MÍA MADRE, Moretti regresa al drama
Querida Mamma
Las muertes aún anunciadas siempre son de repente. Algunas por sorpresa son tremendas, como la de una mujer joven o un niño y las naturales aunque esperadas, como la de una madre anciana, tambalean igualmente a quienes se quedan en este mundo.
Nanni Moretti ya había tratado esas trágicas pérdidas en La Habitación del hijo, ganando la Palma de Oro en 2001 como director y de soslayo como guionista y actor, la de la esposa, en Caos Calmo.
Ahora toca la muerte de la madre; esa que todos tenemos, sin la que se pueda concebir la vida de ninguna manera. Si además es italiana, donde el matriarcado es casi una institución cultural y coincide con la fallecimiento de la propia mamma del cineasta, su Mía Madre, siendo tan personal, llega universalmente.
Estrenada el año pasado en Cannes, la cinta con tintes autobiográficos como en la mayoría de su filmografía, nos devuelve al realizador italiano en lo que mejor sabe hacer; regresando al drama, tras las burlonas Habemus Papam y El Caimán, ese par de sátiras menores a dos de los estamentos italianos más intocables, el sumo pontífice romano y el de los medios, el inclasificable Berlusconi.
Una septuagenaria con problemas cardiacos (a esa edad, el corazón le ha crecido demasiado), es ingresada con pocas perspectivas de futuro. La enfermedad de esta profesora retirada (como fue la auténtica madre de Moretti) y la gravedad que implica su evolución, altera la vida de cada miembro de la familia. La hija (Margherita Buy), directora de cine social, con una hija adolescente que prefiere una vespa a estudiar el latín que ha enseñado toda la vida su abuela (Giulia Lazzarini) y un hijo (el mismo Moretti) soltero, más cercano a la jubilación que a pedir una excelencia, que trabaja en una empresa cualquiera.
Dos hermanos que se enfrentan de distinta manera al dolor y la inseguridad vital.
Y al pie de la cama del hospital, rompiendo estereotipos y jugando a un espejo deformado, es él quien deja su oficio para dedicarse en exclusiva a su progenitora mientras la hija, en plena crisis y rodaje con un neurótico actor americano (John Turturro), es incapacidad de cuidar a alguien, ni a su mía madre, a la que todos que conocen consideran una autentica madre.
La nueva película de Moretti es triste y conmueve, pero no hay exhibicionismo de dolor. Hay cierto pudor, quizá, por respeto a la enfermedad y no caer en masoquismos sentimentales. Las emociones en su justa mediada y desde distintos puntos de vista, se suceden entre la realidad, la fantasía y la ficción, en este irónico melodrama que desde la sencillez, arrastra una cuidada reflexión sobre la vida, la muerte y la levedad de la existencia.
El cineasta juega con algunos elementos oníricos frente a la invasión de la realidad en el día a día de cada personaje y su intimidad, mientras nos regala guiños personales y de cineasta, que se cuelan de manera natural. Ese apunte al cine comprometido que aún de ficción, es reflejo social y a la par a su filmografía, con la moto como resorte de iniciación a la madurez y esa Roma que aunque no aparezca tan bella ni Pasoliniana como en Caro Diario, sigue siendo eterna.
Hay el cine dentro cine como en Truffaut y crítica al negocio, con la parodia de Turturro, tan peculiar como excelente (como el baile que se marca en el film, que junto aquel de El marido de la peluquera, es ya uno de los grandes del séptimo arte)
Estupendas están todos y todas en sus interpretaciones, destacando el personaje de la realizadora, quien realmente nos lleva con su estado emocional por toda la película, con secuencias inmensas como la inundación en su casa y la visita de el del gas.
Estreno: 22 de Enero.