JOKER: Folie à Deux – Despropósito musical
Tras el éxito descomunal de Joker en 2019, León de Oro en Venecia y Oscar al mejor actor a Joaquin Phoenix y a la mejor banda sonora original para Hildur Gudnadóttir incluidos, además de otras 9 nominaciones que la película logró sin que se materializaran en estatuilla, llega ahora la segunda parte. La secuela. Una continuación… Una broma. Lo que sea que su director, Todd Phillips y su protagonista, de nuevo Phoenix, hayan querido hacer.
El primer Joker fascinó a casi todos, dejando un poso tan brutal que pocos nos atrevimos a asegurar que no nos parecía una buena película. Eso no era posible, nadie podía quedarse atrás en cuanto a la admiración que provocó esta historia del villano de Batman, un hombre aquí sin antagonista porque él mismo ya lo era de sí mismo, y únicamente lo vemos a él y a su locura por las calles de Gotham, matando a quien considera y riendo como un demente. No, nadie podía afirmar que ese León de Oro y las posteriores nominaciones al Oscar eran premios desmesurados para ella, porque la taquilla había respondido muy favorablemente y tampoco la Academia de Hollywood podía darle la espalda a ese fenómeno social.
Así que, como acostumbra a pasar en el cine norteamericano cuando algún título tiene mucho éxito y una repercusión desmedida, se puso en marcha una segunda parte. Una segunda parte que, además, iba a ser una película musical que incluyera a Lady Gaga en su reparto como Harley Quinn -o su mímesis-. Y se rodó. Y se volvió a ver en Venecia, festival de donde todo surgió. Pero en esta ocasión las reacciones no se parecieron en nada a aquellas. Y fueron aún peores en el siguiente festival por el que pasó, el de San Sebastián, en el que fue la película sorpresa de su tramo final.
Y es lógico, porque Joker: Folie à Deux es un despropósito. Un despropósito musical con el tema Folie à Deux cantado por Lady Gaga como título del film. Es imposible salvar en ella ningún aspecto. Nada tiene coherencia aquí. Ni el guión, ni la dirección, ni las interpretaciones, ni la música, casi toda ella compuesta por canciones legendarias que interpretan los actores a lo largo del metraje. No a lo largo de la historia, porque Joker: Folie à Deux no tiene, no cuenta nada. Consiste en una hora vacía de estancia en la cárcel del hospital estatal de Arham por parte de Arthur Fleck, donde conoce a Lee Quinzel (Gaga), y la hora y veinte restante en el juicio que se celebra contra él, del que sus seguidores estarán muy pendientes…
Por momentos, Joker: Folie à Deux es terrible. En otros, lamentable, y a ratos es patética. Y es una lástima porque Todd Phillips, responsable de la trilogía Resacón en Las Vegas, no es un mal director, pero cabe preguntarse, ante semejante esperpento proyectado en la pantalla, si realmente no quería hacer una buena película sino un producto que supieran -todos, el equipo y el estudio, Warner Bros.- que sin esfuerzo fuera a conseguir una taquilla similar a la de la anterior. Meta complicada porque fueron más de 96 millones de dólares sólo en el fin de semana de estreno en Estados Unidos y Canadá.
Pero el público muchas veces pasa por alto lo malo que contienen las películas que está convencido de que va a amar. No es la primera vez que pasa y está claro que Todd Phillips se ha confiado demasiado en que el Joker es una figura lo suficientemente icónica como para que, ocurra lo que ocurra en la película que protagonice, va a ser siempre apreciado y aplaudido. Que a Joaquin Phoenix se le admira tanto que con su sola presencia ya conquista hasta a los más reticentes y que el talento y el nivel de superestrella que es Lady Gaga va a lograr, si es necesario, eclipsar todo lo demás. Y si no hay una base muy compacta que sustente sus leyendas, éstas se caen como lo hacen los trenes cuando pasan por puentes defectuosos incapaces de aguantar sus tonelajes.
Pero es que se nota demasiado lo mucho que Joker: Folie à Deux se regodea en lo que este personaje significa para sus fans y en lo mucho que el mundo quiere a Phoenix y a Gaga. Se recrea tanto en los mitos que ellos representan dentro de un cine americano que todo el mundo venera que a pesar de apostarlo todo al brillo que la industria posee y que sus actores emiten, no es suficiente para que una película tan fallida no haga aguas por todos sus fotogramas.
Ni siquiera su aspecto musical, su principal baza para ofrecer originalidad en una industria que tanto la necesita, es satisfactorio. Porque tiene dos escenas fabulosas, que son la únicas que resultan verdaderamente deslumbrantes dentro del film: una en la que Joaquin Phoenix canta Ne me quitte pas, de Jacques Brel, en su versión en inglés, y otra en la que Lady Gaga hace lo propio con Close to you, de The Carpenters, que están interpretadas a modo de diálogo-monólogo dentro de lo que está sucediendo en pantalla. Y funcionan muy bien.
Esa, de hecho, debería haber sido la idea de partida de la película, un musical en el que temas clásicos son cantados por los personajes como si fuesen los diálogos. Lo que acabamos viendo es un completo sinsentido que cuesta hilar como un todo orgánico. Un sinsentido en el que además cantan. Por eso ni el hecho de que sea un musical, que es el gancho para poner en marcha el proyecto, justifica la producción como tal.
Y es que ni siquiera Todd Phillips acierta en la dirección porque tampoco acaba siendo un musical como tal. Son personajes cantando canciones pero lejos de la estructura del género, de los números musicales que lo caracterizan, de la atmósfera que logra que un musical sea considerado como tal. Cuando parece que el número va a arrancar, que por fin vamos a ver uno, Phillips lo corta de raíz. O lo rueda tan mal que lo convierte en otra cosa. Es realmente complicado que un musical en el que hay canciones no parezca que lo es. Y acabe no siéndolo.
Es cierto que Phillips pretende algo complicado: que el musical tenga lugar en la imaginación de Arthur Fleck como escape al horror y a la locura en la que vive. Pero lo que consiguió Lars von Trier con el personaje de Björk en Bailar en la oscuridad, que tan bello y doloroso resultaba, aquí sólo es patético.
Joker: Folie à Deux podrá ser un éxito de taquilla bajo el paraguas de la curiosidad. Muchos irán a verla porque les gusta el personaje, muchos porque la primera les entusiasmó y querrán comprobar qué han hecho en esta nueva entrega. Otros irán porque les gusta Joaquín Phoenix y otros tantos porque Lady Gaga es una estrella y además querrán oírla cantar. Pero ninguno de los espectadores que entren a la sala saldrán encantados con lo visto. Algunos, tal vez, de tan mala que les va a ir pareciendo, le darán la vuelta y disfrutarán el despropósito porque nunca, en ningún momento, éste se detiene. Todo lo contrario, va a más. Y eso también, llegado cierto punto de desagrado, ser hasta divertido. Digno de la falsa risa del Joker.
Silvia García Jerez