LA CAZA: El juego de la supervivencia
La caza es un divertimento convertido en una obra de arte. Es, si me permiten el chiste, obra de caza mayor.
La trama gira alrededor de 12 extraños que se despiertan en un campo abierto en cuyo centro descubren una caja enorme. Uno de ellos se decide a acercarse para abrirla ante el miedo de quienes observan el acto de valentía de abrir algo que no sabes si será perjudicial o no para la situación. El momento de suspense está garantizado.
Quien la abre descubre que de su interior puede sacar un panel con doble cara y con un montón de armas, de distinta índole, por uno y otro lado, que suponen van a necesitar para lo que sea que venga a continuación. Al panel se le une un animal, no diremos cual porque más allá de la gracia que haga es muy simbólico y añado que si podéis, no veáis el tráiler, porque cuenta eso y mucho más de lo que debe, por cierto.
Sigo con La caza, porque a continuación los extraños allí unidos, elegidos por algo que ya sabremos, tendrán que intentar, con esas armas y con el ingenio que puedan desarrollar, salir indemnes de una caza en la que ellos mismos van a ser la presa si no son capaces de evadir las trampas que los esperan.
Estas líneas son solo parte del argumento de La caza, un film que puede recordar a Cube o a Battle Royale, original japonés de Los juegos del hambre, y que desde que comienza está ofreciéndole al espectador la diversión que esperaba en este año en el que todas las películas importantes se están retrasando y en el que estamos encontrando, gracias a eso, oro puro en la cartelera. Si abrimos la mente y nos dejamos llevar. No hay por qué esperar a los grandes estrenos si tenemos películas de este calibre. Y ya sabéis, no es lo mismo ir al cine que ir a ver una película. Y ésta es una película.
Y es que La caza no solo da lo que promete, que es un rato de diversión y poco más. No, da emociones con las que no contabas, gracias a giros de guión muy ingeniosos en los que el director, Craig Zobel, responsable de la angustiosa y extraordinaria Compliance, nos descoloca una y otra vez para muy bien, para ponerte en escenarios que no tenías previstos y donde, como espectador, agradeces estar porque a ti también te ponen a prueba pensando en qué será lo siguiente.
La caza no sigue la ruta establecida por otras películas y por lo tanto, debido a su apabullante personalidad, nos sitúa en un campo minado en el que tenemos que estar constantemente alerta.
Por si eso fuera poco, La caza no solo nos ofrece tensión en su desarrollo, al tenernos pendientes del siguiente movimiento del tablero, sino que además supone una sátira política al más alto nivel, no solo en su exposición de los acontecimientos que nos van llevando al momento actual, en sus correspondientes flash-back, también en cuanto al humor negro con el que despacha cada discurso, cada crítica, cada puntualización.
Como película comercial es ejemplar en eso de avivar las conciencias, de no dejar ningún extremo ideológico sin tocar, sin cuestionar. Es muy brillante en este aspecto. Primero por plantear ese escenario crítico en una cinta que aparentemente podría ser solo de supervivencia, y segundo porque tratándose de una película comercial tan entretenida, incluir temas políticos para que su audiencia potencial, los adolescentes tal vez menos interesados en ellos, acaben centrando sus comentarios de la película en algo más importante que en su trepidante superficie.
Su protagonista femenina, la no muy conocida Betty Gilpin, nombre a seguir desde ya para no perderse nada de lo que haga, es una auténtica Ripley del cine. No es increíble lo que la vemos hacer en el film, porque ya se lo hemos visto hacer a otras actrices antes, pero sí es muy fascinante porque lo hace con un arte y un tesón con el que se nota que ha disfrutado rodando la cinta.
Eso sí, sus continuos mohines con la boca y la mandíbula quizá no sean los gestos más adecuados para una protagonista, la convierten en una mujer extraña en la que no es de descartar que se buscara precisamente eso para quitarle a su personaje el glamour que otras estrellas tienen, para hacerla más terrenal y cotidiana, pero si nos abstraemos de esos labios en esas posturas tan raras, tendremos una Crystal, que así se llama el personaje de Betty, de lo más apasionante. Porque, una vez más, dentro del universo de la película, no sabemos qué nos espera a su lado como espectadores.
Y lo que nos espera, una vez concluido el metraje, es una película excepcional que en esta cartelera, también excepcional, es un vaso de agua fría en el desierto. Nos han retrasado las películas que más esperábamos pero no nos esperábamos esta película.
Silvia García Jerez