LA SOCIEDAD DE LA NIEVE. El pasado cambia.

J. A. Bayona recrea en La Sociedad de la nieve, la tragedia o el milagro que ocurrió en los Andes, en 1972, remodelando la historia de un accidente aéreo ya contada en el cine y en documentales, desde el humanismo y la espiritualidad, demostrándonos que el pasado puede cambiar, siempre, y cambiarte para siempre.

Acercándose a la realidad de aquellos supervivientes olvidados del mundo, el cineasta muestra lo que pasó entre quienes volvieron a la vida y quienes se quedaron en las montañas, cuando la moral o la religión no alcanzaban a aliviar el dolor o el hambre, cuando viéndose cual bestias en aquellos 72 días, Dios fue más humano que divino y la verdadera comunión era el compañero de viaje.
Y aunando esa maestría técnica de superproducción que Bayona domina, y un buen guión que logra transmitir la profundidad del drama existencial, la última cinta del director es su mejor película, siendo ya nuestra representante a los próximos premios Óscar y candidata a mejor filme de lengua extranjera en los Golden Globes, mientras acumula los galardones recibidos -por sus efectos visuales, maquillaje, peluquería y banda sonora, así como varios votados por el público en diferentes festivales- y añade 13 nominaciones para nuestros Goya 2024.

La sociedad de la nieve parte del libro con el mismo título, escrito bajo la única verdad de quien conoció todo de primera mano, trayendo al recuerdo una hazaña que aunque parezca increíble después de 50 años, Bayona logra asemejar con credibilidad, honestidad y cual homenaje, dando sentido a todo (lo) pasado.
Todo un aprendizaje de vida, muerte y hermandad.
No duden en verla.

Cuando llegaron las primeras noticias sobre el nuevo trabajo de Bayona, cuestioné las razones que el director tendría para hacer un remake, o un Viven “2”. Pues ya hubo una primera película sobre la catástrofe en la cordillera entre Argentina y Chile que escandalizó y conmovió al mundo, por igual, ante esa extraordinaria supervivencia entre aludes, tormentas y casi sin víveres.
Luego llegó la cinta de Frank Marshall que hizo famoso el suceso a varias generaciones, puntualizando el hito ya en el título -ese ¡Viven! al que me refiero-. Un filme que no está mal, muy del cine americano de los noventa con reparto estelar y espíritu hollywoodense. Además, existen varios libros de los propios supervivientes y alguno, recopilando sus entrevistas. Como así las encontramos en los documentales del accidente; destacando el que narra el regreso a aquel glaciar, conmemorando a quienes no volvieron de ese Valle de las Lágrimas que fue cobijo entre vivos y fallecidos.
Y también, Náufragos de los Andes -emitido recientemente por La2-, que aún utilizando la fórmula clásica de imágenes de archivo junto a testimonios reales tiene mucha poesía y veracidad. Como ocurre con La Sociedad de la Nieve, que contiene el alma, albergando almas. 

Claro que los hechos son los mismos y todo ese pasado ya está relatado, de una manera u otra, incluso involucrándonos en la historia. Sin embargo el enfoque tomado por Bayona, tan inspirador como crudo, transciende el libro del que parte el largometraje -más allá del “basado en hechos reales”- con una aproximación al auténtico relato tan nueva como ajustada, que merece todo el respeto y aplauso. Asimilando la oportunidad de dar a conocer a recientes generaciones un acontecimiento memorable, que es más que un recuerdo para la humanidad.

Un filme tan logrado como medido en tempo, fundidos en negro-y en blanco, de nieve-, y en la voz en off narrando sólo lo relevante y cuando es necesario. Sin recrearse en lo morboso, ni tampoco obviando el dolor, o el miedo de cualquier clase, logrando entender y reflejar lo que pasaron, pensaron, sintieron, dudaron y lloraron aquellos supervivientes. Y todo lo que recordarán. Como esa solidaridad entre el silencio y algunas risas, entre los cigarrillos y las propias costras cual alimento, y entre esos derechos y juicios que se formulan en medio de la nada. Cuando se curaban mutuamente las heridas y se cuidaban los estado de ánimo, que cedían al apoyo y la desesperación. Cuando repartiendo lo encontrado en las maletas, evitaban ver cada división según aumentaban los cadáveres…

De las 45 personas a bordo, sumando la tripulación, pasajeros y pasajeras, perecieron 29 entre las montañas y el avión estrellado. Jóvenes colegas y familiares, la mayoría de Uruguay, que iban disminuyendo en número al paso lento del tiempo. Siendo sólo 16 veinteañeros, jugadores de un equipo de rugby universitario y católico, los únicos finalmente rescatados -y a punto de celebrar la Navidad- revelándonos que más allá de la fe, la voluntad de creer y la amistad, es la confianza y la lealtad lo que determina la vida. 

Fuimos dieciséis que hicieron posible que, primero tres y después dos, llegaran a destino. 

Son palabras de Tíntín Vizintín comenzando así el libro homónimo de Pablo Vierci sobre esos compañeros, convertidos para siempre en supervivientes de aventura y transgresión, dando voz a los muertos, además de a quienes continúan vivos; como Nando Parrado y Roberto Canessa, que con sus charlas en la actualidad -como manteniendo un pacto eterno con quienes se fueron en aquellos 72 días y 72 noches del ’72- todavía recuerdan el ingenio, la valentía y la generosidad que posee el ser humano.

Foto real. Viernes, 13 de octubre, 1972
Fotografía real. Viernes, 13 de octubre, 1972

La sociedad de la nieve ha contando con un equipo comprometido y responsable de recrear aquella convivencia y supervivencia extrema, junto a unos intérpretes encarnando brillantemente a quienes resistieron el drama y subsistieron a tal odisea -un reparto debutante y coral, del que señalamos a Matias Recalt, Agustín Pardella y Enzo Vogrincic, quien comparte un parecido asombroso con el actor Adam Driver e interpreta uno de los personajes más emotivos, Numa Turcatti-, llegando a experimentar algo similar a aquellas condiciones inhumanas (perdieron peso, soportaron un frío gélido y el hacinamiento de algunas escenas imitando esos restos del fuselaje que sirvió de hogar, enfermería y hasta de ataúd).
Y si en todo rodaje se crea una especie de comunidad o familia, los vínculos formados en éste de manera cronológica y en Sierra Nevada -esos otros Andes para la mayoría del metraje, junto algunas escenas en la verdadera cordillera-, han originado una nueva sociedad que realmente honra a aquella de la Nieve

Han transcurrido más de cincuenta años de “aquello”. Y ha pasado más de una década desde que Belén Atienza -productora habitual y socia imprescindible de Bayona- propusiera hacer La sociedad de la nieve, volviendo a una historia ya enseñada en la gran pantalla, pero siendo adaptada por, y a través de, la misma novela. Quizás, no tanto por esclarecer los hechos, sino por la lección de humanismo y empatía que emana y atrapa, alcanzando el sentido que guarda.
Con el permiso de su autor y un guión firmado por Bayona en colaboración con Jaime Marques, Nicolás Casariego y Bernat Vilaplana -montador del cineasta, estrenándose ahora como escritor-, La Sociedad de la nieve resulta finalmente un largometraje contundente que, incluso sabiéndolo todo, consigue que el pasado cambie y transforme toda perspectiva.

Presentada en el Festival de Venecia y San Sebastián, esta rotunda superproducción con apoyo de Netflix se estrena este viernes en toda España. Y en Enero, en la plataforma.

No duden en verla.  

Mariló C. Calvo 

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