MATAR AL PADRE

Mar Coll se estrena en televisión con la historia de una familia con aristas; de esas que sólo ella sabe mostrar, arrastrando los afectos e incomunicaciones impuestos por el legado de la sangre.
Y t
ransmitiendo la misma madurez que en su cine, presenta Matar al padre. Un extraordinario recorrido por la paternidad con sus herencias, deseos y pesadillas, mucho psicoanálisis y un afiladísimo humor.

Redonda y mordaz, esta nueva apuesta de Movistar+ llega en formato de mini-serie, aunque bien podría tratarse como un gran largometraje.

Estuvimos de terapia con Mar Coll y Gonzalo de Castro, analizando Matar al padre

Bodas, funerales y mudanzas

Matar al padrees el paso necesario de cualquier ser familiar para lograr su independencia.

Ese imprescindible salto hacia lo adulto, reafirmando la individualidad y eliminando al progenitor como rival y modelo. Un proceso ancestral que logró su reconocimiento con Freud, aplicándose siempre en sentido figurado; porque no es plan de ir cargándose a los papás, aunque algunos lo merezcan.

Con esta particular premisa y durante 16 años, Mar Coll nos introduce en la supervivencia de la familia Vidal y su deseo común de Matar al padre.

En cuatro capítulosdesde la bonanza post Barcelona92 hasta la reciente crisis económica-, conocemos a un jefe de familia obsesionado con la paternidad -con su poder y su responsabilidad-, que con mucha crudeza y algo de ternura, condiciona la existencia de sus más allegados por sus miedos, traumas y neuras. Un padre, Jacobo Vidal, que insiste en mantener el statu quo de su disfuncional familia entre los consecuentes saltos generaciones y su tiránica manera de ver el mundo.

Un tipo cargado de herencias materiales y emocionales, que arrastra un pasado no resuelto y dos frases fetiche; soy el padrey te lo dije, envolviendo su propio hogar de esa hostilidad quepretende controlar. Y es que Jacobo intenta que todo siga igual, anulando toda evolución; también la de su hijo, sensible y hundido por la figura paterna (Marcel Borràs), mientras su hija (Greta Fernández) es la única que logra enfrentarse a él junto a su mujer, una psicóloga en plena crisis profesional y matrimonial (Paulina García), que ya no sabe cómo conseguir que todos abandonen la casa familiar.

Un personaje insufrible, se mire como se mire, que bien podría ser el prota de una de terror, si no fuera interpretado por Gonzalo de Castro, quien aporta la profundidad y benevolencia necesaria para disculparle y hasta perdonarle.

Parece algo extremo, pero es que lo es; algunas de sus acciones son tan perturbadoras como violentas, bochornosas y casi de denuncia. Sin embargo, el humor que practica la serie resulta tan acertado como imprescindible, junto a un brillante apoyo musical que aligera tanto peso de la sangre

Del desconcierto del primer capitulo hasta su final tan redondo, la historia apunta reflejos de cada época mientras va cerrando cada personaje con una mirada conciliadora. No sólo es auto-conclusiva sino que su término es la mejor terapia, aún amargamente luminosa. Como la canción Mi viejo de Piero, en los créditos iniciales, que resulta simplemente perfecta y emocionaría al mismísimo Freud.

Estupendas todas las interpretaciones para un guión escrito con su amiga de infancia, Valentina Viso, colaboradora también en los filmes Tres días con la familia y Todos queremos lo mejor para ella, donde Mar Coll sorprendió con su estilo cuidado y sus personajes femeninos.

Algunos paralelismos encontrarán con sus anteriores trabajos, pero para la televisión ha cedido el protagonismo a un hombre, siendo la primera serie dirigida por una mujer en la cadena de pago.

 

Mariló C. Calvo 

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