007 SIN TIEMPO PARA MORIR
Je t’aime, James
Voy a contarles la historia de un hombre llamado Bond, James Bond.
Un espía británico al servicio de su majestad, basado en las experiencias del escritor Ian Fleming en misiones secretas durante la II Guerra Mundial. Un agente 007 con licencia para matar, que lleva décadas fascinando a distintas generaciones con sus martinis por doquier -mezclados, no agitados-, su elegancia de smoking o en bañador, y la compañía de mujeres guapas en cualquier lugar del mundo.
Tratando temas relativos a la actualidad correspondiente a cada época -de la Guerra Fría, a la conquista del espacio-, Bond ha sido encarnado en el cine por Sean Connery (el más veterano, abarcando los filmes desde los años sesenta a los ochenta), George Lazenby (el más joven en interpretarlo y el más olvidado), Roger Moore (todo un clásico), Timothy Dalton (quizás, el más macarra) y Pierce Brosnan (muy de los noventa ). Mas ha sido Daniel Graig, en activo desde el 2006, el que se viste por última vez de 007 en esta entrega definitiva, dejando el legado de Bond y esos ojos azules para la eternidad, formando ya parte de toda esta historia.
En Sin tiempo para morir, la esencia de Bond sigue funcionando durante más de dos horas y media, adaptándose a estos tiempos con la maldad en forma de virus, el miedo al contagio por contacto y un villano Cíclope con ojo biónico.
No faltan las explosiones por tierra, mar y aire, ni las espectaculares persecuciones en moto y en esos coches clásicos preparados con fantásticos artefactos. Además, de los dispositivos casi de fantasía que se esconden en un pintalabios, o en un reloj de pulsera, tan de espías.
Presentándonos, por tanto, toda la iconografía del mito junto a referentes de filmes anteriores y la inolvidable música de Hans Zimmer -que es marca de la casa desde el comienzo y en cada uno de los créditos iniciales-, sirviéndose en esta ocasión de la poderosa voz de Billie Eilish, para una banda sonora que brilla de principio a fin -cuando llega un nudo a la garganta y un lagrimita a la mirada-.
Desaparecido desde la película anterior y alejando del MI6 para rondar a la CIA, encontraremos a Bond en Jamaica, enamorado y de retiro.
Sin embargo, Italia, Noruega y Cuba (que bien pudiera ser Nueva Orleans) son otros de los lugares que visitaremos con las chicas de esta última entrega, destacando a Lashana Lynch como la agente de raza negra que hereda el puesto y la licencia 007 -un personaje antipático y falto de carisma-, Ana de Armas -deliciosamente divertida, colando palabras en español a la par que patadas de karateka- y la emotiva Lea Seydoux, repitiendo “Je t’aime, James”, solo para sus ojos.
Seduciéndonos y mostrando una ternura, no exenta de una vulnerabilidad nunca vista, este Bond parece ir despidiéndose de sus amigos, jefes, amantes, e incluso enemigos, siendo Rami Malek (ese querido Mr. Robot y F. Mercury en las pantallas) el malvado de Sin tiempo para morir, a la altura de los mejores de la saga.
Dirigida por Cari Fukunaga -quien ya triunfó al frente de True detective y en la revisiones de It y Jane Eyre-, Sin tiempo para morir cuenta con la participación en el guión de Phoebe Waller-Bridge (brillante creadora de Fleabag), cerrando más de una era y apuntando hacia un futuro femenino.
Pues aunque entre los títulos de este espía que nos amó, aparece aquello de Vive y deja morir, Muere otro día, Nunca digas, nunca jamás y Solo se muere dos veces, cierto es que El mañana nunca muere.
Siempre queda la herencia de la sangre y la sorprendente cesión del mito.
Esta vez, con Daniel Craig dejándonos huérfanos de Bond, James Bond. Hasta la posible llegada de una agente 008, todavía por crecer…
Y nosotros aún por creérnoslo.