SLENDER MAN: El ladrón de adolescentes

Slender Man no es real. En todos los sentidos posibles. No es una leyenda real, sino un personaje nacido de la mente de Victor Surge, y tampoco lo es como película. No puede serlo. No es posible que una cinta de terror sea tan decepcionante, tan aburrida y que en 2018 una película esté tan mal concebida y tan mal realizada.
Slender Man nos cuenta la historia de unas chicas, cuatro en concreto, que en lo que se conoce como una noche de chicas, deciden, antes de ponerse a ver una peli, como todo el mundo haría, echarle un vistazo al vídeo de un tipo vestido de negro, extremadamente delgado, con brazos y manos enormes, que según se dice ha hecho desaparecer a niños y adolescentes para hacerles cometer actos terribles.
Dicho fin, el del secuestro para que los secuestrados lleven a cabo hechos terribles, está medianamente mal contado y peor desarrollado en la película. Respecto al hombre en sí, a cuya descripción se añade un detalle de nada a su espalda, un montón de tentáculos que funcionan como patas de araña cuando le es necesario -un desmadre, vaya- es un tipo sin cara. Como Darkman.
Porque la cara, la cara dura, ya la aporta Sylvain White, el director francés que ha intentado hacer pasar por un film de terror lo que no es más que un ejercicio aburrido de chicas corriendo para salir indemnes de las garras de un señor que en realidad las puede coger cuando y como se le antoje.
Tampoco los efectos especiales están de su lado. Slender Man goza de una tecnología visual completamente obsoleta, de un CGI que ya era viejo a principios de los 2000 y que con este filme se vuelve a poner de actualidad. Mala cosa esa porque esos efectos generados por ordenador nunca fueron creíbles y resultan irrisorios vistos hoy en día en pantalla grande.

Las chicas, en SLENDER MAN, están pendientes del móvil
Las chicas, en SLENDER MAN, están pendientes el móvil

Pero no todo es malo en Slender Man. O mejor dicho, no todo es un error en ella. Hay un acierto llamativo, y está en su acercamiento a las nuevas tecnologías. Resulta curioso cómo ya, en el cine contemporáneo, va siendo indispensable el uso de los ordenadores o de los móviles para contar una maldición.
Ya no se cuentan a través de libros o de objetos malditos a los que acompañan leyendas, sino a través de vídeos que se pasan los chicos por los móviles. Y las consecuencias también las vemos por medio de los vídeos que estos o sus amigos han grabado.
No creo que nos demos cuenta del cambio que eso supone, porque estamos tan acostumbrados a usar los aparatos electrónicos que verlos en la pantalla no nos llama la atención, pero si pensamos bien el contexto y su relación con el argumento nos daremos cuenta de que algo está pasando en el cine con respecto a tradiciones ancestrales que llegaban por vías más ortodoxas.
Y aquí se acaba lo significativo de Slender Man. Es una pena que nuestro Javier Botet, el actor que lo interpreta, con ese cuerpo largo que lo caracteriza y que es físicamente tan apropiado para convertirse en el ladrón de niños, esté asociado a un título semejante cuando ha aparecido en otros tan sobresalientes como It o REC. Al menos tiene estos para poder presumir cuando cite buenas películas en las que ha intervenido.
En resumidas cuentas, ahora que Halloween está a punto de llegar, y con él el cine que disfrutar de acuerdo con la fecha, como La casa del reloj en la pared, Slender Man no es le más recomendable para que los espectadores deban acercarse a pasar un buen mal rato. Porque éste, el rato, y lo avisamos ya, será solo malo.

Silvia García Jerez

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