Lisandro Fiks: Descubrí cosas muy tristes de las Malvinas
1982. Obertura solemne cuenta la historia de Martín (Lisandro Fiks), un compositor estancado que quiere hacerle a los héroes de la guerra de las Malvinas, en el 30 aniversario de la contienda, un homenaje en forma de sinfonía, inspirada en la obra de Tchaikovsky, pero al que no le sale ni siquiera un movimiento. La noche en que se celebra el cumpleaños de su cuñado, Federico (Juan Luppi), éste llega a la casa de Martín y Victoria (Romina Fernandes) gracias a un taxista que resulta ser ex combatiente de Malvinas (Christian Álvarez). Tal circunstancia hará que Martín lo invite para conversar acerca de lo que supuso para él la experiencia.
La obra se representa en el Teatro del Barrio de Madrid, los miércoles a las 20:00 de la tarde, hasta el día 22 de febrero. Aún quedan dos funciones por representar y La Cronosfera, que habló con dos de sus actores, Romina Fernandes y Lisandro Fiks, también autor de la misma, se la recomienda.

La Cronosfera: Creo que es una obra divertida pero sobre todo es didáctica. ¿Estáis de acuerdo con esto?
Lisandro Fiks: Sí, y además nos pasó que en Argentina nos convocaron del Ministerio de Educación para mostrar la obra a adolescentes. En colegios. Es un programa que en vez de llevar la obra al colegio hacemos la obra en horario escolar y traen a los alumnos al teatro. Así que sí, hay algo de eso.
Romina Fernandes: Se llama Formación de Espectadores y les enseñan a los chicos a ir al teatro. Vienen de familias que generalmente no van al teatro.
L. C.: ¿Por qué 1982. Obertura solemne? ¿Por qué el título?
L. F.: Hace referencia a los dos temas que están dando vueltas en la obra, si bien no son los temas centrales de lo que habla, pero sí de esta Obertura solemne, la 1812, Obertura solemne, que es la obra que compuso Tchaikovsky, y el año cambiado es porque 1982 es el año de la guerra de Malvinas. Es esa combinación entre estos dos eventos.
L. C.: ¿Hay algo autobiográfico en la obra o se trata únicamente de querer exponer la guerra?
L. F.: Sí, creo que todos hemos atravesado ese tipo de discusiones. Y además yo tuve un viaje en taxi con un taxista así en Buenos Aires. Muchas de las cosas que habla Christian las saqué de ahí, de esa conversación. No terminó como termina la obra, sino que fue una charla en un taxi. El tipo estacionó en la puerta de mi casa y estuvimos hablando una hora más, además de lo que fue el viaje. No es autobiográfico porque en realidad no habla de mí, pero hay cosas que sí. Cada uno fue metiendo cosas. Todos tenemos esos personajes bastante cerca.
R. F.: Yo no (Risas)
L. F.: Fanáticos políticos donde estas discusiones se ponen así, calientes, y empezás a subir la temperatura y termina la cosa… No como la obra porque la obra es eso, una obra. Pero sí hay veces en que hay peleas y donde no te hablás más y donde queda un resentimiento porque las cosas se están jugando como quien se juega el futuro. Si vos pensás así estás arruinando el país. Ese tipo de cosas las hemos vivido, me parece que es cotidiano eso.
L. C.: Sí, porque esto llevado a una cena de Navidad pueden volar los cuchillos. ¿Hay que hablar de política en casa o hay que evitarlo para que no pase nada arriesgado?
R. F.: Yo creo que uno no debería evitar hablar de política, es la la gente la que debería evitar ser tan fanática. Debería escuchar más antes de hablar. El otro día vi una película donde decía que por algo tenemos dos oídos y una boca. Habría que escuchar más. Es bastante lamentable que tantas familias y amigos se peleen por algo que estaría bueno escuchar el otro punto de vista y conversar. Se puede tener una discusión pero que los dos bandos, o partes, se puedan nutrir de ella, no que termine así. Es lamentable que uno tenga que decir: mejor no hablamos de política. Pero lamentablemente pasa.
L. F.: A mí me parece que sí, que hay que hablar de política. Hablar. El tema es esta cuestión de que si el otro piensa distinto es el enemigo, de que uno tiene la verdad absoluta. Ahí empiezan los problemas. Por supuesto que no estaría bueno generar una discusión fanática si el otro es alguien cercano, pero me parece que es necesario porque somos seres políticos. El hecho de vivir en comunidad nos hace seres políticos. La obra también tiene algo de autocrítica. Estamos inmersos en esta manera de vivir y de comunicarnos.
L. C.: Lisandro, ¿tocas el piano?
L. F.: No, el piano no, un poquito, pero lo que toco es el contrabajo. Soy músico, tengo una carrera como músico paralela al teatro, que en una época iban juntas. Estuve dos veces acá, en España, con un espectáculo de teatro y música, y aparte toco música clásica, y me dedico a esto de forma paralela.
L. C.: O sea, que esa parte también es autobiográfica.
L. F.: ¿Ves? Sí, eso es autobiográfico, porque una de las primeras obras que toqué cuando empecé a tocar en orquesta fue la Obertura solemne de Tchaikovsky, la 1812, y me fascinó. No la conocía y no lo podía creer. Cuando empecé a trabajar en este texto me vino eso, un personaje que quería hacer esto y que esté metido con componer una obra. Fue así. Me acuerdo del momento en que me pasó. Estaba pensando en qué podía motivar a un personaje a interesarse en Malvinas y me acordé de esto y pensé que la motivación estaría en hacer esa obra, esa sinfonía. Y ahí está. Al aire libre, no en un teatro porque es un follón, esa obra se toca con cañones. Y llegué a ver una versión que se tocaba con tanques. Banda militar con tanques.

L. C.: He leído que esta obra se incluyó en el Festival Escena de 2012. ¿Lleváis representando la obra desde entonces o desde antes? ¿Cuándo nace esta obra?
L. F.: Ahí. ¿En 2012? No, creo que 2013, si no me equivoco. Fuimos haciendo distintas temporadas. Empezamos en un teatro muy pequeño y nos fuimos moviendo todo lo posible. Después sucedió esto que te digo de Formación de Espectadores. Fuimos a Timbre 4 y después nos animamos a hacer una temporada en la calle Corrientes. Después nos volvieron a elegir para Formación de Espectadores, en 2014…
R. F.: Dos años seguidos no, con un intervalo de un año.
L. F.: Sí. Exactamente. Y en 2015 nos animamos a venir aquí a Madrid. Después, cuando volvimos, hicimos una temporada muy corta y ahora estamos aquí de vuelta. La obra la hacemos porque nos gusta, porque la queremos, y cada tanto volvemos. Es algo como idílico, porque nos divierte hacerla.
L. C.: ¿Ha habido alguna polémica en Buenos Aires con la obra?
R. F.: La polémica es que cuando viene gente que tiene un pensamiento bastante extremo, para un lado o para el otro, no les parece bien el final. Opiniones de la gente que se mete en la dirección o la dramaturgia, pero después opiniones fuertes no, la mayoría de la gente se va pensando correctamente.
L. F.: La obra, por suerte, invita a esa mirada reflexiva con respecto a esto. Tenemos amigos fanáticos y como que vienen y se quedan, como que hay algo que les toca en algún punto. No, nunca tuvimos ningún problema o alguna crítica de que la obra…
R. F.: No, a nivel de crítica nos fue muy bien.
L.F.: Sí, porque además también la idea, y creo que lo que hacemos actoralmente y lo que trato de cuidar, es que no haya una sola verdad en la obra. Que no sean el malo y los buenos. Todos los personajes tienen sus miserias, cada uno tiene su verdad y algo de verdad tienen las cosas que dicen todos. Eso es fundamental para que no haya una crítica polarizada de decir que esta obra apunta a que yo piense tal cosa. Me interesa que la obra deje una pregunta, más que una respuesta.
R. F.: También nos han dicho que a lo largo de la obra te vas identificando con los personajes un poco.
L. C.: En España se dice, políticamente hablando, que hay dos españas. ¿También existen dos argentinas en ese aspecto?
L. F.: Sí, lo que pasa es que la Guerra Civil española fue demasiado potente. Marcó el rumbo de la Historia, prácticamente. Es mucho más grande el conflicto que sucedió aquí. No por minimizar el de Argentina, que fue terrible, y sigue siendo, pero hay algo de eso. Y Argentina vive esa división, y muy fuerte. No estoy muy metido en el origen y el desarrollo de esta cuestión, de las dos españas, pero sí veo que hay mucha gente que no tiene ningún problema en decir lo que piensa y en tener un pensamiento abiertamente de derechas. Acá hay una apertura a que esas dos españas se expresen como quieran. En Argentina no, en Argentina eso está mucho más oculto. Igualmente sí están estas dos argentinas, la que vive desde un lugar mucho más abierto y otra que no. El surgimiento de eso es el origen de esta obra. Era una mirada que yo estaba teniendo sobre lo que estaba sucediendo y un querer hablar de este tema. Y sucedió que cuando vinimos en 2015, y ahora, sentimos que el lenguaje que estamos usando y lo que sucede en la obra refleja mucho lo que le pasa a los españoles con respecto a esto. Muchos nos dicen que entendieron todo porque esto pasa acá. También fue una gran satisfacción poder hablar de un tema tan argentino pero que en realidad cambiás la bandera y hablamos de lo mismo.

L. C.: ¿Qué es lo que más os ha llamado la atención como respuesta del público? ¿Os habéis encontrado con reacciones explícitas a momentos de la obra?
R. F.: Hay gente que nos responde y gente que se adelanta a los textos. Por ejemplo, en el momento en que yo le pregunto al taxista, al comienzo de la obra, qué radio escuchás… es bastante famoso y común que los taxistas escuchan Radio 10.
L. F.: Bueno, ahora ha cambiado un poco, pero en ese momento….
R. F.: Sí, en ese momento se escuchaba mucho, y cuando yo le digo qué radio escuchás alguien del público dice Radio 10 antes que él lo conteste. Esas cosas pasan bastante.
L. F.: Después ayer, por ejemplo, risas.
R. F.: Nunca nos había pasado y ayer alguien se rió fuerte en un momento del final. Es un momento denso y nunca nos había pasado, pero una chica ayer se rió entonces. Es rarísimo, pero son los nervios. Cada uno lidia con los nervios de la manera en que cada uno puede. La risa muchas veces es un escape a la tensión.
L. C.: Hay varios momentos en que se desarrollan conversaciones a la vez, ¿os resulta complicado llevarlos a cabo?
R. F.: No, lo tenemos bastante entrenado.
L. F.: Es algo buscado. La obra sucede en un mismo espacio. Hay que buscar como alternativas escénicas y hay dos momentos donde sucede esto y está buscado, lo ensayamos. Nos ocupamos mucho de la realidad para llevarla al mundo de la actuación. Esto sucede con frecuencia en cualquier living, que estás hablando con alguien y luego hay otras dos personas que están conversando. Tratamos de llevarlo adelante de ese modo.
R. F.: Y a veces tratamos de que ciertas cosas, dentro de ese lío que se arma, se escuchen. Las parejas tratamos de hacer espacios donde sabemos que es más importante o más gracioso que se escuche la frase de los otros. Eso no es tan sencillo de conseguir y a veces lo logramos y otras no. Tampoco son momentos que sí o sí se tienen que escuchar. Si no, no los superpondríamos.
L. C.: ¿Hay algo de la guerra de la Malvinas que hayáis descubierto a la hora de hacer la obra?
L. F: Caer mucho más en la realidad de lo que sucede. Los ex combatientes de Malvinas fueron, eso, lo que dice el personaje de Christian, abandonados. Porque están divididos. Están los que fueron porque estaban en el servicio militar obligatorio, que eran los colimbas, que tenían 18 años. En ese momento Argentina tenía un servicio militar obligatorio. Ibas al servicio militar, un año y después te ibas. Luego estaban los militares de carrera. Fueron todos, unos y otros. Los colimbas no tenían intención de tener carrera militar ni nada. Esos chicos fueron puestos en una guerra con un mes, dos o tres de instrucción militar. Porque salían del secundario y les ponían un rifle para tirar al blanco, los mandaban barrer los cuarteles y luego los mandaban para casa. Pero les tocó, en esa situación, ir a la guerra con los ingleses, auténticos profesionales.
R. F.: Eso pasó, fue una guerra muy dispar. Los ingleses venían con un armamento que nosotros no teníamos.
L. F.: Eran guerreros profesionales. Tienen más guerra que cualquier otro país. Y en esa situación, cuando vuelven, es caer en la cuenta de la realidad. Son héroes. Fueron a pelear por un territorio ocupado y fueron despojados, olvidados, no homenajeados, sin dinero, porque no tuvieron un subsidio como ex combatientes hasta muchos años después, y estaban los otros, los que sí eran militares de carrera, que tuvieron su pensión, por ser de una carrera militar. Tenían su dinero, su prestigio, pero la sociedad argentina no puede, no se permite homenajear a un militar de aquella época por haber ido a una guerra por un territorio usurpado. Porque si homenajea a esos militares está homenajeando a la dictadura militar. Entonces entra en una contradicción.
R. F.: Donde mejor los borraron de la Historia.
L. F.: Claro, entonces mejor olvidémonos. Entonces se olvidan de todos. Yo descubrí eso, en lo que a mí me toca también. Hay una sociedad entera, donde me siento incluido, donde esos soldados fueron olvidados, porque era muy difícil que la sociedad entera haga esa ruptura en la cabeza. ¿Qué hacemos, homenajeamos a los colimbas que fueron a pelear? No, porque si homenajeamos tenemos que homenajear a los tenientes, sargentos, a los generales, que esos formaban parte en ese momento de una dictadura militar. Entonces no. Todo en el olvido. Y hoy en día, un dato que también investigué, son más los muertos por suicidios que los que murieron en la guerra. O sea, imagina lo que pasó. Y se siguen matando, y siguen pidiendo derechos y dinero, que los reconozcan con una buena pensión. Esas cosas las fui descubriendo y es muy triste.
L. C.: La obra dura una hora. ¿Las cosas buenas vienen en tarros pequeños?
L. F.: Así dicen. Es un buen tiempo de obra porque me parece que hay algo de la tensión del público que…
R. F.: Es un tiempo más popular. Para todo el mundo, porque no todos se bancan una hora, dos o tres. Hay quien sí, pero no todo el mundo.
L. F.: Sí, la tensión del público está por ahí. Me parece que la dinámica de la obra hace que eso suceda de ese modo. No lo pensamos como tal, pero a veces nos dejamos llevar y puede durar cinco minutos más, pero por ahí está.
Silvia García Jerez
Mi hermano… durante años hizo de bufon en Los Amados y ahora se la da de jugado… ni mi papa lo quiso