LA PEOR PERSONA DEL MUNDO: El dolor de hacerse adulto
Hasta la peor persona del mundo puede aprender lo que significa para los demás y asumir que es importante aunque para ella misma no lo sea porque no sabe lo que quiere en la vida.
La peor persona del mundo, película noruega que ha logrado dos nominaciones al Oscar (como mejor película internacional y al prodigioso guión original de Joaquim Trier), es un descubrimiento no solo en la cartelera actual, también en la Historia del cine.
Porque el cine no está acostumbrado a hablarnos de tantas cosas. Y mucho menos a pasar temas trascendentales por el filtro del género romántico. Pero La peor persona del mundo es una catedralicia aventura de amores locos con la que aprender sobre cuanto te rodea, ya sean personas o intereses en la vida. Es un espejo que te ponen delante para que sepas con quién te identificas, quién eres en esta historia.
Julie (Renata Reinsve) es una joven treintañera sin un rumbo claro en su día a día. Vaga de una carrera a otra, de un propósito a otro, de un novio al siguiente. Un día conoce a Aksel (Anders Danielsen Lie), un famoso dibujante de cómics con el que empieza una relación, aunque él quiere tener hijos y ella ni se lo plantea.
Ella es feliz como está, hasta que en una fiesta en la que se cuela sin invitación y sin que nadie se dé cuenta, conoce a Eivind (Herbert Nordrum), un camarero con el que tontea sin más propósito.
Pero este encuentro hará que poco a poco su estabilidad emocional se vea aún más inestable, hasta que la propia vida vuelva a encauzar lo que ella parece que no sabe cómo.
La peor persona del mundo está contada en 12 capítulos, un prólogo y un epílogo, estructura necesaria para conocer a Julie, uno de los personajes más fascinantes del cine reciente, una mujer rebosante de preguntas sobre su horizonte personal pero harta de su continuo presente, en el que nada es capaz de llenarla y todo le resulta insuficiente. Empieza a estudiar Medicina solo porque le da la nota, una razón nada motivadora, simplemente tiene la oportunidad y la aprovecha. De ahí no puede salir nada bueno.
Pero llega Aksel, que es un chico fabuloso. Solo con él ya tendría una respuesta contundente, pero ella sigue flotando en un mundo que no le convence, que no está diseñado a su medida, tal y como ella quiere que sean el tiempo y el espacio, todo a su gusto. Así es de caprichosa.
Joachim Trier firma con esta su película más redonda tras la interesante Thelma o la decepcionante Oslo, 31 de agosto. Aquí se eleva al nivel de los cineastas más admirables y consigue una película romántica en la que toca temas como la inseguridad de los treintañeros, la familia que no quiere saber nada de ti -algo muy propio de la forma de vida nórdica-, el pasado que vivimos y que ya solo recordamos, caso de quienes crecimos rodeados de cultura física que ahora está desapareciendo en favor de discos duros, plataformas, música en soporte digital… la maternidad a la que la sociedad nos obliga y o bien no estamos preparados para ella o simplemente no sentimos ese instinto.
Temas que en otra película romántica se abordarían con ligereza y que Trier disecciona para mostrar la cara más amarga de la realidad, la que el cine siempre tiende a obviar. Hay que ser muy osado para querer saber qué ocurre después de la boda con la que acaban la mayoría de comedias románticas. En este caso, hay que ser muy valiente para darnos una protagonista adulta que sigue siendo una inmadura y que se esconde cada vez que algo no le funciona. Hay que ser muy valiente porque eso es muy duro, y es muy duro porque es real.
Y por supuesto el feminismo. La peor persona del mundo esboza temas que afectan a las mujeres y de los que no suele hablarse. Solo los apunta, no desarrolla nada para que sea el espectador el que se dé cuenta de que siempre son los hombres, y sus percepciones, sus gustos e intereses, los que monopolizan la conversación. Si la mujer siente o padece allá ella, eso al hombre no le interesa abordarlo porque no es de su ámbito. Hasta que ha llegado el Me Too y eso los ha puesto un poco en guardia. Es lo que pasa cuando los actos empiezan a tener consecuencias. Y el cine también quiere reflejar esta era incipiente, la mera punta del iceberg, de que a la mujer se le haga un poco más de caso. Y se la tenga más en cuenta laboralmente hablando.
La vida condensada en una película certera, que es como un mazazo para quienes nos reconocemos en esos personajes. Caminamos hacia el futuro sobre arenas movedizas y a lo mejor es mejor no darse cuenta, porque si caes en la cuenta de que nada es como te prometieron puede ser una losa difícil de levantar.
La peor persona del mundo es una película demasiado redonda, demasiado perfecta en su relato, en lo que decide contar en cada capítulo, dosificando ese arco dramático que va a cubrir a sus tres personajes, lo que piensan, lo que sienten, lo que saben y lo que creen saber, mezclando la comedia con el drama, frivolizando con lo íntimo -esa escena en el baño durante la fiesta- para otorgarle naturalidad a lo privado, rompiendo las reglas de la comedia romántica desde su misma raíz.
Cada detalle es una invitación a darle más sentido a un conjunto en el que las piezas acaban encajando con el dolor que les otorga la realidad frente a lo que pensaban que sería su vida. Para bien o para mal, a los tres les esperan cosas imprevistas y aunque Aksel sea el que acaba destacando y el que se queda en nuestra memoria, cada uno de ellos cumple la función armónica de verse obligados a encontrar paz en su deriva.
Sí, Aksel es un personaje apoteósico del que solo podemos aprender cosas buenas. Su intérprete, Anders Danielsen Lie, es el Anders Breivik de la recreación del brutal atentado en Noruega del 22 de julio de 2011 de Paul Greengrass, o el chico que comienza La noche devora el mundo despertándose tras una fiesta y dándose cuenta de que es el único superviviente de un ataque zombie, es aquí un ángel, un hombre sensible, que pasa de los 40 y que tiene las cosas un poco más claras que Julie, por lo que no le importa abrirle los ojos, o al menos intentarlo, porque no es tarea fácil.
La peor persona del mundo está llena de grandes diálogos y de momentos brillantes. Por supuesto, uno de los que más se recordarán es el que da lugar al cartel de la película, pero no solo tiene esa sensacional secuencia. Desde el inicio toda ella es una delicia, un viaje portentoso a nuestra humanidad más frágil, a nuestro camino a ser adulto, a tener responsabilidades adultas, tanto laborales como emocionales, atravesando, para llegar a la estabilidad, por lugares tan oscuros, tan dolorosos, que cuando pasemos al otro lado ya no seremos los mismos.
El cine, como reflejo de la vida, también puede transformar a quien se acerque a las películas más trascendentes, y La peor persona del mundo es una de ellas. Para bien. Lejos de ser pesada y aburrida, es fascinante: nos traslada con sencillez al universo de Julie, en el que todo es tedio para ella pero no para nosotros, que no entendemos que no sea capaz de agarrarse a nada, tal es su falta de empatía con lo bonito, con lo adorable, con lo que ninguno de nosotros vacilaría en aceptar. A veces una posición privilegiada te hace perder la auténtica perspectiva de las cosas.
Y como gran película que es, bajo ese candor de comedia con el que nos atrapa, nos da un vuelco al alma y nos deja tan conmocionados como a Julie. Pero merece la pena viajar con ella a lo más duro del mundo adulto para saber que la vida no era solo diversión y elecciones a conveniencia.
Silvia García Jerez