WILD ROSE: La libertad del Country

Wild Rose, esa rosa salvaje del título que en España se mantiene intacto, hace referencia al espíritu indomable de una protagonista que comienza el film saliendo de la cárcel. Toda una declaración de intenciones, la libertad de la que ahora puede disfrutar Rose-Lynn, una prometedora cantante de Country que sueña con triunfar en un género musical para el que es evidente que ha nacido.

Pero a Rose-Lynn (Jesse Buckley) le falta todavía un eslabón, nunca mejor dicho, para poder hacer lo que quiera sin pedirle permiso a ningún responsable penitenciario, y ese es el brazalete de seguimiento que le ponen en el tobillo para que no se escape de Glasgow, su ciudad natal escocesa, mientras demuestra el buen comportamiento que le permita no seguir siendo vigilada.

Rose tiene ahora que rehacer su vida, con sus escasos 23 años, dos niños pequeños que prefieren estar con la abuela que los ha criado todo este tiempo de reclusión, y un talento que le desborda la garganta y por el que querría luchar para conseguir llegar a ser una estrella en Nashville.

Y lo cierto es que no se le da bien a Rose-Lynn volver a ser Rose-Lynn. Para empezar, no le es fácil que cuenten de nuevo con ella en el local donde cantaba, porque una ex convicta no es la persona a la que los asistentes tienen ganas de escuchar por mucha pena que haya cumplido. La reinserción para muchos nunca será posible, no se concibe. Como idea general en el mundo. Tal vez como período penitenciario concluido, como término legal, se acepte, pero en la calle siempre te mirarán mal y nadie querrá pagar por asistir a tus actuaciones.

Esa es la sensación que tiene Rose-Lynn hasta que entra a trabajar, no sin artimañas, como chica de la limpieza a la casa de una mujer adinerada (Sophie Okonedo). Ella le abre sus puertas, sus brazos, y sus oídos, pero la realidad sigue estando ahí para Rose, y su madre (Julie Walters)se lo recuerda tan continuamente que a veces parece que no quiere que triunfe, pero es que una madre no solo está ahí para apoyarte, también para hacerte ver que más allá de los sueños hay gente que te espera cuando llegas a casa.

Rose
Rose (Jessie Buckley) es una cantante maravillosa

Wild Rose es un precioso homenaje al Country envuelto en una película que enseña las luces y las sombras de lo que supone alcanzar la fama, de lo duro que cuesta llegar a la meta que te has impuesto o que quieres alcanzar, que muchas veces es la misma, y que no esconde lo complicado que es que, teniendo una familia, también ella pesa a la hora de recorrer el camino.

Ya lo dice Damien Chazelle en su filmografía. Cada una de sus películas habla del costo personal que tiene para quien quiere triunfar el hecho de tener pareja, no hablemos ya de contar con otros miembros que son tuyos desde siempre y para siempre. La fama está creada para que solo uno la sostenga, porque la esclavitud que conlleva no acepta a nadie más en la relación. Sois tú y tu estrella, todo el que llegue, o todo el que ya esté, compartirá menos tiempo contigo. No importa a qué te dediques, el éxito es egoísta. Es la lección a aprender, y mejor hacerlo desde el cine, que solo le duele al protagonista.

Pero Wild Rose no es un film tan amargo. Lo es en muchas áreas, porque es gris desde su punto de ubicación, esa Glasglow impregnada de lluvia que no otorga un rayo de sol ni por equivocación, esos locales que por definición son oscuros, esos tonos líricos preciosos pero tristes a los que Rose llega con una voz portentosa, esos niños que siempre parece que estorban y que claro, no acogen bien el rechazo, solo faltaba.

Wild Rose es todo eso, pero también es un acertado retrato sobre la perseverancia por alcanzar los sueños en la vida aun cuando el camino se muestre árido. Y es maravilloso que la historia no atraviese lugares comunes, que no demos por hecho que con la salida de la cárcel la ruta ya está encarrilada o que debido a una voz prodigiosa lo que resta vendrá a buscarte a casa.

Porque Wild Rose, esa Rose salvaje, lo es hasta cierto punto. Todo el mundo se rompe por algún sitio y ella también tiene su límite. Y no deja de ser bonito ir siendo testigos de cómo, dentro de sus escasas posibilidades, porque sin contactos y con tantos obstáculos no es fácil defenderse en el lodo, Rose camina como la hormiguita que tiene claro cuál es su colonia.

Y a pesar todo la esperanza siempre está presente. Además de la belleza del Country. También por eso Wild Rose merece la pena disfrutarse. Porque mezcla con sabiduría la atmósfera del cine de la clase trabajadora que solía brillar en cuantos títulos firmaron Ken Loach o Stephen Frears en los 90, con el tipo de producciones musicales que ofrece actualmente el cine más independiente de la cartelera, con algo más de aire, todo hay que decirlo para dejar respirar al espectador entre tanto drama.

Jessie Buckley y Julie Walters
La madre de Rose (Julie Walters) aleccionan do a su hija

Y en el proceso, desde el principio hasta el fin, brillan dos actrices que son para enmarcar. Julie Walters, nada ajena al género musical, es esa abuela que tira y afloja de una hija, la Rose protagonista, para que no pierda el norte, porque sus hijos necesitan a su madre tanto como ella necesita al Country, y la abuela está en medio. Una abuela indudablemente cariñosa, madre devota y entregada a su hija, que sabe, por edad y experiencia, cuándo enfadarse y cuándo demostrar que si hay que ayudar, no hay nadie mejor ni más dispuesto.

Julie Walters debería ser Patrimonio de la Humanidad. Nos conformaremos con admirarla cada vez que la veamos en la pantalla, porque no solo se lo merece sino que es lo único que se puede hacer al contemplarla.

La otra actriz que nos cautiva es la maravillosa Jessie Buckley. De plena actualidad debido al éxito de la serie de HBO Chernobyl, Jessie es todo un portento en la pantalla. No solo es una presencia magnética sino que también es talentosa. Es una gran actriz pero como cantante tal vez esté incluso por encima de lo que vale para la interpretación, y eso es decir mucho de ambas labores a su cargo.

Haciendo un inciso, su Rose podría ser la otra cara de la moneda que hace un año nos presentara Brooklynn Prince en su papel de Moonee, en The Florida Project, una madre igual de desubicada en la vida, con una niña a la que cuidar pero sin saber cómo y con un talento que en el caso de Rose es positivo, porque Moonee solo podía sobrevivir de la manera más oscura posible, sin alcanzar los bajos fondos propios del cine negro. Y sí, ambas habían pasado por la cárcel. En todos lados hay almas buscando su sitio y pagando por ello.

Jessie, la actriz que protagoniza la cinta que ahora nos ocupa, quedó segunda en un concurso de talentos para la BBC, y lo cierto es que canta tan bien que podría tener una carrera en solitario y todos entenderíamos su éxito. Escucharla en Wild Rose es un privilegio, porque el director, Tom Harper, le deja su espacio para que aporta la luminosidad que la pantalla deja claro que destila. Su voz es prodigiosa y es parte de la belleza de este film dedicado a un género musical que no se prodiga en la pantalla, pero que cuando lo hace nos deja películas tan bellas como esta.

Silvia García Jerez

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