THE MATRIX RESURRECTIONS
Un déjà vu demasiado gracioso
¿Pastilla roja, o pastilla azul? La elección que cambió la ciencia ficción es ya una ilusión.
Y así se revela en esta oportunidad de resurrección, cargada de recuerdos, que se autoparodia y homenajea en un bucle constante.
Si hay vida después de este nuevo Matrix, es ya una cuestión de tiempo.
The Matrix Resurrections tendría que terminar cuando llegando casi al final, Trinity enuncia un qué bonito ante el amanecer o el ocaso que contempla junto a Neo, cogiéndole de la mano. Tal cual.
Y no les destripo nada.
Estamos hablando del retorno de Matrix y no podían faltar sus personajes principales, otorgando todo el sentido a esta resurrección que parte de la historia original de 1999; aquella que se convirtió en modelo y leyenda.
Sin embargo, tras dos horas de metaexplicaiones del meta-universo conectado, autoparodiándose y homenajeándose entre la nostalgia, las sorpresas y la curiosidad, esta nueva entrega acaba siendo un déjà vu demasiado gracioso (con chiste poscréditos inclusive, muy de youtubers) para una película de superhéroes y heroínas voladoras, y no tanto un filme firmado por los hermanos o hermanas Wachowski. La pareja que hace veinte años estalló la cabeza de toda una generación, ofreciendo una pastilla roja o azul para poder ser dueños de nuestro destino, aún en un mundo alternativo que bien podría ser el real.
El par de hermanos, por aquel entonces, desplegaron un asombroso relato con influencias de Alicia y su país de las maravillas, una nomenclatura de estilo clásico con nombres en latín y cierta inspiración casi bíblica, presentándonos a un salvador o elegido que consigue cambiar el mundo, rebelarse contra lo establecido y ser inspiración para tiempos venideros.
Claro está que esa misma generación venía de una infancia con otro mesías cinematográfico -el Skywalker de Star Wars-, pero todo aquello ocurría en una galaxia muy, muy lejana, mientras que Matrix representaba la eterna cuestión del libre albedrío en un mundo cercano, con el enganche de maquinas y humanos a la orden del día.
Arrastrando ideas de Blade Runner y asentando referentes para futuras cintas, como Origen de Nolan, The Matrix se adelantaba a nuestro presente, a las puertas del s.XXI, cuando Internet comenzaba a adaptarse a nuestras vidas y una vida alternativa online ya era posible.
Además Matrix funcionaba como un seductor max-mix de filosofías, cual nuevo evangelio, planteando una acertada crítica social con estética de cuero bondage, ecos de drogas de diseño y unas imprescindibles gafas de sol para ocultarse o mostrase a la realidad.
Y asimismo sus efectos especiales -con alucinantes coreografías de peleas y acrobacias casi imposibles- traspasando materia y el tiempo, crearon escuela de inmediato.
Tras ese primer enganche, vinieron un par de secuelas: The Matrix Revolutions y Reload, convirtiéndose en trilogía y en leyenda, dentro y fuera de la pantalla.
Tomando esta premisa y hasta burlándose de ella, The Matrix Resurrections contesta a todas las cuestiones liberadas en la primigenia y resume la dos restantes; desarrollando ya una narrativa propia, bajo un mismo cielo controlado por ordenador.
A través de un fantástico juego de paralelismo, de realidad y ficción, en un especie de transcine aunando al espectador nuevo, al fan eterno y al mero conocedor del relato fílmico, The Matrix Resurrecctions recupera el código antiguo para evolucionar hacia un cuento más romántico y femenino -como corresponde a estos tiempos y tendencias actuales-, que terminará para el público más adulto como una mezcla demasiado ad libitum y un tanto “morada”, de su ahora, directora, Lana Wachowski -independizada ya familiarmente y liberada transgénero-.
Ahora, la elección y la libertad, es ya una ilusión.
No obstante, la oportunidad de esta resurrección no está del todo desaprovechada.
Y dos décadas después, tras guerras y purgas, existe una sociedad de bello apocalipsis y hasta una robótica paloma de la paz. Un mundo cargado de programas y generado por sistemas, que huye del Sistema considerado siempre como “lo real” y de la verdad compartida.
Entre seres biónicos (ese futuro del ser humano) y los sintéticos -las antiguas máquinas, incluyendo una robótica paloma de la paz) acompañamos a la nueva protagonista (asiática y con el pelo azul, también muy a la moda) atravesando puertas y espejos, siguiendo al hacker que inventó el videojuego que revolucionó el mundo.
Y entre tanto recuerdo, mucha pirotecnia, algunos guiños culturales y un perfecto diseño de producción, en The Matrix Resurrections asistimos a momentos emocionantes y a otros tantos, divertidos; como cuando se recurre a las imágenes del pasado y se muestra ese primer Matrix en un viejo teatro, o en televisores vintage. O cuando en la reunión de publicistas para lanzar la secuela del videojuego “que es porno para el cerebro” se habla de Warner Bros. -que la produce-, pues “sea como sea, quiere hacerla”, ironizando sobre la industria del ocio y justificando en clave de chiste cualquier “pero” que se le pudiera poner a este nuevo blockbuster.
Sigue siendo un disfrute volver a la imaginería que marcó toda una época; con la lluvia presente, los abrigos largos de piel y el reflejo de cada cual en las lentes de espejo. A la par que ver el regreso de esas cápsulas gelatinosas de nacimiento, con los ombligos cableados y las espinas dorsales de metal, enganchadas a la omnipresente matriz principal.
Alternando dos realidades y una sola verdad, los personajes de antaño se mueven en esta creación de mundos paralelos junto a algunos nuevos, que son también los de siempre pero cuando eran jóvenes -con Morfeo y el Agente Smith con la chulería y osadía propia de su edad, arriesgando en lo políticamente incorrecto y a la altura de sus predecesores-.
Entre tanto, nos reencontramos con Neo, más maduro y con más sufrimiento, y a Trinity (Carrie-Anne Moss), empoderándose en cada aparición. Ambos, mejor que hace veinte años.
Mas si hay un momento brillante en The Matrix Resurrections es la secuencia de la sesión de terapia (de libro de psicología sobre el suicidio, los artistas y la alteración de la realidad) con Keanu Reeves aferrándose a su supuesta cordura, dudando de la percepción de sus dedos, de su propia imagen y de su pretendida locura.
Mientras algunas caras conocidas van apareciendo, completando el reparto y re-interpretando antiguos papeles (aunque Christina Ricci no es fácil de reconocer), como el Merovingio a lo Rey pescador, quien con su poder de palabra se marca un discurso en una lengua inventada que es de ovación (“ ¡Y ese fuck-face-zakaberg que ahora vive una vida simulada! ¿Dónde realmente está?”).
Y por supuesto, una y otra vez, volveremos al momento del tiempo-bala; ahora, la gran parodia del filme, con toda razón, pero no sé si con tanta gracia. Porque si uno piensa en Matrix, la cosa va arquear la espalda hacia atrás, todo lo que se pueda y como a cámara lenta, para evitar los puñetazos o poder esquivar los proyectiles que inundan la película.
Llegando a ese final alternativo con el que empieza mi crítica, llegamos verdaderamente al fin de la historia con un gato negro y un cascabel, cual truco a lo Deus ex machina. Y entonces todo se torna pueril…
O quizás soy yo, que sigo en bucle desde que elegí lapastilla roja con el Matrix de mi juventud. Claro está que el futuro es de los jóvenes. De siempre. Y son quienes elegirán…
Solo espero que The Matrix Resurrecctions sea de su agrado, les haga flipar igualmente y libere su mente.
Mariló C. Calvo