TRON: ARES – La IA toma conciencia de sí misma

Prometo que no creí que Tron: Ares fuera a ser tan sobresaliente ni que llegara a ser el espectáculo magno que es.

Tron, si recordamos, es una película de ciencia ficción que data de 1982. La dirigía Steven Lisberger y la protagonizaba un jovencito Jeff Bridges interpretando a Kevin Flynn, un arrogante programador informático y de videojuegos que se transporta al mundo del software en el que los programas son humanoides. La idea era muy brillante y los efectos especiales aún más, pero la cinta no funcionó en taquilla porque aparte de eso en sí misma no era una buena película. Al público le aburrió y no cosechó el éxito esperado.

Pero con el tiempo se ha convertido en un título de culto y de hecho se editaron cómics y videojuegos –Tron: Betrayal (2003) y Tron: Evolution (2010)-, e incluso una serie animada –Tron: Uprising (2012)- basados en ella antes de que el cine retomara su universo con Tron: Legacy (2010) y ahora en esta tercera entrega.

Greta Lee, de protagonista de VIDAS PASADAS a protagonizar la nueva entrega de TRON

Tron: Ares nos presenta precisamente a ese personaje, Ares, al que da vida Jared Leto, el Control Central de la CPU que un malvado Julian Dillinger (Evan Peters) trata de, valga la redundancia, controlar, para que dé con el paradero de Eve Kim (Greta Lee, la protagonista de Vidas pasadas), de modo que pueda obtener el código permanente que tiene en su poder. Éste código permite que los programas humanoides puedan tener más de media hora de vida fuera del sistema informático del que dependen sin autodestruirse. Pero Ares es algo más que un humanoide, es casi un humano que ve el peligro de lo que Dillinger trata de hacer y se rebela contra su programador, iniciando una guerra interna en la que va a poner su propia, y corta, vida en riesgo.

Lo cierto es que desde el comienzo, y por comienzo quiero decir desde el logo de la productora, Disney, tematizado de Tron, Tron: Ares ya es una gozada. Y justo después llega un prólogo que incluye la secuencia de créditos. Eso es también puro disfrute, porque si os dais cuenta en las películas ya nunca están situados los créditos al comenzar. Siempre están al final. Vemos la película sin saber quién la interpreta ni quién la dirige. No la dirige nadie. El estudio tal vez… y a veces es así, dan demasiadas indicaciones y dejan de lado al que debe darlas. Pero es un hecho que ya el público no sabe quién ha hecho las películas porque además se marcha en la secuencia de créditos. Para él ya acabó. Y por supuesto, cuando las emitan las televisiones como los cortan, aún menos posibilidades de saber quién las realizó. Lamentable por parte de las productoras. Pero como Tron: Ares viene de una película de los 80, donde se daba buena cuenta desde el principio de quiénes la habían realizado, también se incluye aquí. Como cuando vemos una de James Bond, que tiene sí o sí secuencia de créditos tras el prólogo. Pero la secuencia de créditos, o los créditos iniciales sin secuencia, son un modelo de cine a extinguir, eso está claro.

Y entonces empieza el argumento de la presente. Ya entramos en el desarrollo de la historia, y no podemos apartar los ojos de la pantalla. Lo cierto es que no solamente la parte visual de Tron: Ares es espectacular, con eso ya se cuenta porque es marca de la casa, lo que ha hecho famoso su universo, pero cuando piensas que no va a haber nada más, el guión de Jesse Wigutow, David Digilio y Steven Lisberger -director de la primera entrega- nos deja con la boca abierta.

Lejos de resultar aburrido, este nuevo Tron es apasionante. Y bebe de aquellos de los que surge, con referencias claras a ellos, a los Bits que componían los ordenadores entonces y los gráficos que entonces eran todo un adelanto pero que hoy se antojan primitivos. Tal vez el primer Tron era aburrido porque requería de una tecnología, dentro de su historia, que todavía no había llegado y no se podía ofrecer, pero en este caso, décadas más tarde, parece, y es, un universo casi desconocido si lo comparamos con aquel.

Tron: Ares recuerda, por momentos, algunas de las más grandes películas de acción de los últimos tiempos. Poned el título que más os guste y las persecuciones son parecidas, tienen el mismo ritmo y el mismo gancho. Y, por qué no, me gustaría citar Terminator 2: La rebelión de las máquinas en las referencias a las que uno acude cuando la está viendo.

Los personajes, claro está, son muy planos. Eso sí. Son meros instrumentos para hacer más apasionante la acción y los efectos visuales. Pero no son más que programas informáticos programados con un fin que realizar. Haz esto. Lo hago. No lo hago. No hay más. La grandeza de la película no radica en ellos aunque sirvan para crear un conjunto asombroso.

Más allá del entretenimiento, que es la baza más evidente de la película, también cuenta con un mensaje acerca de la mala utilización de las nuevas tecnologías, sobre todo la IA, que es básicamente el personaje de Ares. Una Inteligencia Artificial que, al igual que Skynet, toma conciencia de sí misma. Y en nuestras manos, más que en las suyas, ha de andar la responsabilidad de usarla para el Bien en lugar de para hacer el Mal. Es un mensaje muy básico pero está claro que hay que lanzarlo periódicamente para que quienes más la controlan lo tengan en cuenta.

Tron: Ares triunfó recientemente en la ComicCon de Málaga, a la que asistió el equipo para presentarla, capitaneado por un muy solicitado Jared Leto. Su panel fue uno de los que más afluencia suscitaron y además tenían en su stand una de las motos de la película, una maravilla para los miles de asistentes que desbordaron las instalaciones en lo que muchos calificaron como una pésima gestión y peor organización del evento. Pero Tron: Ares salió bien parada de allí y ahora llega a nuestras pantallas para deleitar a todo el que quiera pasar dos horas apasionantes de cine en las que sólo hay un fallo: la inclusión -muy breve- del personaje de Jeff Bridges, anunciado ya en los créditos que vimos al inicio. Salvo ese desliz, obligatorio por la nostalgia, pero incluido con calzador en el metraje, la película es puro espectáculo, pura diversión de lo más recomendable.

Silvia García Jerez

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