OSCAR 2018
En plena resaca del Día de la Mujer amanecimos con uno de esos secretos de Hollywood, que confesado en estos momentos es más una noticia de telediario que un chascarrillo de estrellas, porque si hasta hace unos días conocíamos la existencia de una cláusula de igualdad salarial en los contratos de cine, hoy nos enteramos que ya fue una realidad durante el rodaje de Al caer el sol, cuando Paul Newman cedió la mitad su sueldo a su compañera de reparto, Susan Sarandon, al no entender tal brecha salarial hace 20 años.
De nuevo, una actriz forma parte de la visualización de este necesario resurgir feminista que comenzó en los pasados Emmy, se afianzó en los Globos de Oro con el nuevo amanecer de Oprah y la oscuridad en el vestir, y se exigió por primera vez en los recientes Oscar para que pronto deje de ser un titular en los medios de comunicación.
Pequeños pasos a los que me uno como mujer, publicando el resumen de la gala tras la Huelga del 8M, como recordatorio de una semana cargada de símbolos que pasará a la historia.
A los pies de Frances McDormand
En una noche que anunciaba feminismo sin luto ni recriminación, ella puso a las mujeres en pie y el Oscar a los suyos.
De manera sencilla pero cargada de simbolismo, Frances McDormand compartió su dorada estatuilla con todas aquellas féminas que trabajaron en las películas nominadas este año y en cualquier categoría, exigiendo además la puesta en práctica de ‘la cláusula de inclusión’, levantando el movimiento Time’s Up por encima de cualquier abuso, elevándolo a otro nivel de oportunidades… A sus pies, Miss McDormand.
En una ceremonia que será recordada tanto por su discurso como por los agradecimientos anti Trump, con marcado acento mexicano, triunfando la igualdad y el color sobre la indignación y el atuendo en negro.
Tras un guiño de cercanía entre un público invitado al backstage y algunos famosos ya sentados (incluyendo a la divina Meryl Streep saludando en directo, siempre en primera fila), comenzó la 90 edición de los Premios Oscar con el tema y tono adecuado; con ese hombrecillo dorado con las manos a la vista y sin pene, que sin duda resultaba el más querido y fiable de la sala, como dijo el presentador Jimmy Kimmel a propósito del #metoo.
Sin embargo y aún con la tendencia en los Oscar a tener su cupo de galas reivindicativas de cuando en cuando, el movimiento feminista que parecía tocar este año compartió el escenario con otras minorías, convirtiendo la velada en los Oscar de la inclusión; repartiéndose el protagonismo entre mujeres, gays, trans, negros, latinos y demás emigrantes que representad@s en las películas ganadoras de este año, denuncian cualquier discriminación por raza, nacionalidad, sexo y género en pantalla grande.
En esa mezcla mágica de sueños, glamour, política y por supuesto, cine, que son los Oscar, Guillermo del Toro ganó la mejor dirección y la mejor película con su bella de lengua de signos y su bestia acuática en La forma del agua, consiguiendo además la Mejor banda sonora y el Mejor diseño de producción.
Del Toro, ese niño grande-grande que rebosa ternura y defiende a esos monstruos que son mejores que muchos humanos, recordó que también fue inmigrante como otros compadres mexicanos en Hollywood, que con su arte borran las líneas que algunos quieren más profundas.
Tres anuncios en las afueras con su madre-coraje en el profundo sur americano, se alzó con el galardón al Mejor actor de reparto, Sam Rockwell, y la estatuilla a la Mejor actriz protagonista para Frances McDormand. Fue entonces cuando dejó el Oscar a ras del suelo, resultando pequeñísimo a su lado y a su altura, restando frivolidad a toda la parafernalia de la noche, exigiendo además a los productores que invitaran a las mujeres a sus despachos para hablar de proyectos y poder ser escuchadas, ya que tienen muchas historias por contar.
Como la de Yo, Tonya producida por la actriz protagonista, Margot Robbie, igualmente nominada, aunque terminó llevándose el Oscar por la Mejor actriz de reparto; la estupenda Allison Janney, esa otra madre, ésta más constrictor, que asimismo es la chiflada progenitora en la serie cómica Mom.
Según llegábamos al amanecer en horario español, iban cumpliéndose las quinielas previstas para la ceremonia.
El Mejor vestuario fue para El hilo invisible y El instante más oscuro triunfaba por su actor protagonista, Gary Oldman, con su conseguido Churchill de maquillaje, también de premio. Mientras el relato bélico de aquella historia política, Dunkerque de C. Nolan, se llevó los premios de sonido, además del Oscar por su fabuloso montaje. Y Blade Runner 2049 consiguió el galardón a los Mejores efectos visuales y a la Mejor fotografía.
Nada se llevó Star Wars pero ahí estuvo Luke, que ya es leyenda dentro y fuera de su personaje. De igual modo que esa maravillosa Rita Moreno presentando la Mejor película extranjera con el mismo vestido que lució en 1962, cuando ganó su Oscar por West Side Story; cuando los latinos eran sólo una anécdota y cantaban I want to be in America.
Más de medio siglo después, la cinta chilena Una mujer fantástica fue la vencedora y la transexual Daniela Vega, protagonista de la película, afirmó que ‘una vez que las puertas se abren es difícil cerrarlas’.
Y el acento mexicano volvió a repetirse en la gala, encima del escenario.
Coco consiguió ser la mejor película de animación con ese colorista homenaje musical del Día de Muertos en México, y ese niño cantando a su origen en Recuérdame, que ganó la Mejor canción. Entonces los agradecimientos apuntaron de nuevo a Trump con ‘en el más allá no hay muros’, en tanto que la decepción llegaba para This is me de El gran showman que parecía segura.
Alcanzando el final de la velada y a los hombrecillos dorados más codiciados, quedaba claro que los Oscar 2018 daban el salto a la causa feminista, con esa presencia casi anecdótica pero tremendamente simbólica, que suma y sigue un paso adelante. Como la presentación de Emma Stone anunciando el premio a la mejor dirección, diciendo: ’Cuatro hombres y Greta han creado las joyas de este año’, teniendo en cuenta que Gerwig con Ladybird es la quinta mujer nominada en los 90 años de existencia de los Oscar y Rachel Morrison, la primera directora de fotografía en optar a tal candidatura. Porque aún abriéndose un nuevo camino, todavía hay desigualdades y abusos para las mujeres.
Pero este no es un movimiento que termina hoy, como afirmaron Ashley Judd, Salma Hayek y Annabella Sciorra; tres de las víctimas confesas de Harvey Weinstein que origino el movimiento #MeToo que ha que evolucionado en #Time’s up, afianzándose durante los Golden Globes con esas series femeninas que revolucionaron la televisión: The Handmaid’s tale (que pronto estrena segunda temporada), Big Little Lies y Feud (que aunque no venció es un otro fiel reflejo de machismo, con la gran Susan Sarandon con la que comenzábamos, interpretando a una impresionante Bette Davis con cierto poder y trabajo en tiempos de Baby Jane, cuando las actrices eran propiedad de los grandes estudios y cualquier relación sentimental que tuvieran era otra cláusula por contrato).
Tampoco los cineastas negros han tenido muchas opciones en estos 90 años -menos, las cineastas-, y más allá de ciertas interpretaciones premiadas y un par de Oscar honoríficos para S. Lee y S. Poitier, nunca un Mejor guión original había sido de color, llevándoselo esta primera vez Jordan Peele por Déjame salir; una de terror y racismo actual en estado puro, que además produce y dirige.
Otra inclusión, otra normalización, otro símbolo más de la Academia de Hollywood que hará historia.
Lo mismo que la camisa del ganador al Mejor guión adaptado, del clásico James Ivory (director de Una habitación con vistas, Regreso a Howard’s End y Lo que queda del día), quien subió al escenario con el rostro impreso de Timothée Chalamet, de ese joven protagonista que se enamora (y enamora) hasta la médula en Call me by your name; esa preciosidad de primer amor (sea homo, o hetero, pero primero) en verano y en Italia.
Y como no sólo de largometrajes y ficción vive el Cine, debo mencionar el apartado de documentales y cortometrajes antes de cualquier The end, siendo premiado el Mejor corto, The Silent Child, sobre una niña incomunicada desde su nacimiento por deficiencias auditivas, y el Mejor corto-doc, Heaven’s is a traffic jam on the 405, acerca de una artista entre psiquiatras.
Mientras que el ganador del Oscar al Mejor documental largo, Icarus, es casi un film de suspense, contándonos la investigación del dopaje de los deportistas rusos que ocasionó la prohibición a Rusia por parte del COI a los JJOO de Invierno de Corea del Sur.
La realidad, ya se sabe, supera hasta la verdad.
Y arriesgando a parecer algo superficial e inconsecuente en esta época de símbolos que practico, comento al final y con la mayor naturalidad posible, que tanto las damas como los caballeros fueron tod@s muy elegantes, como hacía tiempo; en rojo, blanco, plata o dorado, y en negro de etiqueta también…
Que ya no es necesario ir de camuflaje a la lucha.
Mariló C. Calvo