THE RIDER: El ocaso del jinete
The Rider es una de esas películas que te marcan. Que siendo bonitas son muy duras, que siendo humanas son desgarradoras, que siendo esperanzadoras son demoledoras. Cine contradictorio porque la vida es contradictoria.
The Rider se acerca a la historia real de Brady Blackburn, quien en el film se interpreta a sí mismo como Brady Jandreau, un chico que, siendo una promesa del mundo del rodeo, sufre un accidente que lo aparta momentáneamente de los ruedos. Ese momentáneamente incluye todo el tiempo que necesita para recuperarse y para darse cuenta de que tal vez no vuelva a poder competir, ni siquiera a subirse a uno de esos caballos tan bonitos como peligrosos.
La cinta hace una radiografía del entorno familiar y amistoso de Brady, se mete de lleno en su casa para que podamos conocer sus costumbres, su día a día, a su padre, un hombre entregado a su prole que no desea que su hijo vuelva a subirse a un caballo, a su hermana, una chica discapacitada muy cariñosa y a su mejor amigo, otra promesa del rodeo, el mejor de todos ellos, que debido a otro accidente quedó peor parado aún que Brady.

En efecto, con la sinopsis desplegada, The Rider confirma que no se trata de una película divertida. Las palomitas hay que dejarlas de lado, para otro título. Quien entre a The rider ha de saber que se va a encontrar con una cinta muy dramática, aunque realizada con un tacto, una sensibilidad y un buen gusto extraordinarios.
Su directora, Chloé Zhao, se decidió a contar la historia de Brady tras haberlo conocido en su rancho cuando preparaba su anterior film, su ópera prima, Songs my brothers tought me. En aquel entonces él aún no había tenido el accidente y Chloé simplemente quería que el jinete interviniera en alguna de sus películas, pero cuando le ocurrió el hecho que le cambió la vida fue cuando la directora se dio cuenta de que su historia tenía que ser plasmada.
Y lo ha hecho de una manera tan elegante que no se le puede poner ninguna pega. Chloé Zhao ha filmado un film bellísimo, alejado de la sordidez en la que podría haber caído y centrado únicamente en ofrecernos una historia de superación, la de un puñado de perdedores a los que la vida ha dejado de sonreírles pero que son capaces de buscar los resquicios por los que ver un motivo para seguir haciéndolo.

La dirección de Zhao es brillante desde todos los puntos de vista. No solo en cuanto a la dirección de actores, que aunque se trate de los mismos que han sufrido los accidentes que se detallan, vídeos incluidos de los momentos de las tragedias, tienen que ser creíbles y naturales a la cámara. De no haberlo conseguido, The rider habría caído con facilidad en la caricatura, y no lo hace, es un drama perfectamente ficcionado.
También acierta Zhao en los momentos más reales de todos, donde se ve que su protagonista ha sido un auténtico cowboy entregado a los caballos, a su monta y a su doma. Los momentos en los que lo vemos junto a ellos, sabiendo comportarse, sabiendo cómo acercarse y cómo ganarse su confianza, son de una ternura admirable.
Pese a ser una película muy recomendable, porque el gran cine siempre lo es, hay que advertir que ni su tempo es muy comercial, ya que está narrada desde la tranquilidad, el sosiego y el no poder moverse a un ritmo mayor, adecuándose al de sus personajes y a su vida no solo en el campo sino limitada por sus handicaps. Cuando la vida cambia puede ser para echar el freno, para reflexionar mientras la herida se recupera.
Y también hay que dejar claro que The rider es un drama intenso, de los que van dejando el poso que implica que algo nos toca por dentro. Nos avisa de que lo que vemos en la pantalla es una consecuencia a la que todos estamos expuestos, sobre todo si nos dedicáramos a lo mismo, aunque un accidente lo podemos sufrir en cualquier circunstancia y sumirnos en penas semejantes. Además, The Rider nos dice que por mucho amor que haya en una familia éste no siempre se puede vivir de la manera idílica que nos han enseñado. Y por eso podemos llegar a salir del cine necesitando un poco de aire.
Una vez advertido esto, dispongámonos a enfrentarnos con la gran película que tenemos por delante, con todos sus aciertos y virtudes, que son muchísimos, casi todos. Estamos ante uno de los descubrimientos del cine independiente norteamericano del año y tras verla solo cabe esperar la próxima película de su directora y desear que sea tan buena como la que ahora estrena.
Silvia García Jerez