que haya algún elemento que se deshilache, tenemos armado el belén.

Este trabajo, encomendado a un director en horas bajas como Rob Marshall (Chicago, Memorias de una Geisha), reúne tanto las posibilidades para ser la gran atracción de estas Navidades, como los argumentos para ser el gran fracaso del año (o uno de ellos).

La inconfundible Mary Poppins de Julie Andrews, de la que me declaro fan absoluto (de ella y de la película) es ahora interpretada por la maravillosa Emily Blunt, que, como la propia Mary se suele describir, es prácticamente perfecta en todo.

La niñera más famosa del mundo regresa a la casa de la familia Banks, en la que ahora vive Michael, el hijo menor de entonces, con sus tres hijos. Tras la muerte de su esposa y con un aviso de embargo del famoso banco en el que trabaja, y ya trabajaba su padre George Banks en la película de 1964, se enfrenta a un momento crítico en el que debe hacer todo lo posible para salvar su hogar.

Desbordado con sus tres adorables hijos y ahogado por las deudas, necesitará ayuda casi divina para reorganizar su vida, que está patas arriba, junto a su hermana Jane y la llegada de la Sra. Poppins.

El regreso de Mary Poppins
Emily Blunt lidera a los Banks junto a Lin-Miranda en el set de rodaje de Londres.

Y hasta ahí las buenas noticias. El reto es grande y dado que las grandes compañías han comprobado que rehacer clásicos de dibujos con tecnología CGI es una mina de oro (‘El libro de la Selva’ , ‘Mowgli’ y las ya en camino ‘El Rey León’ y ‘Aladdín’), la decisión de seguir exprimiendo la membrana de la nostalgia es clara. Seguro que alguna vez os habréis imaginado cómo serían los grandes clásicos del cine con las nuevas tecnologías, ¿verdad?

Pues bien, el ejemplo más claro es este, y sin CGI. Transcribiendo a un conocido personaje televisivo, ‘El regreso de Mary Poppins’ es como un consolador, perfecta en su ejecución, pero tremendamente fría en el sentimiento. Y es que un clásico es un clásico. Inimitable, inigualable, inédito y absolutamente novedoso. Por tanto, si clavas una por una todas las secuencias del clásico de Disney de los 60 modificando tres o cuatro notas las melodías y cambiando las coreografías, es cierto que se percibe un respeto y una admiración (cosa que siempre se agradece), pero sigue faltando la magia que rezuma Disney en cada una sus obras.

No basta con buenas intenciones a la hora de homenajear al clásico de Robert Stevenson. Las interpretaciones son estupendas, Lin-Miranda es un respetable sucesor del mitiquísimo Bert (Dick Van Dycke), e incluso la música es pegadiza. Pegadiza, pero no inolvidable.

Sin querer entrar a valorar dos cameos (para no hacer spoiler), debo decir que no termino de entenderlos mucho. Los que habréis visto ‘La Bruja novata’ sabréis de lo que estoy hablando. Éste se salva de la quema, pero el otro…¡¡¿Qué hace esta señora aquí?!!

En definitiva, honores para el cariño y el corazón que se le pone a la cinta. A pesar de que quiera exprimir la membrana del lagrimeo, consigue exprimirnos los bolsillos a base del infalible truco de la nostalgia. Los padres de entonces, ya abuelos, llevaron a sus hijos a cantar el ‘Supercalifragilísticoexpialidoso’ y estos, ahora padres, llevarán a los suyos a recorrer de nuevo la Calle del Cerezo. Su número 17 sigue igual de reluciente por fuera, pero más vacío por dentro.

‘El regreso de Mary Poppins’, muy a mi pesar, no entra ni con un poco de azúcar ni con tres ron-colas.

Juan Ignacio Ocaña

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