WICKED
Mágica y Excepcional
Wicked es mágica y excepcional. Un musical imparable, lleno de luz y color, que recupera ese género entre la modernidad y la herencia del Hollywood clásico con una producción fascinante y un reparto adorable, traspasando a la gran pantalla el éxito teatral de esta precuela de El mago de Oz.
Wicked (entiéndase como malvada) llega a los cines dividida en dos entregas, estrenándose en esta primera los años de juventud de aquellas dos brujas del icónico film en technicolor, encarnadas en esta (érase una) vez por otro par con personalidad propia, que reinterpreta el legado de las originales en una historia deliciosamente cantada y bailada sobre la amistad, el salto a la madurez y la responsabilidad que conllevan nuestros actos, resultando un film más profundo y adulto que su apariencia de cuento de hadas.
El relato del que parte está basado en una novela cargada de simbolismo de Gregory Maguire, convertida en una musical teatral que ya ha cumplido una década triunfante derepresentaciones en San Francisco, Londres y Broadway, bajo la dirección musical de Stephen Schwartz y el libreto de Winnie Holzman, subiendo a los escenarios ese imaginado mundo de Oz antes de la llegada de Dorothy, Totó y el trío del león, el espantapájaros y el hombre de hojalata.
Su adaptación al cine era inevitable -y con el mismo equipo creador-. No tanto la sorpresa cinematográfica que ha significado, siendo una maravilla en forma y fondo que va del rosa Barbie al amarillo baldosa, pasando por ese verde esmeralda que ya es verde esperanza hasta la llegada de la ya deseada segunda parte; pues una queda hechizada con esta primer Wicked lleno de canciones, vestidos, cachivaches y animales parlantes con un asombroso trasfondo ecológico, político y social.
Entre tanta fantasía en decorados reales y un non-stop de números musicales, Wicked es un buen giro de escoba para las brujas con sombrero de punta torcida. Una gran vuelta de tuerca a las pelis de universidades y residencias de estudiantes, de magia y conjuros, engranándose a la perfección con las coreografías multitudinarias y los brillantes recuerdos de cuando la Bruja Buena del Norte y la Malvada del Oeste fueron best friends.
Reivindicando sus nombres de cuna frente a aquellos con los que serán conocidas en las Tierras de Oz, Galinda-Glinda es la futura bruja buena -rebautizada del Sur- que nos relata en primera persona el flashback de aquella amistad. Encarnada por Ariana Grande cual muñequita de porcelana en una cajita de música, representa a la rubia frívola y popular tan encantada de sí misma como de sus desplegables de maquillaje y su séquito acompañante.
Y si Grande está a la altura de su apellido a través de la mejor parodia con sus divertidos golpes de pelo, gorgoritos operísticos y esa pierna a lo Angelina a cada pasito que da, lo que consigue la elegida como la mala de la película es de cum laude, con Cynthia Erivo como Elphaba, interpretando a esa bruja innata y novata que relata su historia en cada cantar, reflejando además cada cambio interior que atraviesa el personaje; desde el rechazo continuo por su tono de piel -a lo Shrek y Hulk-, hasta la aceptación de su excepcionalidad y destino…
Claro que antes de ver la sombra y el reflejo del sombrero negro cual tronco quemado, todo comienza como termina la antigua de 1939, celebrando la muerte de esa Bruja Malvada del Oeste, anunciada por la Buena del Sur a su llegada a Munchkinland.
No obstante, Wicked construye su identidad en cada momento y desde ese mismo principio, riéndose de sí misma con Galinda en su burbuja y pasando de largo el famoso arcoíris, sobrevolando a la de los zapatos rojos y vestido azul junto al perrito blanco, y la peculiar pandilla camino a Ciudad Esmeralda.
Obviamente no es el único guiño al filme de antaño que estas brujas inspiraron con su historia hasta ahora jamás contada, ya que en Wicked las referencias, homenajes o paralelismos son incontables, pero manteniendo aquello que debe ser común en ambas como es su lenguaje de trabalenguas y la convivencia con seres extraordinarios. Claro que también se dan elementos reconocibles de otras cintas que forman parte de la memoria popular, recordándonos por segundos a Harry Potter, Miércoles, El planeta de los simios y hasta Del revés 2. E igualmente se puede ver la influencia de Minnelli y Gene Kelly en ese baile silencioso con saludito incluido, que será la contraseña de amistad entre ambas brujas -así como el punto de inflexión de este largometraje de casi tres horas, que se pasan en un toque de varita mágica-.
Dirigida por Jon M. Chu, Wicked está cuidada al detalle y cada detalle tiene esa carga emocional necesaria que eleva este musical a otro nivel, no sólo por sus buenos temas en toda la banda sonora -y tan bien metidos-, también por esas cuestiones más serias que aborda entre baile y canción como son la superación y la determinación, junto a otras que reflejan cual espejo nuestra realidad de discriminación, empoderamiento y manipulación…
Sin saltarse tópicos adolescentes entre la rubia más popular y la freaky, el guapo de la clase que gusta a todos y todas, y hasta la hermana lista que hay que integrar, Wicked se burla de todo ello con inteligencia y una lagrimita a punto de brotar.
En Wicked hay momentos grandiosos como la cabra catedrática de Historia explicando la relación de humanos y animales con sombras chinescas, y el dueto con pantalla partida que se marcan las protas entre Pijama para dos y Grease. Pero a Elphaba no le hace falta ser princesa y puede permitirse demostrar sus poderes cuando se enfada, que ya se lo dice el galán del cuento en uno de los números más alucinantes del filme que ocurre en una de las salas más alucinantes de esa universidad de Shiz en tierras de Oz; el lugar de los libros (que no es llamado biblioteca) con esa librería de mecanismo circular a la vista, cual reloj con sus engranajes pasando el tiempo, mientras el galán va brincando (estupendo, Jonathan Bailey) y conquistándonos con ese carpe diem con ritmo y estilo en Dancing through life (bailando por la vida), presumiendo de superficialidad y egocentrismo.
Y luego está la llegada a Oz, a esa Ciudad Esmeralda que es una preciosidad de metrópolis a lo Art déco, a lo Burton y a los locos años 20, donde Elphaba es invitada para escuchar las peticiones que, en esta ocasión, son de tinte comunitario y de verde ecología -no tan personales e intransferibles como aquellas del León que ansiaba el coraje, el Espantapájaros que soñaba con un cerebro y el Hombre de Hojalata deseando un corazón-, sorprendiendo así al famoso mago (Jeff Goldblum), amante de los globos aerostáticos, marionetas y maquetas, que termina -cadi igual que en la de antaño- mostrando que todo es show y por ende, un engaño… Aunque quien revela su truco al final es Elphaba, pensando en esa comunidad que, por error o por ser rebaño, la convertirá en el enemigo común a destruir.
Acercándose al colorín-colorado de esta primera parte trágicamente hermosa o hermosamente trágica –como dicen en varias ocasiones-, las amigas toman distintos caminos con respeto y admiración, entendiendo la decisión de cada una –espero te vaya bien y no te arrepientas, van ambas cantando- incluso implicando una ruptura total que llega con un super número en todo lo alto, literal y metafóricamente, con Elphaba enfrentándose a su destino y por ende, a la gravedad, pues como bruja debe saber volar -con o sin escoba-, y cual ave Fénix escapar de un incendio y resurgir junto a los monos alados -que también aparecían en El mago de Oz-, transformada ya con su sombrero y capa negra, y flotando cual revelación, cuando Defying Gravity (desafiando la gravedad) suena apoteósica.
Llegan los créditos y unas tremendas ganas de ver la segunda entrega donde, quizás, nos cuenten si la maldad de esta –Wicked- malvada bruja es por las circunstancias vividas o por lo que los demás proyectaron…
Wicked ha recuperado la grandeza del musical con una cinta de ensueño que también hace pensar hasta inspirar para aceptar y acertar con el camino que cada cual elige, que a cada cual le toca; ya sea amarillo, rosa o verde.
Wicked será el éxito de estas Navidades (en pantalla grande y V.O.S., mejor). Y no es ningún cuento que se mantendrá en taquilla hasta los próximos premios Óscar, de los que dará buena cuenta.
Mariló C. Calvo