THE EQUALIZER 2: Cuando segundas partes son mejores
En el año 2014 conocimos la versión cinematográfica de una serie de televisión titulada The Equalizer, que protagonizó Edward Woodward en la década de los 80. En el nuevo siglo, Denzel Washington se hace cargo del personaje y su director, Antoine Fuqua lo cambia en algunos detalles significativos, como que no conozcamos su origen cuando en la serie Robert McCall es un exagente del Servicio de Inteligencia Británico.
Lo que sí era y es nuestro héroe es un justiciero vengador que en la primera película se enfrenta a la mafia rusa para salvar de sus garras a una joven prostituta a la que conoce en un bar que ambos frecuentan.
En The Equalizer 2 el argumento se vuelve más personal. En este caso Robert venga a alguien mucho más cercano y para él no va a haber tregua. Tampoco para nosotros, los espectadores, que de este modo obtenemos una película mucho más absorbente que la primera entrega.
Si The Equalizer tarda media hora en arrancar y a continuación cambia su tono del drama introductorio a la acción de la venganza, la secuela perfecciona el ritmo y resulta ser un entretenimiento continuo aunque vaya mezclando diversas tramas, ya que Robert McCall lo mismo toma como pupilo a un chico descarriado del barrio que investiga qué ocurrió para que el personaje al que venga haya tenido ese final.
The Equalizer 2 cuenta con escenas asombrosas. Si este verano alabamos, y con razón, las de Misión: Imposible – Fallout, las que protagoniza Denzel no se quedan atrás. La del coche es digna de enmarcar, por su eficacia y porque lo habitual es encontrarse con persecuciones entre coches y vehículos varios y distintos, helicópteros incluso. Aquí el vengador McCall nos muestra que hay otras formas de explorar la acción con un coche como si de una persecución se tratara.
Es por ello que la labor de Antoine Fuqua sigue siendo impecable. Si en el primer Equalizer el guión era el elemento de menos peso en el conjunto, las escenas de acción sí eran un prodigio. Robert ponía el contador de su reloj a cero para cronometrar lo que tardaba en cargarse a los malos de la sala. Y como espectador era una gozada comprobar cómo lo que su ojo había calculado se traducía en vertiginosas imágenes para el recuerdo del género.
También la primera contaba con algo muy llamativo para tratarse de un film comercial de concepción contemporánea, en los que la violencia suele ser muy blanca, sin sangre en algunos casos y sin que la cámara registre el asesinato en otros. Con un fundido cuando éste se produce o con un corte a la siguiente escena ya entendemos que el asesinato ha tenido lugar. The Equalizer, sin regodearse en ella, reproducía una violencia muy gráfica, y eso los amantes del género lo tienen apuntado como un hito.
En The Equalizer 2 va todo de la mano, por eso es mejor película. El guion, sin ser perfecto, es bastante más sólido, la acción solo se detiene para ofrecer transiciones que justifiquen las siguientes y la violencia, sin ser tan salvaje como en la anterior, tampoco es una minucia. Además, donde en la anterior los personajes apenas importaban aquí adquieren unas capas más interesantes, con especial atención al pupilo ya citado, el Miles interpretado por Ashton Sanders, al que vimos hace un par de años dándole vida al Chiron de Moonlight.
Fuqua acierta de nuevo, como decía, en las secuencias de acción, aportándoles una espectacularidad asombrosa. Cuando parecía que todo estaba inventado nos demuestra que con una planificación milimétrica se puede bordar un tramo final de escándalo, que comienza con el joven Miles en casa del justiciero. Desde ahí, el film adquiere tintes épicos y se coloca en la cabeza de los que citar cuando nos pidan recomendar una cinta de estas características.
Por supuesto, la estrella de The Equalizer 2 sigue siendo Denzel Washington, un actor que ha demostrado ser solvente en cualquier género que se proponga. Su carisma, unido a su talento natural para la interpretación, hace que no haya escena que se le resista. Ha nacido para darle vida a cualquier personaje, siempre y cuando se ajuste a su perfil, ya que por ejemplo hace tiempo que se le pasó la edad de ser un adolescente. Incluso de aparentarlo.
Lo que sí es un hecho es que Denzel es un actor asombroso, y porque lo es, atrae las miradas sea él o no el único que está en el plano. Cómo se mueve, cómo calibra lo que necesita para llevar a cabo la acción que sabemos que está en marcha, cómo sonríe… todo en él es digno de tomar nota porque no hay nada que no haga para mejorar al personaje que tiene entre manos.
Si con The Equalizer Denzel Washington había conseguido llevar a la gran pantalla un justiciero como el Bryan Mills de Liam Neeson en la trilogía Venganza, con The Equalizer 2 consigue que aumentemos el número de papeles por los que vamos a recordarlo. Robert McCall, sobre todo gracias al cierre de este segundo Equalizer, ha ingresado en nuestra memoria a otro nivel respecto al que tenemos a personajes que siendo normales se ven obligados a luchar contra organizaciones que a los simples espectadores que los vemos y los admiramos nos vendrían enormes.
Porque Robert McCall es especial y Denzel Washington le aporta una humanidad que lo hace creíble. Es un Ethan Hunt en un contexto que él no espera, aunque nosotros sabemos que se lo va a encontrar. Por eso vamos a ver sus películas, porque el espectáculo está garantizado. Y en esta segunda parte, todavía más.
Silvia García Jerez