POBRES CRIATURAS: La victoria de la superación
Cuando da comienzo Pobres criaturas, con esos títulos de crédito cuyo grafismo estilizado acompañan a unas imágenes costumbristas cosidas en tela de satén de edredón, o tal vez de cojín y dan paso a un primer tramo en blanco y negro, deducimos que no estamos ante una película más. Ni dentro de la industria ni en la filmografía de su director, el griego Yorgos Lanthimos, un hombre que desde el comienzo de su carrera ha retorcido la realidad, sobre todo en el fondo de sus historias, a nivel psicológico, pero también en la forma, a partir de La favorita, su película anterior, también protagonizada, como la presente, por la actriz Emma Stone.
Y si Emma Stone estaba sensacional allí, en Pobres criaturas da un salto de gigante y se erige en la reina del relato. Ella es Bella Baxter, uno de los personajes más fascinantes, digámoslo ya, de la Historia del cine. Bella nace a manos del doctor Godwin Baxter (Willem Dafoe), el científico que la salva de morir tras haberse tirado por un puente. Por eso ella lo llama God, abreviatura de su nombre, que en inglés significa Dios, ya que para Bella es su Creador. En la traducción al español lo llama Señor, pero eso no es muy preciso: un Señor puede ser un terrateniente a quien su esclavo denomine así. God se refiere a la deidad que nos ha creado, lo cual encaja a la perfección con el concepto que Bella, su criatura, tiene de él.
Bella, con su cuerpo de mujer y su cerebro recién implantado, que no corresponde a su edad, va recopilando datos del mundo, aprendiendo desde cero. Primero el habla, que no domina, que no concuerda, luego el sexo. Lo descubre muy pronto, como los niños, como la niña que en realidad es gracias a ese cerebro nuevo, y no entiende que no pueda masturbarse en público, aunque en realidad no sepa que se está masturbando. Para ella son momentos de felicidad y no quiere renunciar a ellos. Pero tendrá que ser más cauta. Aprende rápido, eso queda claro. Y con ese físico tan llamativo y esos movimientos tan peculiares, que no acaba de terminar de coordinar, comienza a ser el objeto de deseo de los hombres que tratan con ella.
Por un lado, de Max McCandles (Ramy Youssef), aprendiz de científico al que Godwin acoge como ayudante para ir apuntando los avances que se produzcan en Bella. Cae inmediatamente enamorado de sus raros encantos. Por otro, Duncan Wedderburn (Mark Ruffalo), un vividor que pretende aprovecharse de ella y con quien se marchará de viaje fuera de esa casa que tanto desea abandonar para conocer el mundo. Quiere casarse con Max, pero la boda deberá esperar hasta calmar sus ansias de saber qué hay fuera de allí, algo que ahora sólo puede satisfacer con Duncan.
Y da comienzo el viaje, el periplo que va a llevar a Bella a abrir los ojos, y a averiguar en qué clase de sociedad vive, cómo es el hombre fuera de los dominios que ha conocido y cómo es ella como mujer. Un conocimiento profundo que la hará descubrirse a sí misma tanto a nivel físico como emocional y mental. Por eso, Lanthimos también cambia del blanco y negro al color.
Pobres criaturas se basa en la novela de Aldasir Gray, adaptada a la gran pantalla por Tony McNamara, responsable del guión de La favorita o de Cruella, la versión en la que Emma Stone interpretó al famoso personaje. Viendo el resultado no debió ser fácil. No sólo por lo que a la evolución de Bella se refiere, sino por la descripción del vestuario o la dirección artística, que implica un imaginario especialmente costoso para los equipos responsables. Conseguir luz verde para dar vida a ese mundo recreado, alejado de la realidad, casi de fantasía, aunque manteniendo los cimientos de cuanto conocemos de él, no debió ser sencillo. Pero Yorgos Lanthimos, suponemos, se lo debió pasar en grande con este proyecto, porque sigue la estela de La Favorita en cuanto a lo estético, lo formal, y en lo que respecta a la ironía que la envuelve.
Porque Pobres Criaturas es una comedia, como lo era aquella, y muy divertida. Exponer las contradicciones de la sociedad respecto a lo que Bella Baxter considera normal es, por momentos, desternillante. No es de extrañar que Duncan Wedderburn, al que interpreta Mark Ruffalo, se desespere. Dundan es un tipo despreciable que no espera que Bella, en su despertar al mundo, tenga la lógica aplastante que varias veces le razona, dejándolo sin argumentos. Y surge la carcajada. Qué razón tiene Bella pero ya aprenderá hasta qué punto, en la sociedad pacata y conservadora en la que estamos, no puede defenderla.
Y también por eso Pobres criaturas es, y será, tan escandalosa. Es un espejo que nos retrata, que nos expone a un mundo que nos tiene atados a sus normas, que no nos deja salir de ellas si queremos vivir en sociedad. De vez en cuando necesitamos a una Bella Baxter que nos diga que somos unos mojigatos incapaces de disfrutar de los placeres de la vida. Y eso, en labios de una mujer que se esté conociendo a sí misma, o que ya se conozca, da igual para el resultado porque lo dicho dicho está, es de un feminismo inaceptable. Una mujer no puede comportarse así, el hombre no se lo permite. Nunca lo ha hecho y nunca, en ningún momento si puede defender su posición, lo hará. Las mujeres pertenecen al hombre y no pueden tomar el control ni de sí mismas ni de su propio cuerpo, no están en este mundo para eso, pero Bella no acepta no ser dueña de sí misma. Y el conflicto aumenta. Y la comedia le da alas a la fuerza que Bella va adquiriendo.
Emma Stone, ni que decir tiene, está sublime en Pobres criaturas. Su personaje es icónico y ella le otorga una magia imposible de concebir en otra actriz. Ella es Bella Baxter, un ciclón que arrasa a quien ose contradecirla. Comienza la película tocando el piano con los pies y los muñones, sin controlar su cuerpo ni saber para qué sirve cada cosa, y va evolucionando hacia una mujer llena de conocimiento a la que es imposible manipular como tantos querrían. Representa la victoria de la superación personal. Es una pobre criatura, en el sentido lastimoso del término, que hace olvidar lo primero sin dejar nunca, con todo el cariño hacia su Creador, de ser lo segundo. Un arco dramático que, con Oscar o sin él, hará que Emma Stone pase a la Historia por este trabajo. Ya lo hizo por La La Land y ahora repite hazaña con su Bella Baxter, quien a pesar de ese aspecto físico, entre sofisticado y desaliñado, o a lo mejor también gracias a él, ya es un mito del celuloide.
Y Pobres criaturas, otro. Hacía mucho tiempo que una película no era capaz de fascinar de esa manera. Yorgos Lanthimos cuenta con una carrera ascendente, desde que su ópera prima, Canino, gustara y horrorizara a partes iguales. Con ella logró su primera nominación al Oscar, a la mejor película de habla no inglesa para Grecia, y poco después desembarcaría en Hollywood para realizar allí el resto de su filmografía. Siempre polémico, siempre desafiante, nunca deja indiferente. Langosta, la perturbadora El sacrificio de un ciervo sagrado y La favorita. Son pocas pero cada vez más espectaculares y ahora llega con el que podríamos considerar su mejor trabajo. Cada fotograma está pensado para darle a la historia la dimensión que requiere, cada plano es un cuadro, cada diálogo música para nuestros oídos, lejos de la estridencia de la banda sonora de Jerskin Fendrix, que hace juego con esa óptica de ojo de pez, con ese vestuario extravagante, con esos actos demenciales que el hombre lleva a cabo para espanto de nuestra protagonista. Forma y fondo se dan la mano en una denuncia de cómo es el ser humano ofreciéndonos, de paso, la utopía de lo que debería ser en realidad. Una película diferente para dejarnos claro que el feminismo puede cambiar el mundo. A mejor, evidentemente.
Silvia García Jerez
Silvia García Jerez