MANUELA BURLÓ MORENO: me hacía mucha ilusión tener a Manolito Gafotas
El cortometraje Pipas, que no ganó el Goya 2014 pero que se convirtió en un fenómeno hasta el punto de hacerse muy popular, cosa que no suele ocurrirle a las obras rodadas en este formato, puso a Manuela Burló Moreno en el punto de mira de los realizadores (profesión, no género) con más futuro de nuestro país.
Posteriormente estrenó Cómo sobrevivir a una despedida, el salto al largometraje que dio en compañía de la ganadora del Goya Natalia de Molina, y ahora estrena Rumbos, un estupendo drama romántico que transcurre en una noche y en el que varios personajes viven experiencias inolvidables. Unos positivas, otros negativas… como la vida misma.
La Cronosfera: Rumbos no es muy novedosa pero sí la cuentas de forma inusual.
M. B. M.: Eso es. Efectivamente, no es muy novedoso en cuanto a que es una película de historias cruzadas, y eso se ha podido ver muchas veces en la gran pantalla, pero sí tiene de peculiar que transcurre a tiempo real y en coches. Es una fórmula un poco especial y a la vez muy bonita porque se establece el paralelismo del rumbo de tu vida y el rumbo del coche. Y a veces, en la vida, igual que en la carretera, ocurren accidentes que cambian tu rumbo. Quería hablar de esto. Del amor, del desamor, de la soledad. De la soledad de las grandes ciudades. Me gusta utilizar como hilo conductor este tipo de programas de radio de madrugada, que se vincula tanto a la soledad, y se puede vincular a la de esos personajes que buscan su rumbo y que te hacen partícipe de esa soledad haciendo esa llamada. He hecho un paralelismo también con la radio. En lo que dura el programa de radio es el mismo tiempo que dura la trama de la película. Pero es una película en la que el motor de la historia es el amor.
L. C.: ¿Cómo fue la participación de Julia Otero?
M. B. M.: Muy guay. Para Julia era un reto porque ella nunca había hecho este tipo de programas y ella trabaja desde la honestidad. Habla tal cual, y lo hace muy bien, no imposta la voz. Y aquí tiene que interpretar a este tipo de locutora de este tipo de programa, melosa, seductora, con la voz aterciopelada, y sí que es verdad que me decía que se sentía un poco rara hablando así, pero yo le decía que en esta película no era ella sino su personaje. Lo hizo muy bien y está encantada con la película.
L. C.: Estamos ante una película coral, ¿cómo se lleva trabajar con tantos actores?
M. B. M.: Es un reto, porque tenía que buscar una uniformidad, que ninguna historia se subiera o bajara de tono, porque aunque sean historias diferentes es una misma película y tiene un nexo común. Tuve que hacer un trabajo con ellos por separado, de cada escena, yo tuve que estar con la batuta, limando las interpretaciones para que todos estuvieran en el mismo tono. También ellos se dejaron ayudar y confiaron mucho en mí, cosa que es de agradecer.
L. C.: En cuanto a la parte técnica, imagino que sería complicado porque sobre todo al inicio las historias se van mezclando para dar paso unas a otras.
M. B. M.: Lo más complicado es armar todas las historias a nivel de guion y que todo confluya y no adelantar acontecimientos, de manera que todo encaje. Por otro lado, he de decir que el rodaje fue delicado, porque era de noche y si se hacía de día no podíamos seguir rodando. No podías pedir una hora más por un percance porque al sol no se le puede pedir que salga más tarde. Y fue un trabajo bastante complejo, y muy agotador, con los actores en los coches, en ese reducido espacio. Pero eso también creo que ayudó a que hubiese tantísima verdad.
L. C.: Hay actores, como Karra Elejalde, que a pesar del precedente de Airbag y de ese cine que hizo antes de los Ocho apellidos vascos, se le identifica con esa película, y aquí no recordamos en ningún momento aquel personaje. Eso también es gracias a tu trabajo de dirección.
M. B. M.: Para mí era un reto hacer con tres actores el cambio radical de registro al que nos tienen acostumbrados. Por un lado, a Pilar López de Ayala la tenemos más asociada al drama, pero aquí hace un personaje tragicómico que está delicatessen. Y luego a Carmen Machi y a Karra Elejalde, que son grandísimos actores, pero sí es verdad que el gran público los tiene más asociados a la comedia y aquí hacen todo lo contrario. Tienen momentos dramáticos que te congelan el corazón. Y eso para mí ha sido un trabajo precioso y de una generosidad formidable.
L. C.: ¿Cuántos bombones tuvo que comerse Carmen Machi?
M. B. M.: Buena pregunta, pobrecita mía. Muchos. Terminó hasta las narices de los bombones y creo que no va a volver a comer chocolate en su vida. Se empachó, se manchó, estaba hasta las narices con las uñas, con todo, pero sí, muchos bombones se tuvo que comer.
L. C.: De esa historia es fantástica la parte de Fernando Albizu. Cómo la mira. Debió ser muy complicado conseguir esas reacciones.
M. B. M.: Es verdad. Fernando hace un trabajo increíble. Hay una escucha con unos gestos tan sutiles… Es tan bonito verles a los dos trabajar juntos que yo creo que tienen muy buena sintonía. Estoy muy contenta con el trabajo que han hecho. En realidad todos, hasta las secundarias. Fanny de Castro, la señora del autobús, o Pepa Aniorte, la prostituta, que está dos minutos pero no quieres que se vaya de la película. Está graciosísima.
L. C.: También me fascinan los dos jóvenes. ¿Cómo los encontraste?
M. B. M.: Son maravillosos. Christopher Torres y Emilio Palacios. A Emilio Palacios lo fiché solo por el trailer de la película de Zoe Berriatúa Los héroes del mal. Ahí directamente pensé que lo quería para mí, y Zoe me dijo que si lo elegía no me iba a equivocar. Le hice un casting y me lo clavó. Y Christopher es Manolito Gafotas, que ha crecido, y me hacía mucha ilusión tener a Manolito Gafotas en mi película. Me despertó mucha ternura… y también hizo una prueba maravillosa. Encima la hicieron juntos y parecían amigos de toda la vida. Tengo un elenco de actores que me han hecho un regalazo.
L. C.: ¿Te gustaría que se dijera que es una película de diálogos?
M. B. M.: Sin lugar a dudas. Es una película de la palabra, como dice Carmen Machi. Una película en la que la palabra tiene poder. Viajar en coche invita a hablar, de cualquier cosa, de temas intrascendentes, como Ernesto y Rafa, que hablan de la vida, de lo que observan, del vagabundo. Es una película en la que el diálogo tiene mucho poder.
L. C.: Muchas de las frases preciosas que se dicen en la película las dicen Ernesto Alterio y Rafa Ordorika. ¿De dónde salen?
M. B. M.: Yo me digo mucho a mí misma determinadas frases. Por ejemplo, me dijo: «Manuela, puedes querer mucho pero recuerda lo que mereces». Es verdad que yo creo que en la vida hay que olvidar lo que uno siente y recordar lo que uno merece. Es muy importante porque nos pierde la cabeza y por el sentimiento nos olvidamos de nosotros mismos. Y nos quedamos hasta sin sombra. Creo que era fundamental meter estas frases. También soy admiradora de los dichos populares. Esa frase mítica de no hay mal que por bien no venga, o el que se va sin que le echen vuelve sin que le llamen. O que el tiempo tiene prisa. La gente me dice que cuánto dicho popular, pero es que yo lo utilizo, y como los personajes hablan a través de mi boca, por qué no se los voy a hacérselo decir.
L. C.: O aquella de Si te vienes conmigo nunca te van a faltar besos.
M. B. M.: Esa es que yo creo que es muy bonita y además va muy en sintonía con la historia, porque las prostitutas no se besan. Es una frase que le mueve todo al personaje porque a ella llevan muchos años sin besarla. Ese momento es muy bonito y arrancó aplausos tanto en Málaga como en Barcelona. Todo el cine aplaudiendo de forma espontánea. Carmen está espectacular. También cuando cuenta la historia de su hijo, que se te encoge el estómago. Siempre intento evitar el melodrama. De hecho, cuando entra en la emoción ella lo corta y dice: esta noche te voy a tener que pagar yo a ti. Yo estoy muy contenta con cómo han quedado estas historias.
Silvia García Jerez