MATERIALISTAS: El amor en tiempos modernos

Materialistas es la nueva película de la cineasta surcoreana Celine Song tras su éxito internacional, y las nominaciones al Oscar a mejor película del año y mejor guión original, de Vidas pasadas, un extraordinario melodrama que reflexionaba sobre el amor para una mujer que vivió su infancia en el país de origen de Song y más adelante se traslada con su familia a Nueva York, donde acaba pasando su adolescencia y madurez. Un amor de infancia nunca olvidado y un amor presente que durante una semana confrontarán recuerdos y vivencias. Los tres, juntos, en el viaje de visita de aquel niño ya adulto a la niña de su vida pasada.

Aquella película supuso para los más cinéfilos el descubrimiento de una directora con mayúsculas que llenaba de delicadeza la pantalla y la traspasaba con un tramo final asombroso, duro pero cinematográficamente irresistible. Un ejemplo de que el cine romántico tenía otros caminos para llegar al espectador, lejos de la habitual sensiblería mostrada por la comedia hollywoodiense de los años 80 y 90 que tanto ha marcado al cine posterior y a quienes fuimos sus espectadores. Tres personajes, los de Vidas pasadas, comportándose como personas razonables, que se enfrentaban a su trayectoria vital para determinar qué hacer en sus inciertos futuros. Un prodigio difícil de superar.

Pero Celine Song lo ha conseguido con Materialistas, su siguiente título para la gran pantalla. que se sitúa únicamente en la ciudad de Nueva York. Y sí, se ha superado porque Materialistas pertenece a una clase de cine romántico que no habíamos visto nunca, y menos distribuido por un gran estudio como Sony, aunque la producción es de A24, que suele darle luz verde a proyectos adultos y más arriesgados.

Lucy (Dakoya Johnson) y Harry (Pedro Pascal)

Y es que la protagonista de Materialistas es Lucy (Dakota Johnson), una mujer con enorme éxito en su trabajo, pero es que su trabajo consiste en ser una casamentera moderna. En efecto, Lucy hace lo mismo que una aplicación para ligar, pero de forma más humana, con contacto personal entre las clientas de su agencia y los hombres con los que las emparejan para llevar a cabo una cita. Ellas le dan a Lucy las características de la persona con la que quieren tener una relación y ella coteja los datos con los de los hombres que pueden ofrecerles. Un ‘match’ perfecto. O eso intenta, aunque no siempre salga bien. Es el peligro de una cita que en el fondo no deja de ser a ciegas.

Y sí, a veces sale bien, y puede asistir incluso a la boda de la pareja que ha funcionado. Todo un acierto para la agencia y para una casamentera que aspira a ser muy buena en su trabajo para mantener su enorme sueldo y su alto nivel de vida. Nivel que no tenía John, su exnovio (Chris Evans), cuando salían juntos hace diez años y que sí tiene su actual ligue, Harry (Pedro Pascal), hermano del novio cuya boda ha logrado gracias a su trabajo, un tipo seductor y seguro de sí mismo que no tiene ningún problema en reconocerle lo adinerado que es y hasta qué punto se puede permitir salir con una chica como ella.

Por su parte, John es un chico entregado a intentar ser actor, pero no le acaban de salir los proyectos. Va a castings con resultados infructuosos y trabaja en la empresa de catering que, casualmente, surte la boda en la que los tres coinciden. John se reencuentra con Lucy y Lucy conoce a Harry, un potencial nuevo amor con las aspiraciones económicas que ella tiene. Un mundo de materialistas en el que los sentimientos y los niveles sociales no siempre coinciden en las personas que queremos como parejas.

Y un trío, de nuevo, como el que propuso en Vidas pasadas, pero profundizando en el amor de una manera muy diferente. Porque en este caso no compete sólo a tres personajes sino a toda una ciudad. O más bien a todo el mundo contemporáneo, por extensión, y al modo actual de tener citas, tan distinto al de hace unas décadas, con las aplicaciones para ligar y los profesionales que ejercen de aplicaciones a nivel humano, dejando atrás las discotecas y fiestas adolescentes cuando ya pasas de la treintena, tu vida social se reduce y tus aspiraciones a la hora de encontrar al compañero perfecto incluso se esfuman. Materialistas es la historia de tres personajes y de sus relaciones sentimentales, pero también la de un amplio abanico de otros que representan al mundo moderno, tan rápido en el consumo de todo y tan negado a asumir que la soledad puede llegar a ser tu mejor compañera de vida.

Lucy y John (Chris Evans), en Maerialistas
Lucy y John (Chris Evans)

Materialistas no es una película fácil de ver en el sentido de que no es una película complaciente. Es romántica pero no en el sentido al que Hollywood nos tiene acostumbrados. Los diálogos son igual de brillantes que en Vidas pasadas y, por lo tanto, no son, a veces, tan dulces e idealistas como en otros títulos. La película lanza reflexiones profundas que incluyen la posibilidad de que pueda no haber nadie para ti, y menos si eres tan exigente que tu persona ideal ha de responder más a un cálculo matemático que a la fluidez de la vida: si tu petición es una chica de 27 años te puedes estar perdiendo a la mujer de tu vida, que tiene diez años más y es algo más gorda de lo que imaginaste. Materia-listas. La realidad, a lo mejor, escapa a los estrictos datos de una ficha a rellenar. Y eso también tiene que aprenderlo Lucy, nuestra querida pero, lo iremos viendo, la iremos conociendo, materialista protagonista.

Celine Song profundiza con mucho estilo sobre el amor entre clases sociales. Porque el mundo también nos separa si pertenecemos a estratos distintos. Es difícil que si eres rico conozcas a tu alma gemela entre pobres, y viceversa. El ascensor social no suele funcionar ni en lo laboral ni en lo sentimental. Y claro, Nueva York, donde Celine sabe que la diversidad de clases es tan acusada, es el escenario propicio para mostrarlo en el cine, a pesar de que tengamos a dicha ciudad como el ideal de lo más alto a lo que puedes aspirar. Por eso, cuando la habitas, te das cuenta de hasta qué punto la frustración camina por las calles de la mano del ansia por el éxito y la fama. Pero el cine no suele reflejar la primera. No, no hay nadie frustrado en la ciudad que nunca duerme, y si lo hubiera las películas no nos hablan de ellos.

Materialistas sí lo hace. Lo hace y nos vapulea por ello. Nos muestra hasta qué punto tu círculo social condiciona el éxito o el fracaso de tus relaciones y nos deja pensando sobre todo aquello que nos inculcaron cuando supimos de qué iba eso de la pareja. Nunca nos contaron que a lo mejor nunca te casarías o que a lo mejor el hombre de tu vida no era el adecuado… ni para ti ni para nadie. Que el cuento de hadas no existe y que lo único que puedes hacer es adaptarte al día a día. Y aún así, Materialistas es una película romántica. Mucho. Sólo que no bajo los parámetros de las cintas clásicas del género. Celine Song le da un giro y sin abandonar la elegancia y los tonos pastel, nos introduce en un romanticismo a pie de calle, ese en el que los directivos se dan la mano con los camareros y vemos de cerca las diferencias entre ambos. Y es entonces cuando comprendemos lo complicado que es el mundo. O tal vez hasta qué punto nos los complicamos nosotros mismos con las barreras que nos hemos impuesto que evitan que lo hermoso y lo real se impongan a la fachada que tenemos por norma.

Si no fuera porque el reparto de la película no acaba de encajar, Materialistas sería perfecta. Dakota Johnson tiene presencia, es muy femenina y tiene mucha clase, lo cual es excelente para su personaje, pero no transmite nada como actriz. Pedro Pascal es una estrella con mucho carisma pero tampoco cuenta con el papel adecuado para su perfil. Que caiga muy bien no significa que pueda interpretar todo lo que le ofrecen. El único que sí convence es Chris Evans, dándonos a ese tipo encantador que cuadra de maravilla con la estampa de chico derrotado que proyecta. Evans es el mejor actor de los tres y puede ofrecernos a ese John tan delicioso como triste al que da vida.

Celine Song ha acertado con su segundo trabajo, el primero plenamente norteamericano de su carrera. Poniendo el foco en la realidad de las relaciones sentimentales ha fabricado una de las películas más reivindicables del año, una que merecería pasar por la carrera de premios en la que ya estuvo Song hace tres años. Pero vender su film como una comedia romántica al uso no la va a ayudar a ese respecto. Estrenarse en verano tampoco. Y Materialistas es una joya desde su aparentemente absurdo prólogo hasta sus detallistas títulos de crédito finales, que suben sobre un fondo de imágenes en las que aconsejamos os fijéis con atención. También ahí el ojo incisivo de Celine Song compone una sinfonía prodigiosa que nos deja con una amplia sonrisa en la cara. Una guinda a un pastel extraordinario que quedará como ejemplo del mejor cine romántico contemporáneo.

Silvia García Jerez

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