UPON ENTRY: En tierra extraña
Siempre se ha dicho que al llegar a Estados Unidos pasar la aduana puede ser un trámite complicado, y en Upon Entry podemos comprobar por qué. Lo que propone la película es un ejemplo, un caso determinado, podría haber sido cualquier otro, pero los directores, Alejandro Rojas y Juan Sebastián Vasquez, han querido plasmar en ella situaciones que han vivido en los aeropuertos norteamericanos y que no les son ajenas.
Como alguna vez hemos sabido de alguien al que hayan llevado al reservado para hacerle un chequeo mayor, hacerle preguntas específicas sobre algo que no les cuadre cuando se presenta el pasaporte o llevar a cabo una verificación concreta de algo que se lleve en la maleta, en Upon Entry vemos uno de esos ejemplos de lo que sucede cuando no te dejan pasar la aduana y te retiran de la cola para llevarte a no se sabe bien dónde a que te hagan o te pregunten no se sabe bien qué. La incertidumbre se apodera del momento y el viaje puede verse trastocado de forma inesperada.
Es precisamente lo que les ocurre a Diego (Alberto Ammann), un chico venezolano, y a Elena (Bruna Cusí), bailarina y profesora de danza para niños en Barcelona, cuando viajan a Estados Unidos a comenzar una nueva vida como pareja. El agente de la aduana los detiene y se los lleva a los sótanos de las dependencias del aeropuerto JFK destinado a inmigración para hacerles unas preguntas. Da igual que el hermano de Diego los esté esperando para hacerles una visita, ni siquiera podrán avisarlo porque les prohíben el uso de sus teléfonos móviles. Ahora están a merced de los agentes y tendrán que contestar las preguntas que les hagan, tanto juntos como por separado. Poco a poco, la situación se va poniendo más y más tensa porque las respuestas no son fáciles cuando, en efecto, tienes algo que ocultar…
Upon Entry es una de esas películas que agradeces como espectador. Porque no es larga -1 hora y 17 minutos- y se disfruta de principio a fin gracias a un planteamiento que no por muy supuesto que se dé resulta ser así de obvio y a una tensión que va impregnando la sala de angustia y malestar. Lo que vamos sabiendo de lo que ha ido ocurriendo en esa pareja nos va inquietando, sobrecogiendo, y la gravedad de lo expuesto cambia por completo la imagen idílica de esa nueva vida que se vislumbra en el horizonte.
Alberto Ammann logró la Biznaga de Plata al mejor actor en el pasado festival de Málaga, y está espléndido, pero hay que reconocer que él tiene la parte más vistosa de los dos y que Bruna Cusí brilla en la oscuridad de un papel menos agradecido que esconde auténtico oro. Sus expresiones, sus reacciones, todo en su personaje es fabuloso y ella sabe darle una dimensión que te arrastra y te vapulea. Su trabajo es colosal.
También lo es esa exposición de la doble cara, de lo que no se dice aunque esté ahí, de lo que no se cuenta para seguir adelante. Siempre hay quien te delata, quien sabe lo que quieres esconder y cómo sacarlo a la luz. Y en ese proceso el que sale ganando es el espectador, que se lleva en el recuerdo una película estupenda.
Y es que Upon Entry es magnífica. Con el alma de una obra teatral, un escenario de interrogatorio es lo que tiene, supone un retrato demoledor de una sociedad en la que, cual tiburón en la jungla del océano, hay quien se las apaña para sobrevivir en la del capitalismo con las peores artes posibles. Y todos nuestros actos tienen consecuencias, la cuestión es descubrir cuáles serán.
Silvia García Jerez