CAPITÁN KÓBLIC, crítica y charla con Inma Cuesta
KÓBLIC, víctima y verdugo
Todos de alguna manera somos víctimas de la vida, esa que nos toca por suerte o desgracia según el momento en el tiempo y el lugar en el mapa. Pero mientras para algunos es más fácil, otros parecen coleccionar calamidades hasta la muerte; que no es la misma por causas naturales que por un golpe de mar que ahoga, un resbalón en el baño que desnuca, o porque un alguien desalmado decida acabar con tu vida. No es lo mismo por descuido y temeridad, con la culpa en cada cual y en el destino, que por quienes se creen con derecho a cambiar la historia de uno, convirtiéndolo en víctima en vida o llevándole hasta la muerte. Es entonces cuando el victivismo sólo se abandona a la fuga o practicando esa justicia poética de la venganza, igualándose a quienes crearon a la víctima y convirtiéndose en verdugo; ya que si no, siempre queda y hasta se achaca a la misma víctima. Además, siempre están las respuestas comodín suplantando al perdón y sin asumir responsabilidades; la atemporal, es mi trabajo y la clásica de recibía ordenes, ya sean del miedo, del ego, o abusando de su poder y por su envidia. Y da igual que sean encarnadas por un coronel, un progenitor o una pareja, porque siempre están a la sombra de la traición y la cobardía. La película que hoy recomendamos, narra en forma de thriller el relato de varias víctimas de un lugar y su tiempo, atrapadas en un dolor que obliga a la discreción para la propia supervivencia.
Con Capitán Kóblic regresamos de nuevo a la dictadura argentina y una vez más con Ricardo Darín en una historia de amor y venganza, como la estupenda El secreto de sus ojos que le encumbró. En ésta, dirigida por Sebatián Borensztein (conocido por Un cuento chino), lo político queda casi en excusa, cediendo el protagonismo a la pasión en un duelo de celos y odios.
Darín es un capitán de aviación que realizaba los llamados vuelos de la muerte, una especie de paseillo entre las nubes, lanzando desde un avión a quienes pensaban diferente, sin paracaídas y todavía vivos. Pero el capitán sufre una crisis de conciencia y escapa de los milicos, instalándose en un pueblo perdido del interior de La Pampa, buscando la paz y que terminen sus pesadillas.
La llegada del piloto, el nuevo fumigador, revoluciona a los habitantes del inhóspito lugar, mientras la pasión con el cuerpo de Inma Cuesta con acento argentino, altera las nuevas rutinas de Kóblic. Ella que huye igualmente de un pasado silenciado, tampoco logra fugarse de sus fantasmas.
El presagio de tragedia se respira según avanza la cinta que mantiene el ritmo con claves de cine negro y western. La muerte sobrevuela el remoto lugar y ambos saltan de víctimas a verdugos. Triunfa la venganza. No hay otra.
Todas las interpretaciones se agarran perfectamente a la historia y la pareja engancha, pero destacamos al comisario, el actor Oscar Martínez, que recibió un merecido premio en el pasado Festival de Málaga; ganando también el filme, la Biznaga de plata por la fotografía. Darín hace creíble cada plano y mirada, como siempre, e Inma Cuesta defiende su personaje con voz y alma.
Estuvimos con ella en la presentación de la película en Casa América. Guapa y encantadora, al natural y en sus películas. Ademas, es muy simpática.
La actriz, quizá, estuvo en el lugar y el momento justo cuando buscaban a la prota del musical Hoy no me puedo levantar, pero desde entonces, Inma no para de currarse su suerte. Lleva nueve temporadas conquistando a Águila Roja y en lo que va de temporada, ya la hemos visto en La Novia y Julieta.
La Cronosfera: ¿Cómo te enfrentas al personaje? Además del acento que consigues, que espero nos cuentes cómo lo trabajaste, cómo compusiste a la chavala con ese pasado que intuimos pero del que no sabemos más.
Inma Cuesta: Pues sobre todo, para mi, el mayor reto era conseguir un acento casi perfecto; era mi obsesión. Lo que pasa es que de siempre yo he jugado mucho con eso, a imitar acentos y ese tipo de cosas. Entonces, contacté con Carolina Román que es actriz y además dirige. Ella es de Formosa, del interior de Argentina, y como no era hacer algo concreto como de porteña, por ejemplo, pues cogimos el guión, la grabé y luego yo lo leía e iba dándome directrices. Lo trabajé como una partitura musical y cuando me cambian una palabra, a mi me hundían. Y yo venga a decir, no me cambiéis el texto, por favor, porque me perdía; para mi era absolutamente musical y me apoyaba en pausas o en una palabra muy concreta… No tuvimos mucho tiempo y en una semana, quedamos varias veces. Luego ya allí, seguí repasando de vez en cuando, porque es parecido a aprenderte una canción y tanto Ricardo como Sebastián, pero sobre todo Ricardo porque es con el que he pasado más tiempo, me ayudaron mucho; le pedía que cualquier palabra que se me fuera, me lo dijera, ya que es algo muy lejano a mi y no tenia ni idea si lo hacia bien o no, aunque según ellos me salía perfecto (risas), pero yo no sabia. Luego el personaje, evidentemente cuenta más por lo que no dice que por lo que dice, porque además, no tiene grandes discursos. Y tras ver la película, me di cuenta que a ella se le todo ve en la mirada; es como un animalillo que está enjaulado e intenta escapar, al igual que Kóblic intenta huir de una situación opresiva. Y en esa huida, ella se encuentra con el personaje de Ricardo y de alguna manera, se salvan el uno al otro.
La Cronosfera: Ella cuenta con la mirada. El primer contacto visual con él es muy importante, pero creo que te enamoras porque te agarras a un clavo ardiendo.
Inma Cuesta: Sí, es verdad. Trabajamos mucho eso porque yo lo veía más romántico, por la situación que ella vive. Me costaba entender ese instinto sexual, viniendo de ella y de lo que tiene. Sin embargo, cuando estuvimos viéndolo es cierto que ella tiene algo como animal, de salvarse y escapar y además, en esos sitios que eran casi como colonias inhabitables, no hay mucha escapatoria y tampoco hay mucho que hacer. Me lo planteé desde la primera vez que alguien le pregunta a esta chica qué le gusta en la vida. Nadie se lo había preguntado nunca y claro, se queda absolutamente obnubilada por él. El deseo le hace querer vivir, porque además ante la muerte, hay como una cosa animal con el sexo, como para sentirse vivo. Y lo entendí desde ahí.
P: El componente histórico de la película no afecta directamente a tu personaje pero ¿investigaste los vuelos de la muerte? ¿Los conocías?
I. C. : Mi personaje se queda más al margen, pero lo vuelos son el motor y pistoletazo de salida, pero la película no va de eso. Obviamente es el contacto histórico y evidentemente tiñe todo con ese ambiente opresivo, asfixiante incluso. Me quise informar porque desconocía muchas cosas y necesitaba saber aunque no afectara a mi personaje; de eso está mucho más impregnado Kóblic, pero de todas formas, me resulta fácil empalizar con esa dictadura y las barbaridades que se hicieron porque aquí tenemos historias que si no iguales, son muy parecidas y conecto enseguida.
P: El deseo la libera y le hace valiente, llegando hasta la violencia para poder marchar. ¿Somos todos capaces de matar?
I. C. : Creo que todos los somos en una situación límite. Ella esta sometida y un encuentro le cambia vida. Ella que no puede salir de ahí y que ni soñaba con hacerlo, es capaz. Ella se entretiene con revistas de moda -algo que estaba en el guión y terminaron quitándolo- y únicamente con esas revistas sueña, se escapa; sólo ojeándolas y no va a más. Así que la llegada de ese hombre es un soplo de aire fresco, una tabla de salvación y cuando descubres la situación que ella está viviendo… Uno tiene que estar libre de moralidades para crear al personaje porque además, luego, uno se sorprende. Terminas por meterte en la historia y entender, para hacer al personaje sin ataduras y ves que todos somos capaces; vamos, yo soy capaz de hacerlo, de matar en una situación límite.
P: ¿Qué tal trabajar en Argentina? Porque has comentado que Hollywood no te seduce…
I. C. : Es que siempre preguntan ¿y para cuándo Hollywood? Yo no soy bilingüe y no es que lo rechace; es que ni lo he soñado, honestamente. A lo mejor mañana quiero ir pero por ahora, me apasiona mi trabajo que es muy vocacional y me encanta todo el cine latinoamericano. ¡Me gusta todo de allí! Su comida, su cultura, sus actores, sus actrices, sus directores y también sus historias. Son más cercanas y conecto mejor, pero si mañana me llega un proyecto maravilloso de Hollywood que me interese mucho, pues lo hago. Por ahora, quiero conocer todo de Latinoamérica. He empezado por Argentina, pero quiero volver y conocer ¡toda Latinoamérica! (risas) Y además con Ricardo, no te lo puedo explicar, pero es de los mejores compañeros con los que he trabajado; he aprendido y me he divertido mucho y lo digo con la boca llena sin quitar peso a nadie, pero ha sido un gran descubrimiento. Todos le conocemos como actor y sabemos que es muy bueno, pero también lo es como persona. He disfrutado mucho, la verdad.
P: ¿Y qué tal con Sebastián, el director?
I. C. : Lo que me gustó mucho de Sebastián -y lo hablábamos antes con Ricardo-, es que no es un director que se instale en la zona de confort; es decir, cuando sabes que algo te funciona y piensas, pues voy a repetir esto ya que se me da bien. Hizo Un cuento chino, que es comedia aunque con su trasfondo, y ahora hace esta película que no tiene nada que ver y se va de un sitio a otro, con toda la valentía y el arrojo de alguien que quiere trascender a su obra o a su trabajo. A mi me sorprendió que el guión estaba siempre vivo, no estaba encorsetado. Nos dejaba libertad y eso es maravilloso. Y aunque a veces esos cambios me movían el suelo porque como te decía, tenia todo el guión en la cabeza como una partitura, es algo muy generoso, porque te sorprende o sorprendes al director con algo que no está pensado, planeado; porque no es lo mismo lo que está escrito a lo que luego pones en pie. También hay veces y recuerdo un día, que tenía una secuencia que no entendía que yo debía estar y aunque al final, pues no salió, aprendí… Se dice que nos pagan por esperar y es verdad (risas); estuve todo el día en la caravana y aunque no lo veía claro, tenia que estar ahí porque el guión podía cambiar.
L.C.: ¿Qué claves te dio para acercarte al ese pasado oculto?
I. C.: Es muy importante para mi que todo lo que no está en el guión y todo lo que el espectador se puede imaginar, yo necesito imaginario antes, necesito componerlo. Y aunque no se dice, está en lo que dices y en cómo te mueves. Es algo inconsciente pero está en ti. Y yo que siempre me monto mi película paralela, a veces eterna (risas), con los porqués o de dónde viene, con cuál y cómo fue su primer amor… Yo necesito conectar con mi base de datos de los recuerdos para hacerlo, a no ser que haya algo muy concreto que el director me indique.
L.C.: Menudo año: Julieta con Almodóvar, La novia -donde estás magnífica- y ahora Capitán Kóblic. Todos dramas. ¿Cómo lo llevas?
I. C. : Hay personajes que te traspasan y aunque yo no soy muy peliculera en eso que dicen de los actores que somos, ya sabes, muy intensos, si que es cierto que hay historias que te tocan y te cuesta recuperarte del proceso. Y luego, además, está la exposición que implica, que para el que está dentro no es algo ajeno y te tambalea. Y piensas que pase ya, porque es como un tsunami por dentro. Yo llevo de tsunami muchos años con personajes fuertes, pero sigo aprendiendo. Algo te afecta, la verdad, Y yo que soy sensible, bueno, todos, porque estamos vivos y nos pinchan y duele… Yo intento mantener la cabeza en orden y confío en seguir aprendiendo ¡Y quiero vivir para contar! Quiero elegir bien, hay que medir bien lo siguiente que quiero hacer y no precipitarse y dejarme escuchar, yo es que soy mucho de escucharme…
P: ¿En qué estas ahora? ¿Cuáles son tus próximos proyectos profesionales y vitales?
I. C.: Pues aprender a conducir o plantar tomates, según… Ahora estoy un poco en mi película vivir para contar (risas) Y vivir para brindar y para pasar tiempo con mi sobrina, y tomar el sol y ¡vacaciones santillana! (risas) Hay algún proyecto por ahí lejano, sin consolidar, pero me van a dar tiempo para descansar y estar contenta y ponerme morena… (risas) ¿Sabes lo que pasa? Mi abuela siempre decía y es una frase que me define totalmente, aprendiz de tó y maestro de ná y de verdad, te sorprendería la cantidad de cosas que hago. Me gusta la fotografía y pintar. Y yo que no se qué quiero ser de mayor (risas), siempre estoy buscando planes b, porque esta profesión es muy inestable y estás siempre en tierra de nadie. Y aunque soy muy afortunada, la suerte puedo durarte toda la vida o acabarse a la mitad. Así que como no se qué quiero ser de mayor, no me angustio. Ahora me ha dado por el collage, pero escribir me gusta mucho. Así que un día o la próxima vez que nos veamos, te puedo sorprender con una exposición o un libro. ¡Yo que sé! No tengo ni idea, ni falta que me hace.
La Cronosfera: Inma, para terminar, ¿alguna vez pensaste que en casi todos tus personajes ibas a montar tanto?
Inma Cuesta: Pues fíjate, en Kóblic es donde más lo he disfrutado, porque los caballos que se llaman criollos son chicos…
L. C.: ¿Más fáciles de domar?
Inma Cuesta: …de tamaño, digo, porque hablamos de caballos, ¿no? (risas) La verdad es que por su tamaño, eran más cómodos de subir y bajar (risas)
Y así se despide, divertida y guasona. Inma Cuesta, todo un encanto, lo dicho.
Haga lo que haga, la seguiremos.
Mariló C. Calvo
Capitán kóblic, una de las mejores películas que he visto en los últimos meses. Geniales Ricardo Darín e Inma Cuesta