THE SMASHING MACHINE: The Rock se pasa al cine de autor
Dwayne Johnson, conocido como The Rock en el mundo de la lucha libre, gracias a The Smashing Machine cambia de registro interpretativo y se pasa del cine comercial al de autor para meterse en la piel del luchador de la MMA (Mixed Martial Arts o Artes Marciales Mixtas) Mark Kerr, que fue dos veces campeón del Torneo de Peso Pesado de UFC, fue Campeón de World Wide Tudo Championship y competidor de PRIDE FC. en Japón, tras el cual abandonó el mundo en el que fue apodado La Máquina Destructora, que es la traducción a nuestro idioma del título en inglés de la película.
Johnson, que fue, como hemos dicho, luchador en el mundo de la Lucha Libre, donde era conocido como de The Rock, sobrenombre con el que también se pasó al cine cuando cambió de trabajo para que su nombre real no resultara tan desconocido de cara a la taquilla, ya tenía la complexión física para acometer el personaje real de Kerr en la gran pantalla, pero no por ello resultó menos complicado acercarse al personaje, porque tuvo que perder 27 kilos para igualarse un poco más al Mark Kerr de entonces. Y todavía, obviamente, quedaba la caracterización.
Dwayne es reconocible bajo el maquillaje, pero no acaba de ser él del todo debido a la transformación que sufre. El resultado acaba siendo una mezcla entre Dwayne Johnson y Mark Kerr que para contar la historia de éste último nos viene bien. Es la caracterización más aproximada posible al personaje que interpreta que puede lograr. Y no está nada mal si lo que quieres es que tu rostro original aún asome por debajo del maquillaje. Si no quieres que tu cara desaparezca como le ocurre a Colin Farell bajo los prostéticos de The Penguin en la serie de HBO. No es una crítica, conste, es un hecho.
Johnson también es uno de los productores de la película. Está completamente implicado en ella, no se le puede achacar que no haya intentado conseguir una obra magnífica con The Smashing Machine. Y lo logra, además, gracias a Bennie Safdie, hermano de Josh Safdie, con quien rodó, entre otras, Diamantes en bruto en 2019, tras la cual los hermanos se separaron para afrontar sus carreras de directores por separado. Y, de momento, parece que Bennie ha acertado. Veremos si Josh también apunta alto cuando llegue el estreno, el 25 de diciembre en Estados Unidos, a finales de febrero en España, de Marty Supreme, protagonizada por esa estrella cada día más consolidada en la industria que es Timothée Chalamet.
The Smashing Machine no es una película perfecta pero tiene muchas virtudes. Si le queremos achacar que como biopic es un telefilme tirando a convencional, tal argumento se nos cae cuando miramos la estética de su producción. Es acertadamente setentera, una de las mejores décadas del cine norteamericano, aunque los años en los que se centra la película sean más cercanos a los 2000. Su grano, su vestuario o su maquillaje y peluquería remiten a los 70, y nos llevan al tiempo en el que cine, aunque se tratara de una producción pequeña que estuviera destinada únicamente al consumo televisivo, estaba más cuidada. No es el caso de la presente cinta, de la que se ocupa A24, actualmente una de las mejores productoras de la industria norteamericana, pero sí recuerda a ellas.
No sólo eso, The Smashing Machine también es espléndida en su narración, y no sólo en la parte de los combates. La vida personal de Mark Kerr tiene un protagonismo indudable, tanto en su bajada a los infiernos debido a su adicción a los opiáceos como en su relación con Dawn Staples (Emily Blunt), su novia durante todo ese tiempo y su apoyo incondicional incluso en los peores momentos del luchador.
Blunt, como la extraordinaria actriz que es, realiza un trabajo sobresaliente en la película. Probablemente pueda ser considerada como secundaria en el conjunto del metraje, pero estaría igual de brillante de ser tomada como protagonista. Y está, tal vez, mejor que Dwayne Johnson. De optar a premios ambos en la carrera al Oscar que ahora se inicia, Emily Blunt es muy superior a su compañero, que, todo hay que decirlo, no está nada mal.
Es una película interesante The Smasing Machine. No tanto en lo que cuenta, que no deja de ser un poco el historial de los deportistas de élite con sus problemas personales y sus intentos de no perder el foco de la fama, como en la manera de acercarnos a una figura que muchos desconocemos. La dirección de Safdie es estupenda, la estética, como ya ha quedado dicho, es un acierto y, por poner otro ejemplo, la banda sonora, tanto en el score compuesto por Nala Sinephro como en los temas musicales, otro.
Y el ritmo, algo básico para que el espectador pueda mantener la atención en la película, también está a la altura. The Smashing Machine es, en realidad, una producción mucho más espléndida de lo que sus críticas provenientes del festival de Venecia hicieron ver. A veces los prejuicios hacen de menos a producciones que se merecen mucho más, y cuando la inercia negativa comienza es muy difícil cortarle el paso a más opiniones que no la valoren positivamente. Ir en contra de la corriente que se crea alrededor de una película es complicado, y The Smashing Machine no es tan mala como se ha ido diciendo. Es incluso espléndida, pero el río de aguas negras que se está vertiendo sobre ella está sepultando las múltiples virtudes que tiene sobre el defecto ‘mayúsculo’ de parecer un telefilme, sin serlo. Ojalá el tiempo la ponga en el lugar que debería ocupar, ya que es posible que los premios no la respalden y que quede en el olvido del que ni siquiera Dwayne Johnson sea capaz de rescatarla.
Silvia García Jerez