MARÍA CALLAS: El cierre de la trilogía

Después de estrenar Jackie, protagonizada por Nathalie Portman, en 2016, el director chileno Pablo Larraín dijo que proyectaba rodar una trilogía de mujeres influyentes del s.XX y fue anunciando con cuentagotas cuáles iban a ser las biografías que completaran el relato de la viuda de John F. Kennedy. Y decimos de su viuda porque el film se centraba en la vida de Jacqueline Kennedy recién asesinado su marido, para observar su soledad en la pantalla, ver cómo Larraín plasmaba en ella los días que pasó tras el magnicidio.

En 2021 nos llegó la fabulosa Spencer, en la que gracias a una portentosa Kristen Stewart radiografía el fin de semana previo al que Diana de Gales volviera a ser Diana Spencer, que era su apellido de soltera, ya que tras esos dos días en la casa de campo familiar de la realeza inglesa, la finca de Sandringham, Diana le pediría el divorcio a su marido. Un fin de semana de desolación y locura, en el que la princesa se siente más sola que nunca, por muy acompañada que esté por toda su familia política.

Y de 2021 llegamos a 2025, año en el que se estrena María Callas, el cierre de la trilogía. Otra mujer icónica, otra mujer con una existencia trágica. Tres mujeres que lo tenían todo en la vida para ser felices cuyo infortunio quedó de manifiesto por distintas circunstancias en determinados momentos de su vida. Pero tres mujeres que son leyendas del siglo en el que vivieron.

María Callas fue la mayor cantante de ópera que la música haya conocido. No ha sido la única pero sí la mejor. María Callas fue, es y tal vez será, pero eso aún no lo sabemos, insuperable. No hay otra como ella, no la ha habido. Su voz única le dio una carrera incontestable que aún hoy se sigue admirando. Y María Callas, la película dirigida por Pablo Larraín, relata su última semana en el París de los años 70, esa en la que su adorado Aristóteles Onassis ya no estaba, esa en la que incluso su garganta había perdido la virtud que la hizo célebre, y aunque quería recuperar su don ya no le fue posible. Su organismo al completo fallaba y su adicción a los medicamentos y a los somníferos que la ayudaban a dormir no le servían de ayuda. Todo a su alrededor se estaba desmoronado aunque siguiera estando rodeada de lujo, de su criada y su mayordomo, e incluso de sus perritos. María Callas se apagaba a ojos del mundo, de un mundo que ya no la necesitaba.

Angelina Jolie en una de las primeras fotos promocionales de la película MARÍA CALLAS
Angelina Jolie en una de las primeras fotos promocionales de la película

Angelina Jolie es María Callas en esta recreación de sus últimos días. O eso pretende la estrella del celuloide, porque en realidad no consigue mimetizarse con la soprano griega. Lo intentó, dando clases de canto, y desde el departamento de sonido fusionaron su voz con la de La Callas, pero aún así no consiguen transmitir la belleza de lo que ella sí lograba. A Angelina le queda torpe su resultado, falso, parece playback cada vez que la cámara la enfoca.

Y su caracterización es inexistente. En ningún instante asoma María por el rostro de Angelina. Es siempre Angelina la que está presente. Guapa, guapísima. María no era así. Sí era elegante y como tal Angelina queda retratada, pero no da la impresión de que se haya vestido de María Callas sino de una mujer todo lo elegante que Angelina puede ser. Y Angelina lo es. Guapa y elegante. De las mujeres más guapas y elegantes del mundo. Pero Angelina no es María Callas. Aunque lo pretenda. Es una diva del cine que quiere emular a otra en el ámbito de la música. Dos disciplinas artísticas para dos diosas, cada una en su campo. Parece que no pero eso choca como lo harían dos trenes en marcha.

Tampoco el resto de departamentos ayudan demasiado a que María Callas sea la gran película que pretende. Dirección artística, vestuario, maquillaje y peluquería… la fotografía ha sido el único apartado técnico nominado al Oscar. Pero ni siquiera ella logra envolverte en el aura que rodeaba a María. Sí, todo eso debe aparecer en la pantalla, sí, cada detalle contribuye a crear su atmósfera, pero ni juntos ni por separado consiguen sumergirnos en el universo de la cantante griega. Pareciera que estuviéramos viendo una película cualquiera de una mujer rodeada de lujo y sufriendo porque no puede cantar y porque no consiguió de su amante lo que deseaba. Porque eso pasa en muchos telefilms y no son tan caros como el presente título.

Lo único que realmente vale la pena de María Callas, película, es ese manejo grandioso del que Larraín suele hacer gala en sus trabajos de los distintos formatos, o del uso del blanco y negro para referirse al pasado y el del color para referirse al presente, de esa estética tan distinta dependiendo de qué se cuenta y cuándo ocurre lo que se narra. En eso, Larráin no tiene rival. Siempre que ha recurrido a esos recursos en su filmografía sus títulos han salido ganando. Porque son muy agradecidos y porque nos dan trazos de un relato vivo, lleno de fuerza en el engranaje interno que sostiene el conjunto.

Pero en su totalidad, María Callas se siente débil. Es, tal vez, la peor película de esa trilogía que ahora cierra el director. La primera entrega, la de Jackie Kennedy, tenía sus altibajos, la segunda, con Diana de Gales en el centro del relato, consiguió ser un prodigio absoluto, pero con María Callas de nuevo baja el listón. Y le queda por debajo del film inicial. Es una lástima pero una figura como la de María Callas se merecía una película mejor sobre el final de sus días. Se la merecía y se la merece. En presente. Esperemos que le llegue en el futuro.

Silvia García Jerez

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