LOS MUERTOS NO MUEREN: apocalipsis y zombies monosílabos.
Tras Patterson, Jim Jarmusch regresaba a la Croisette acompañado de un séquito variopinto y en parte habitual: a Bill Murray, Adam Driver y Tilda Swinton se les sumaban Iggy Pop, RZA o Selena Gómez, entre otros. Sin premios, pero inagurando las 72 edición del Festival de Cannes, The dead don´t die (Los muertos no mueren) supuso un estreno simpático en una edición notable.
El gul o Zombie sirve de telón de fondo para ejemplificar una decadencia social y existencial que se propaga hasta un pequeño y remoto pueblo: Centerville; representa la grandeza y decadencia de Occidente en general y de Estados Unidos en particular. Un capitalismo feroz, que nos deja en el limbo: entre la vida y la muerte, entre el éxito o la felicidad y el fracaso. Esa mediocridad da lugar un inconformismo plagado de vicios y consumismo, en el que una meta, solo es la promesa de la siguiente.
Aún con esta lectura de por medio, Los muertos no mueren no deja de ser una comedia negra más de zombies, en la que, tanto Jarmusch como el reparto, han pecado de una autocomplaciencia que ha reducido el film a un divertimento, que logran salvar unos actores siempre en estado de gracia. El cuarteto protagonista formado por Bill Murray, Adam Driver, Chloe Sevigny y la “extraterrestre” Tilda Swinton, son lo más destacable de una película cargadísima de referencias a la cultura pop: desde el homenaje explícito y continuo al rey de este subgénero George A. Romero y a su “La noche de los muertos vivientes” , hasta al cantautor Sturgill Simpson y a su tema The dead don´t die: el cual se escucha varias veces a lo largo de la película.
Quizá no sea una gran película, sin embargo, es altamente disfrutable desde los títulos de crédito hasta su carnicería final. Una buddy movie que poco tiene que envidiar a referentes del subgénero en estos últimos años como “Bienvenidos a Zombieland” o “Zombies Party”.
Guillermo Asenjo Lara