LA VIDA DE CHUCK: Un Stephen King decepcionante

Por fin llega a los cines La vida de Chuck, película basada en uno de tantos cuentos cortos de Stephen King, que ha sido adaptada a la gran pantalla por Mike Flanagan, quien también se hace cargo de la dirección y lo hace como cuando firmó la venerada Doctor Sueño, también basada en una obra de Stephen King, novela en ese caso, o las series de Netflix La maldición de Hill House, La maldición de Bly Manor, Misa de Medianoche o La caída de la Casa Usher, basada ésta última en el relato de Edgar Allan Poe. Y a pesar de todo este currículum y de las enormes críticas que está consiguiendo con La vida de Chuck, su mejor trabajo hasta la fecha sigue siendo Oculus: El espejo del mal, la película con la que se dio a conocer.

La vida de Chuck se estrena ahora tras haber estado un año guardada después de haber ganado el Premio del Público en el festival de Toronto, en Canadá. El dato es significativo porque la carrera al Oscar ha cambiado notablemente desde hace alguna que otra década. En los años 80 y 90 los Globos de Oro eran decisivos para ser favorito al Oscar. Pero todo, como en la industria, ha ido tomando formas distintas y ahora los Globos de Oro son sólo un baremo más a tener en cuenta, pero no el único. Y el Festival de Toronto, con su Premio del Público, ya que no tiene jurado profesional, se ha convertido en un lugar estratégico al que mirar sin perder de vista.

Porque en 2018 la espléndida Green Book ganaba allí y luego se hizo con el Oscar a la mejor película y con los de mejor guión original y mejor guión adaptado. En 2024 le tocó a American Fiction, una grandísima película que no se vio en salas porque se estrenó directamente en Prime Vídeo, pero que tuvo unas cuantas nominaciones en las categorías de mejor película, actor principal, actor secundario y banda sonora, y ganó, ese sí, el de mejor guión adaptado. En en este 2025 la ya favortia al Oscar, Hamnet, que a España llegará a finales de enero, lo ha logrado en Toronto. Y el año pasado fue La vida de Chuck la que se alzó con el premio. Y tras ganar, la película se guardó en un cajón hasta ahora. La incógnita pendía en el aire. Cómo era posible que una película que sólo por ganar en Toronto ya tenía aseguradas varias candidaturas al Oscar del pasado mes de marzo, mejor película al menos, aplazara su estreno tanto tiempo.

Pero es que cuando ves La vida de Chuck lo comprendes. Lo que no entiendes es ese premio logrado en Toronto y las opiniones posteriores, tan entusiastas. Todo el que la ve parece abducido por la que se supone que es una historia mágica y maravillosa… Pero hay quien no le encuentra justificación a tanta alabanza. Y sí a que la película se eliminara de la ecuación de la pasada carrera al Oscar. Aunque a los que no nos gusta Anora, que somos unos cuantos, nos habría dado un poco igual que La vida de Chuck compitiera con ella.

La película, al igual que el cuento corto de Stephen King, se divide en tres capítulos que cuentan la historia hacia atrás. Eso en otras tiene su sentido, aquí tampoco lo vemos. Un primer episodio en el que se alaba a Chuck en vallas publicitarias, en medios de comunicación… todo el mundo parece conocer a ese personaje que aún no nos ha sido presentado y que, a tenor de las gracias que se le da en cada anuncio que vemos con su nombre y su foto, da la impresión de que ha sido fundamental para todos durante sus pocos más de 30 años de vida. Y en el segundo episodio lo conocemos. Bailando. Un baile estupendo, divertido, pero nada más. Tercer episodio. La vida de Chuck como tal. Su infancia, la pérdida de sus padres y la vida con sus abuelos. Y en el colegio. Y las clases de baile. Y un secreto en una habitación cerrada. Una habitación que Chuck tiene prohibido abrir en casa de sus abuelos. Y nada más. El argumento es ese. Píldoras de una existencia que no entendemos que haya sido tan popular para la gente si recordamos el primer capítulo de la cinta.

Un momento de la secuencia más celebrada de la película

Trazos de una vida, sueltos, un tanto aleatorios, que finalmente no tienen ningún hilo en común con el inicio del film. Tampoco nada que justifique la narración hacia atrás. Ni Chuck tiene, narrativamente hablando, elemento alguno especialmente destacado para focalizar por sí solo una historia. Más allá del más talento que el bailar bien. Incluso muy bien. Pero con esa habilidad no se genera un argumento sólido y menos uno que dé consistencia al cúmulo de acontecimientos que tienen lugar en el episodio de arranque.

Por lo tanto La vida de Chuck es una historia inconexa que a ratos se vuelve totalmente marciana. No sabemos qué estamos viendo. Nada tiene sentido en este metraje. Y nos aburrimos. Porque además el ritmo no es precisamente acelerado. Se va tomando su tiempo para contarnos algo que no entendemos. Y que por momentos es la nada total.

Es incomprensible que una película tan extraña esté siendo objeto de opiniones tan entusiastas porque lo que más deja su visionado es completamente frío. Y eso que Stephen King suele ser un maestro de la escritura y que pocas adaptaciones de sus novelas o relatos cortos son decepcionantes. La lista es larga y ocupa décadas de la Historia del cine. Y no sólo con historias de terror, también con otras más sociales, caso de La milla verde o de Cadena perpetua, incluso Cuenta conmigo, una de las mejores que se han hecho basadas en sus relatos. Y a la espera estamos del estreno en noviembre de La larga marcha, lo primero que escribió en su carrera, tanto es así que lo publicó con el pseudónimo de Richard Bachman en 1979.

King es un genio reconocido por su éxito pero no por un Premio Nobel que lleva mucho tiempo mereciéndose. Tanto es así que ya puede que se le quede pequeño y si alguna vez se lo dan sea el autor el que le devuelva el brillo que algún día tuvo, cuando popularmente se conocía al escritor que lo ganaba en lugar de tener que estarlo buscando para saber a quién habían elegido.

Esto implica algo muy sencillo: cuando se lleva al cine una adaptación de Stephen King se espera con ganas. Sin más. Y normalmente suele salir de ese trabajo un film como poco interesante. No siempre, porque es imposible. King tiene una obra tan amplia que acertar en todas ellas no es viable, pero la estadística no es mala y casi todas, a unos u otros espectadores, convencen. Pero La vida de Chuck no está entre ellas para quienes no aceptamos que sea un relato apasionante.

De hecho, no hubiera sido de extrañar que King tuviera tenido una inspiración con la habitación secreta a la que Chuck no puede entrar y hubiera tratado de generar una historia alrededor de ella. Pero no lo ha logrado. Y la adaptación al cine da buena cuenta de lo complicado que era llevarla a la gran pantalla porque partía ya de un relato imposible. Podía Flanagan haber cambiado cosas, como hizo Frank Darabont con La niebla, con tanta maestría que hasta Stephen King lo felicitó por haber conseguido un final mucho mejor que el suyo. Pero no ha sido el caso. Y ni relato corto ni película surgida de él son recomendables.

Y es una lástima. Cuando uno admira a los autores de una obra quiere ver algo bueno en su siguiente proyecto. Una nueva adaptación de un relato de Stephen King es siempre una buena noticia, una película de Mike Flanagan es sinónimo de proyecto interesante, una película protagonizada por Tom Hiddleston no tiene por qué ser mala, aunque el actor tenga mejor voz que talento, un largometraje con la intervención de Chiwetel Ejiofor, Mark Hamill o Karen Gillan es un punto a su favor. Pero el cóctel resultante no es bueno, el sabor que sale de él necesita mucho aderezo para acabar siendo lo que esperábamos de él y en general la película supone una decepción enorme para los amantes de cuanto sale de la imaginación de Stephen King.

Silvia García Jerez

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