SORRY WE MISSED YOU: El infierno de la precariedad

Sorry we missed you es la película que nos devuelve a Ken Loach. No es que el cineasta inglés haya dejado de rodar y de repente estrene un título después de muchos años, no. Ken nunca ha dejado el oficio, pero llevaba años sin ofrecernos una gran película, aunque no lo parezca.

Su último trabajo, Yo, Daniel Blake, fue extremadamente flojo, así como otros anteriores tipo La parte de los ángeles o Buscando a Eric, títulos incluso olvidados dentro de una filmografía que antaño fuera brutal, el cine que hacía en los años 90, aquellos en los que nos diera una y otra vez sobredosis de realidad sin concesiones con películas como Ladybird, Ladybird, Riff-Raff, Lloviendo piedras o Mi nombre es Joe, cine que te removía por dentro y no te soltaba por muy insensible que fueras.

A partir de los 2000, con la estupenda excepción de El viento que agita la cebada, Palma de Oro en el festival de Cannes, diez años después de comenzar su colaboración con el guionista Paul Laverty, no dejó de bajar el listón, con resultados que teniendo su sello inequívocamente reivindicativo, aparcaban el cine más salvaje, más doloroso, sustituyéndolo por uno donde la exposición de los problemas era tan suave que el mensaje se diluía en el receptor de manera que éste se enterara de la situación pero no la sufriera como pasaba en su cine de los 90, que cortaba la respiración del primer fotograma al último.

Yo, Daniel Blake, solo contenía una escena brillante, la del supermercado. El resto de la película caía inmediatamente en el olvido de una mediocridad que ya parecía haberse instalado en el cine de Ken Loach. Pero llega Sorry we missed you y advertimos que todo cine es recuperable, que quien supo hacer un film estremecedor puede volver a hacerlo.

Los hijos del matrimonio
Los hijos del matrimonio

En Sorry we missed you tenemos una familia protagonista. Ricky (Kris Hitchen) y Abby (Debbie Honewood) perdieron la casa que estaban a punto de comprar debido a la crisis y ahora tienen que enfrentarse a trabajos precarios, llenos de horas en el día y sin conciliación posible.

 Abby es cuidadora de ancianos y le encanta su trabajo, pero no puede dejar de estar pendiente del móvil ni un segundo porque los ancianos que cuida están solos y pueden necesitarla incluso para ir al baño. Y la empresa la vigila para que no reduzca ni una sola de sus tareas.

Ricky, por su parte, después de estar cambiando de trabajos encuentra uno de repartidor gracias al maravilloso mundo de las App, las aplicaciones de móvil, que le permite ir en su propia camioneta, pero respetando los horarios infernales de la empresa. No puede dejar ni un paquete por entregar, no puede llegar tarde, y no puede ni ir al baño. Literalmente.

Tales horarios y esfuerzos sobrehumanos harán que ninguno pueda pasar ni media hora con sus dos hijos, una chica que parece llevar bien el exceso de trabajo de sus padres y un chico rebelde que empieza a ver que para qué va a estudiar si va a terminar igual que ellos. Así que el chico empieza a dar problemas en el instituto… y fuera de él. Y lo último que necesitan Ricky y Abby es ocuparse de algo que no esté en la ruta de sus empresas.

El trabajo es lo primero
El trabajo es lo primero en la familia

Ken Loach dirige, en Sorry we missed you, su foco crítico a la precariedad laboral de los falsos autónomos, y con ello crea una de las mejores obras de su carrera. Desde luego, se trata de su mejor película en muchos años, pero es que además puede sumarse a la lista de filmes por los que se ganó la fama de cineasta imprescindible hace dos décadas.

Sorry we missed you es un título de doble lectura, porque no solo corresponde al Lo siento, te hemos echado de menos –traducción al español-, que evoca el poco tiempo que deja el trabajo para la familia, sino que además tiene otro sentido, que Loach explica de manera visual al enfocarnos las hojas con las que los repartidores dejan el aviso de la entrega a quienes no están en casa para recogerlas.

Loach no se pierde por el camino a la hora de contarnos cada una de las atrocidades a las que somete la precariedad a quienes no pueden refugiarse en un trabajo mejor. Explotación, broncas, exigencias, nada es suficiente. Por muy bien que lo hagas no puedes bajar la guardia, el día que lo hagas, la hora que falles, corre por tu cuenta, y no ganas lo suficiente como para saldar ninguna deuda con la empresa que tan bien te ha vendido que tú vas a ser ahora tu propio jefe.

Tensión por todos los flancos. El matrimonio ya no sabe cómo enfrentarse a su propia vida, a un hijo que no les está ayudando, sino todo lo contrario, que cada vez pone las cosas más difíciles.

Loach y Laverty en este caso han formado un tándem de altura y han conseguido entre los dos una de las mejores películas del año. Un film que no da tregua, con el que como espectador te sientes acorralado, pero que como ciudadano te debería hacer reflexionar acerca del mundo en el que estamos viviendo, acerca de la situación en la que están los repartidores a los que nosotros mismos les abrimos la puerta para que nos entreguen lo que compramos ayer. La sociedad avanza, pero a qué coste. A qué coste económico y humano. Sorry we missed you responde a esa pregunta, y la respuesta es un infierno. Silvia García Jerez

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