LA MINA: popurrí de géneros bajo tierra
Hay películas que no responden a la idea que en un principio teníamos acerca de ellas: títulos que creemos que serán de un género, luego, más que en su forma, en su fondo y por supuesto en su desarrollo, nos ofrecen otro distinto.
A este respecto se pueden poner decenas de ejemplos. Comedias como Mi chica o Magnolias de acero, que a medida que avanzan dan un brusco giro al drama más descarnado. Documentales, como muchos firmados por Michael Moore, no dejan de corresponder a esa categoría pese al carácter de cine de terror que se desprende de sus conclusiones, o cintas como El bosque, de M. Night Shyamalan, o Gravity, de Alfonso Cuarón, que en teoría pertenecen al terror y a la ciencia ficción respectivamente, en realidad esconden bajo dicha apariencia dos dramas familiares, cada uno en su contexto y en los años en que están relatados.
Algo semejante le ocurre a La mina. Su prólogo está completamente

adecuado al género en el que se supone que veremos el resto de la película, pero pronto descubrimos que el terror no es el protagonista de la misma.
Dos hermanos, uno que sale de la cárcel y otro que, convertido en el párroco de la zona es respectado y admirado por los vecinos y lugareños, son los personajes centrales de una historia en la que la mina abandonada, donde el primero encuentra un trabajo de vigilante nocturno gracias al segundo, será el escenario del que provengan todos los males de la localidad.

De esta idea parte un proyecto dirigido y co-escrito por Miguel Ángel Jiménez, responsable de Chaika pero, extraña y desafortunadamente, el terror no es el género que prima en ella. El drama, y sobre todo el musical, debido a los temas que van sonando de manera continua, e incluso a los que se cantan en la película, acompañamiento de guitarra incluido, en la voz de sus intérpretes, Matt Horan, líder del grupo Dead Bronco, y la actriz canaria Kimberley Tell, restan peso a la tensión inherente al miedo que comenzamos sintiendo.
La mina no es cine trascendente. Nada de lo que cuenta es inédito en el ámbito de la ficción que recrea. Giros argumentales ya vistos de la mano de los personajes de los que se espera que no sean lo que parecen lastran un film rodado en inglés y en Asturias, por mucho que su acción parezca transcurrir en la América profunda. Ya sabemos que España ha sido, es y será, un inmenso plató natural en el que Hollywood ha situado algunas de sus producciones más emblemáticas. Pero este no es el mejor ejemplo para ilustrar los maravillosos paisajes que nuestro país puede ofrecerle a la industria.
Silvia García Jerez