MEGALODÓN: Entretenimiento a lo grande
Megalodón llega con la intención de ser la película más entretenida del verano. Que lo consiga, con la dura competencia que tiene en cartel, midiéndose al mismísimo Ethan Hunt de Tom Cruise, puede ser una tarea complicada, pero este escualo de 27 metros viene con la fuerza suficiente hasta para comerse un submarino.
De ese concepto precisamente parte Megalodón, de la amenaza que supone un tiburón prehistórico gigante para una expedición que ha bajado a inspeccionar la zona a 200 millas de la costa de China y se encuentra con una especie con la que no contaba.
El único que puede salvarlos es Jonas Taylor, un experto en rescates subacuáticos que debido a un trauma en el trabajo no quiere volver a saber nada más de cuanto implique sumergirse, pero cuando se entera de que su exmujer está en el submarino deja de poner pegas y se lanza a las profundidades.
Tan sencillo argumento no viene de la moda de películas con tiburones como Sharknado, convertida ya en una saga de cintas a cuál más estrambótica y con mayores elementos risibles para atraer a los espectadores ávidos de cachondeo. No, The Meg, que es como se titula la película en inglés, está basada en Meg: A novel of deep terror, escrita en 1997 por Steve Alten. Ese es el origen real de esta adaptación al cine.
Por lo tanto, debemos esperar de Megalodón una película más seria de lo que imaginábamos. Si queremos echarle en cara que no tiene el humor fanfarrón del que encontrábamos con John McLane en la saga de Jungla de cristal podríamos, porque es un tipo de cine que las películas precedentes a esta nos ha enseñado que lo contiene, pero no es obligatorio, y de hecho no lo ofrece.
Además, Jason Statham es un actor que tiende a rodar cine de acción contundente. Su Jonas, de este modo, se toma en serio su trabajo y así lo transmite, sin un ápice de socarronería a no ser por un par de pinceladas a las que la situación se presta.
Megalodón es un film de mayor categoría que aquel que esperamos al entrar en la sala. Tampoco hablamos de una obra maestra. Hay grados intermedios en los que puede situarse una película, y entre admitir que miedo no se pasa porque después de ver el Tiburón de Steven Spielberg no hay peligro en la playa que nos resulte espeluznante y afirmar que Megalodón no merece ni siquiera que le den una oportunidad hay muchas notas con las que el espectador puede calificarla.
Y Megalodón da lo que ofrece. Un entretenimiento a lo grande. Entretenimiento porque es muy divertida. Uno se deja llevar por la experiencia y lo cierto es que es una película veraniega muy solvente, mejor tal vez que muchas otras que lo pretenden sin conseguirlo. Y a lo grande no solo por el tamaño del escualo, sino porque cuenta con momentos espléndidos para que el público se levante y aplauda.
Pero es que Jason Statham, como buen actor de cine de acción, sabe lo que el público espera de él y junto con la dirección de John Turteltaub, responsable de La búsqueda (National Treasure) y La búsqueda: El diario secreto, su secuela, también protagonizada por Nicolas Cage, nos regalan un tramo final apoteósico, en el que no faltan arpones y demás artillería para realizar aquello que parece imposible.
Megalodón es cine de entretenimiento y es de agradecer que se estrene en pantalla grande, ya que últimamente la serie B está siendo confinada a las plataformas que las producen o las compran, privándonos de un visionado dicharachero en las salas oscuras.
Y tampoco deja de ser una película familiar, porque se ha evitado mostrar la parte más desagradable del ataque de un tiburón. La casquería y la sangre quedan fuera del metraje para mayor disfrute de la proyección. No es una película de premio ni estará en ninguna lista de lo mejor del año, pero tampoco lo pretende. Ha nacido para hacer pasar un rato divertido en el cine. Y de eso, el espectador que vaya a verla, va a recibir las dosis deseadas.
Silvia García Jerez