JOHN WICK 4: Más internacional, más atrevida, más body-count.
Un Jonathan Wick (Keanu Reeves) impasible, como pistolero (armado con nunchakus) al más puro estilo John Wayne. La cuarta incursión en el universo de El continental ya no es tanto para andarse con jueguitos y cualquiera (literalmente) puede morir. La cuarta entrega viene firmada por su director Chad Stahelski, formado en el área de las artes marciales y responsable de la segunda unidad de blockbusters de acción como After Earth o Civil War , incluso ya desde la segunda parte de Sherlock Holmes había llevado las riendas en solitario de su especialidad: coordinación de los stuntman (nueva categoría en los Premios de la Academia)
El body count es exacerbado, las ciudades internacionales que John visita en este capítulo cuadra con el mismo número de dicho capítulo, con especial atención a la capital francesa en la que se mueven todos lo hilos, viajando del Valle de la Luna hasta la capital de la prefectura japonesa pasando por Alemania. Precisamente en la capital alemana tiene lugar una pelea digna del videojuego Tekken en la que los clubbers berlineses apenas reparan. Poco más que añadir a una de las secuencias más salvajemente paródicas de la saga puesto que el espectador pondrá su poker face con creces, algo que nadie debería dejar pasar por alto.
La primera secuencia (con presentación de Bowery King incluida) incluye un memorandum de un pasaje bíblico ( puesto que el rango de voz de Lawrence Fishburne bien podría competir con la de Morgan Deep Freeman) hasta llegar al final con la pregunta de si John está preparado. Esta secuencia te prepara para el resto de la película. Si sus 169 minutos y su villano principal (interpretado por Skargard) no son suficientes para el deleite pasajero en la sala oscura entonces es usted quien tiene un problema.
Nueva misión, nuevos villanos y viejos conocidos se reúnen en la cuarta entrega de una saga que se ha ganado estar en podio de los actioners más comprometidos con los especialistas, ya que en sí misma todo un homenaje al gremio de los especialistas. Wick se enfrenta a El marqués y lo hace como siempre, con aliados alrededor del mundo. Maestros ciegos y dueños de clubes berlineses le siguen la pista
La saga se dirige hacia con ecos a otras franquicias de acción como Misión imposible: Rogue Nation o Fast & Furious 5 avanzando un paso más hacia la sci-fi moderna combinada con el género superheroico, si en los casos anteriores eran Ethan amorrado a la puerta de un A400M y el salto al vacío de Toretto y O’Conner. En este caso John se las ve con una serie de cazarrecompensas en medio del arco de triunfo más celebre a nivel mundial.
No podemos dejar de hablar del diseño de vestuario que esta vez viene tallado por Paco Delgado, una maravilla de trajes a todo color mimetizado con la luz, sobre todo el de Killa Harkan (Scott Adkins). Hoteles Hard Rock también ha colaborado con la nueva colección del diseñador canario. Pero Paco no es la única persona de nacionalidad española ya que también obtiene un crédito Natalia Tena en una breve pero significativa aparición en una escena repleta de acción e segundo plano.
La banda snora es de otro nival, con clásicos modernizados como los de Laforêt, Gessafelstein y algún que otro edit de Justice aka realeza electrónica francesa junto a Daft Punk, Cassius, Mr. Oizo, Busy P. La banda sonora original es una composición a cargo del californiano Tyler Bates. Habitual del director. El tema principal puede tener ecos en un 007 ochentero.
222 escaleras bastan para llegar a la cima del Sacre Coeur. Lugar de redención y duelo final entre el matón ciego Caine (Donnie Yen) y John.
A la espera de que el spin off de Ballerina se estrene este otoño y próximamente la miniserie de El Continental producida por Peacock. Más expansión para la mitología creada por David Leigh y Chad Stahelski en 2014.
Lo mejor: La set piece del Arco de Triunfo y ,sobre todo, la traca-tres-en-uno-final encadenando tres de los monumentos parisinos más representativos.
Lo peor: Que finalmente no se de luz verde a una quinta parte. Crucemos los dedos.