SHORTA. EL PESO DE LA LEY: Encrucijada de odio

Shorta. El peso de la ley, la nueva joya que nos trae a los cines la distribuidora Caramel después de Hijos del Sol, es un policíaco lleno de tensión que proviene de las frías tierras danesas.

El thriller escandinavo está en auge y Shorta. El peso de la ley es solo un ejemplo más de lo bien que les salen, tanto si hablamos de literatura como si lo hacemos de cine.

Los casos del departamento Q, la saga Millenium, The guilty, de la que Netflix ya ha rodado un remake con Jake Gyllenhaal al frente del reparto, o Wildland, recientemente estrenada en filmin, son ejemplos fabulosos de hasta qué punto es un país a tener en cuenta dentro del género.

Ahora nos llega Shorta. El peso de la ley, una cinta que tal vez recuerde a Los Miserables, el film francés que fue candidato al Oscar, pero que en el caso de esta danesa, supera a aquella.

Aquí nos encontramos con dos policías, Jens (Simon Sears) y Mike (Jacob Lohmann) que estando en plena patrulla sufren un ataque que los deja acorralados, dentro de un grupo de edificios que es el gueto de Svalegarden.

Este ataque se enmarca dentro de las protestas generadas por la muerte de un joven inmigrante de segunda generación llamado Talib Ben Hassi que entra en coma tras una desmedida violencia policial aplicada contra él.

Jens y Mike intentarán escapar del infierno que se ha desatado a su alrededor, pero la situación se va volviendo más asfixiante cuando el chico que han detenido en su patrulla, Amos Al-Shami (Tarek Zayat) pasa a ser rehén de sus acciones cuando lo necesitan para salir del gueto con vida.

Jens (Simon Sears), el poli bueno en esta película, en Shorta. El peso de la ley
Jens (Simon Sears), el poli bueno en esta película

Shorta. El peso de la ley nos recuerda que vivimos en un mundo multicultural. Da igual en qué país estemos porque la globalización también es a nivel humano, no solo tecnológico, y que en todos hay gente comprensiva y también racismo. Y mucho odio derivado de él hacia quienes son objeto de quienes menosprecian por la nacionalidad o el color de la piel.

En el caso de los dos policías que protagonizan la película, la proporción está servida. Aquí sus roles funcionan como el de poli bueno y poli malo; en la vida real como espejo de identificación para quienes son testigos de sus declaraciones y de sus actos.

Y es fascinante observar los arcos dramáticos de los personajes. Anders Olholm y Frederik Louis Hviid, guionistas y directores de la película, han escrito unos perfiles estereotipados, sí, pero no por ello menos reconocibles a la hora de conectar con el público. Ni menos vivos a la hora de evolucionar en la pantalla.

Porque Shorta. El peso de la ley es un cuello de botella del que a cada momento resulta más difícil escapar. Tanto física como emocionalmente. Estamos atrapados en ese gueto y en él vamos a descubrir cosas que nos van a dejar sobrecogidos, capaces incluso de hacernos cambiar nuestra perspectiva.

La estructura que le han otorgado a la película es asombrosa. A medida que avanza nos integramos en el gueto y aprendemos cuál es la mejor manera de sobrevivir en él. La esperanza está fuera, lejos de sus paredes, pero mientras vivas dentro hay que intentar que la violencia que prima en él no domine a quienes se adentren aunque sea por error.

Mike (Jacob Lohmann) en Shorta. El peso de la ley
Mike (Jacob Lohmann)

Shorta. El peso de la ley es una película imprescindible. El mundo también se conoce a través del cine y las historias contadas con imágenes pueden cambiar a las personas.

Es un film que puede recordar al cine norteamericano de los años 70, los policiacos protagonizados por Al Pacino. Uno puede imaginar un remake con el famoso actor como protagonista, en un nuevo Heat junto a Robert de Niro en un contexto distinto, en otro país y en otro idioma.

También por esto Shorta. El peso de la ley es tan magnética: su narrativa es frenética y su tensión toda una lección de adrenalina que dos actores, excelentes por muy desconocidos que sean, nos trasladan a la butaca. Porque aquí no son De Niro y Pacino, son dos nombres desconocidos que transmiten la misma fuerza que los anteriores. Y gracias a ellos nos asomamos a este gueto lleno de gente con ilusiones truncadas por una sociedad que no les permite llevarlas a cabo. Y se defienden como pueden.

No hay como conocer a quien consideras que es tu enemigo para verlo con otros ojos. Incluso para comprenderlo. Por eso Shorta. El peso de la ley es una película importante. No solo cuenta con una buena dosis de acción generada por la situación angustiosa en la que acaba metida la patrulla, va más allá y nos estremece con lo que acabamos sabiendo sobre aquellos que viven en ese sitio del que los policías tratan de escapar, de quienes están huyendo. Ellos ya lo intentaron antes sin que aquellos llenos de prejuicios se lo permitieran, ahora son los de las placas los que están en su lugar. Y nosotros vamos a ser sus testigos.

Silvia García Jerez

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