LA PUERTA DE AL LADO: El vecino fisgón
La puerta de al lado supone el debut en la dirección del actor germano español Daniel Brühl, quien saltó a la fama internacional cuando protagonizó Good bye, Lenin! en 2003. Múltiples trabajos en distintos países, caso de Malditos bastardos, Eva o Rush, en la que interpretaba al piloto de Fórmula 1 Nikki Lauda le han dado un merecido prestigio gracias al cual se pasa ahora, como tantos otros actores lo hicieron antes, al lado de la dirección.
Pero el título La puerta de al lado no se refiere a ese cambio en su cargo, porque además se dirige a sí mismo en la película, con lo que no abandona la interpretación en ella, sino que nos acerca a una situación tremenda, agobiante y desquiciada en la que el vecino de su piso le va a hacer la jornada imposible.
Brühl interpreta aquí a Daniel, uno de los paralelismos evidentes con la experiencia que explora en esta ficción. Daniel es un actor, muy famoso, que vive en Berlín. En el momento en que comienza la película está enfrascado en el ensayo de una prueba, un casting, que se va a celebrar en Londres y que le puede cambiar la vida.
La película que va a rodar, si lo eligen para hacerla, es una de superhéroes, una mierda según él mismo, pero ganaría muchísimo dinero, no solo por pertenecer al género más importante de las carteleras del mundo sino porque además es un proyecto gigantesco completamente blindado por lo que va a suponer para la industria.
De camino al aeropuerto entra en un bar, en el que hay pocas personas pero él va a lo suyo. Pide su consumición con la idea de salir de allí en seguida pero un hombre, situado en la barra, comienza a comentarle lo que piensa de su filmografía, de películas concretas en las que ha trabajado. Y su opinión no es buena, cosa que le hace saber con detalle, algo que no hace sentir cómodo al Daniel personaje.
Lo malo es que el hombre no se detiene y lo que parece una sencilla conversación de bar se va convirtiendo en algo más profundo, más inquietante, y a Daniel no le queda más remedio que escuchar. Y su vuelo espera. Y las llamadas de trabajo se suceden. Pero su vida se está deteniendo con cada palabra que pronuncia su vecino, un vecino demasiado fisgón (consecuencia de haber vivido el régimen autoritario de la RDA) para que todo esto sea casualidad.
Efectivamente, Daniel Brühl se incorporó hace unos años al Universo Cinematográfico de Marvel, el UCM, dando vida a Zemo en Capitán América: Civil War, y posteriormente recupera al personaje como el Barón Zemo en la serie Falcon y el Soldado de Invierno, por lo que ese aspecto de su interpretación es especialmente reconocible en La puerta de al lado.
Brühl afirma que no es una película autobiográfica, y es lógico que no lo sea porque es peligroso exponer una fobia cuando puedes renovar con la productora que te dará, o no, de nuevo ese personaje. Pero sí es un estereotipo del que la profesión, actores y directores, están hablando en sus promociones. Es un tema candente en redes sociales. Quienes no se han sumado al Universo muchas veces lo critican, sobre todo entre los segundos, y normalmente los actores, que tienen más posibilidades de entrar en estas franquicias, apoyan dichas producciones. Y una película que se centra en un ficticio actor de éxito ha de tocar el tema.
El cine de superhéroes le sirve a Daniel Brühl para hablar de algo más profundo. La soledad del actor de éxito, la dedicación a la familia cuando no haces más que trabajar, lo poco que te importa todo aquello que no esté en tu círculo de trabajo, que es con el que pasas más horas, sobre todo en el cine, donde las jornadas no son de oficina, son más largas para economizar los costes de rodaje, que en cualquier caso son enormes. Es un mundo que Daniel Brühl conoce bien y por eso quería retratarlo desde una óptica muy particular, la de un personaje que podría ser él o no, la de una situación laboral que podría haber vivido o que ha nacido en base a otras que sí ocurrieran. Y el desgaste personal que eso lleva implícito y que cada actor debe cuidar.
Escrita por Daniel Kehlman, La puerta de al lado es un ejercicio con alma teatral rodado con estilo cinematográfico. Brühl domina el espacio, el texto, la dirección de actores, todos ellos brillantes, el tempo en el que dar a conocer cada dato que hunda más a la estrella consolidada. Ahora le toca a Daniel, personaje, ser el superhéroe de su vida y salvarse a sí mismo. Tarea complicada si ni siquiera siente interés hacia el que le va a aportar tanto dinero. Pero a veces la ficción ha de enseñarle lecciones a la vida real. Dentro de la ficción, en este caso. Y probablemente sea extrapolable a la auténtica vida real.
La puerta de al lado se ve con tensión pero también con admiración. Es maravilloso encontrarse con un texto que va aprisionando a su protagonista por mucho que él se quiera zafar de la trampa. Una vez que caes en la tela, la araña se dirige hacia ti. Y cada vez vas a tener menos fuerzas para moverte. Y nosotros, al igual que el personaje de Daniel, queremos saber qué hay detrás de este acoso.
Daniel Brühl consigue con este trabajo un debut en la dirección de lo más solvente. Brillante incluso. Nada que objetar a este ejercicio de angustia, a esta crítica hacia la desigualdad en Berlín, y por extensión a todas las partes del mundo. Y cómo no, a Hollywood, industria fagocitadora de talento europeo con proyectos mastodónticos, muchas veces impersonales. Pero esa es la vida del actor, y Daniel Brühl quería mostrarla. Estereotipo o realidad, no es descabellado pensar que está más cerca de lo segundo. Y es de agradecer que reflexione sobre sus consecuencias.
Silvia García Jerez