LA PESTE con P de Paco y Pablo, León y Molinero
Charlamos con PACO LEÓN y PABLO MOLINERO, protagonistas de ese viaje a la Sevilla del XVI.
La Cronosfera: ¿Visteis algunas series históricas? ¿Os dio Alberto algún referente para LA PESTE?
Pablo Molinero: Yo se los pedí. Por lo menos para el tono que andaba buscando, pero nada, no me dio ninguno (risas). Luego te das cuenta que es una buena estrategia.
P: ¿Y cómo se siente uno protagonizado una superproducción?
Pablo Molinero: Se trabaja diferente y además ésta se ha construido desde la nada, pero ya sólo trabajar una escena con Alberto Rodríguez, que lo tienes ahí y es tan talentoso, es un regalo.
La visión general la tenían Alberto y Rafa, que son los que concibieron la serie, pero tú sabes que estás formando parte de algo mucho más grande. Y la satisfacción del trabajo bien hecho, no nos la quita nadie.
Paco León: ¡Que nos quiten lo bailao! Pero también tiene su punto de responsabilidad. Esa es la sensación. Trabajas con Alberto y un equipazo que son habituales y funcionan de una manera que todo el mundo ya entiende, con maneras muy concretas y una maquinaria muy grande. El esfuerzo es impresionante por parte de la producción, donde tú sientes que eres una pieza y tienes que encajar. Y aunque a veces piensas ‘a ver si voy a ser yo, el que la cague’ (risas), hay también una parte de cumplir sólo con tu papel, porque todo va a funcionar.
P: Para Pablo es una gran oportunidad y en tu caso, Paco, es tu vuelta a la televisión en un registro muy distinto.
Pablo Molinero: Personalmente agradezco a las jefas de casting que me dieran la oportunidad y confianza porque no soy conocido. Hicimos mogollón de pruebas, muchísimas, incluido el monólogo de la taberna.
P: Que es un brindis estupendo y una secuencia brutal. Como tu personaje, Mateo, que…
P. Molinero: Mateo tiene dos extremos. El luminoso con esa atracción hacia la vida, las mujeres y las ganas de vivir como si se fuera acabar mañana, pero también el oscuro; su parte más melancólica, más depresiva, que sirve como metáfora de la oscuridad del hombre que se aprovecha del prójimo, del vecino y que ahí seguimos… Además Mateo tiene dudas existenciales -con la muerte, con Dios- y se tira el vino. Personalmente tengo cierta atracción por lo melancólico (risas)
P. León: Estamos encantados de que nos llamaran, que no es tan fácil como la gente cree conseguir participar en producciones así, que además te dan una garantía, una calidad evidente y una proyección internacional. Y es cierto que hicimos muchas pruebas, pero yo valoro mucho a Yolanda Serrano y Eva Leira por asumir el riesgo, que lo de encasillarse muchas veces es una cuestión de las oportunidades que te den, y ellas han tenido los arrestos para hacerlo. Y más allá del atractivo de la vuelta la tele, como actor ha sido muy complicado; han sido diez años en una serie mítica, con un personaje muy querido y es muy difícil ir a más en una televisión en abierto, porque aunque tenga nivel, intentar gustar a todo el mundo y tiene sus limitaciones… Me he encontrado más cercano Zúñiga que a Luisma; yo tengo de ese manipulador, yo tengo a ese hijo de puta dentro (risas) y en muchas cosas, entiendo al personaje con su poder de determinación y falta de escrúpulos, sin escatimar en estrategias a la hora de conseguir lo que quiere; una posición y un poder económico, comprando hasta los títulos nobiliarios, porque socialmente en esa época era impensable que la gente progresase. Y todo eso que tiene Zúñiga es muy atractivo de interpretar.
P: ¿A quién va dirigida La peste? ¿Cuál creéis que es su público?
P. León: A un público con el morro muy fino. A un espectador que existe, creo, que tiene la educación del gusto televisivo y está acostumbrado a ver series de pago. Un nuevo espectador que busca un producto gourmet; que hasta hace muy poco no había y que en la generalista no sería posible. Un público refinado, capaz de ver personajes complejos, al que no se le dan las cosas claritas para que las entienda. Esto cambia el panorama de los creadores y creo que es donde está la libertad creativa. El mejor cine está la televisión y de hecho, los mejores directores de cine y los mejores guionistas están ahora haciendo televisión de pago, donde además la rentabilidad es una liberación muy grande porque no dependes de la audiencia ni de la taquilla. Es una apuesta radical y me parece que es lo que tiene que ser. A nivel creativo es un lujazo y nos sentimos muy privilegiados de estar viviendo este momento que es muy emocionante.
Pablo Molinero: Y cuando te dan algo exquisito, quieres más.
P. León: También hay otra cosa que está cambiando y es que los productos no sólo se hacen pensando en la explotación nacional sino para venderse internacionalmente. Alberto es una estrella en Francia y cada vez las series nacionales se venden más fuera. Cuando La peste se presentó en Cannes, la gente decía que era lo mejor que se había hecho en Europa. Si lo comparas con Italia, por ejemplo, que está estancada, sorprende que un país como España tenga productos así. Yo saco pecho, pero no sólo por los productos caros y buenos, también por la televisión generalista que se vende muchísimo fuera; Aida en Cuba o Puerto Rico es un éxito… A veces lo que falla es la distribución y que no nos damos importancia.
P: Como director comienzas en breve una nueva serie también para Movistar, Arde Madrid, rodada en blanco y negro.
P. León: Es lo único que sé, que va a ser en blanco y negro. Empezamos el lunes y estoy cagado.
P: Y en la Peste, ¿te planteabas cómo la habrías dirigido?
P. León: Me siento tan lejos de Alberto en ese aspecto. Parece como que nos dedicamos a otras otras cosas; que yo recojo aceitunas y el verdaderamente… Ese punto me alucina. Le admiro profundamente. Es de las personas más inteligentes y más sensibles que he conocido nunca y es un director impresionante. Su tono y su sensibilidad, de lo que habla y de lo que busca en su cine ¡es tan diferente a lo mío! Me parece hasta exótico. Y durante el rodaje de la Peste, en mí no había director, estaba lobotomizado. Además yo venía de La tribu que es comedia y me dejaban también proponer porque uno sabe de lo que sabe, pero en La peste yo no tenían ni idea y le decía a Alberto: veneno que tú me dieras, veneno que yo tomaría… Es un premio para nuestros nietos. Es un orgullo haber hecho algo de un nivel muy alto, que es culpa de Alberto que se pone esa exigencia y sin querer la transmite, la contagia a todo el mundo. Nadie hace las cosas más o menos, estás a tope, y eso es muy bonito; todo un equipo con mucha pasión y muchas ganas.
P: Cómo trabajasteis esa amistad que deben tener vuestros personajes y transmitís ambos.
P. León: Pablo y yo tenemos que ser colegas pero la verdad es que desde muy pronto ya había eso.
Pablo Molinero: Ha sido fácil y nos hemos enterado que somos algo de familia. Además hemos estado unidos en adversidad (risas). Nos costó coger el tono. Y nos quedábamos mirando y pensando cómo, diciéndonos ‘hagamos esto y p’alante’. Ha sido duro pillarlo porque Alberto tiene clarísimo que siempre es menos, menos, menos…
P. León: Y cuando ya eres menos, nada, una máquina de tabaco (risas), ya lo otro es un trabajo de cirujano. Con lo cual, hay que tener mucha temple, mucha confianza en lo que te dice y mucha obediencia, porque para encontrar el tono no te deja suelto y enseguida te corta hasta conseguirlo. Él tiene muy claro lo que quiere.
P: ¿Y qué tal con esos ropajes? ¿Grabasteis en verano?
P. León: El vestuario ayuda. En agosto y en Sevilla, esas medias y esos trajes de terciopelo te hacen llegar que la peste tiene otro sentido (risas). Ahora nos duchamos por todo, pero en aquellos momentos la gente convivía ¡con unos dolores y olores! El umbral del olor y del dolor ha cambiado mucho… Yo pensaba en un dolor de muelas, que te tomas un pastilla y ya está, ¡pero en aquella de época! Lo pensaba porque tenemos que reproducir dolores y por ponerme un referente; un dolor de muelas es un nivel uno y es horrible, te mueres, pues imagínate el ocho, el nueve… También te hace entender mucho esa manera sevillana – y yo soy sevillano- tan pegada a sí misma, tan creída. Y de ahí viene; de ser la capital del mundo. ¡Y es que Sevilla ha sido mucho! Con esa cosa que tiene, que no supera, que está ahí todavía anclada… Es una ciudad muy clasista. Pero bellísima y muy sensual, muy narcótica -que digo yo-, muy hipnótica… Sevilla te embelesa, te enamora y ¡te roba la cartera! (risas). Pero es que eso sigue ahí y tú ves cómo visten todavía a los niños en Semana Santa o los domingos, con los pololos y el croché, que son de época… Allí está todo y ves hasta qué punto no ha cambiado tanto esa sociedad con la iglesia, la política y la economía tan vinculadas como en el XVI.
Fue todo un gusto recorrer el siglo XVI con Paco León y Pablo Molinero. Y esperemos volver a encontrarlos cuando llegue la segunda epidemia…
Mariló C. Calvo