JEFE: Limpiando las malas praxis
Jefe no es lo que parece. Si un cartel es el encargado de llevarle al público la imagen general de lo que se va a encontrar en la sala oscura, el de Jefe no le hace justicia a la película. No se trata de una comedieta con aires de ese cine español de los 60 que ya habíamos dejado atrás, ni de una reivindicación feminista sin otro fin que ese en un momento en el que el feminismo está cobrando una importancia no que antes no tuviera, sino a la que antes no se le prestaba atención.
No, Jefe, ni siquiera es una comedia. Podemos encontrar briznas del género en el tono en que se desarrollan algunas escenas, una fina ironía en los personajes de Bárbara Santa-Cruz o en el cometido del de Adam Jezierski, ese mensajero al que no hay que matar, según el dicho popular, y al que en realidad dan ganas de comerse, porque es entrañable…
Pero más allá de eso, Jefe supone un film de denuncia. De denuncia de muchas cosas: de acoso laboral, de trato jerárquico, de la situación de los más desfavorecidos en una sociedad que se dice tolerante con ellos, de la crisis, de las conductas de los consejos de administración de las empresas… Casi nada.
Jefe es, ante todo, un drama. Y un drama muy afortunado, posiblemente de lo mejor que nos ha llegado de nuestras producciones en lo que llevamos de año. Que ese cartel con una enorme Juana Acosta como mujer de la limpieza y ese Luis Callejo empequeñecido a los pies de su mopa no nos confunda. No es un esperpento, en el sentido del género que Valle-Inclán instala en el teatro y la literatura, sino un reflejo, más bien doloroso, de lo que ocurre en la realidad de esas empresas que la película retrata.
Y en ese acierto global que es Jefe, brillan con especial fuerza un Luis Callejo que ejerce de dicho mandamás dentro del marco en el que todos pensamos que se mueve uno al que nadie de su equipo tenga mucho cariño. Y lo borda. Callejo es un jefe espectacular. Pero también uno lleno de capas, capas que si no ves él se va a encargar de remarcar, porque puede parecer un jefe al uso, y en primera instancia lo es, pero no acaba de serlo del todo. Y como aquí entramos en el terreno de lo que no puede ser contado, más vale guardar silencio e invitar a los lectores a descubrir en qué consiste este bonito sí pero no.
También Juana Acosta supone una revolución. Su entrada en escena es la de alguien que a partir de entonces no va a tener nada que perder, y como tal se comporta. Es un personaje muy goloso para cualquier actriz pero hay que ser muy buena intérprete para llegar a los niveles que Acosta alcanza. Porque ella da vida a una limpiadora colombiana, y aparte de que Juana tenga esa nacionalidad en la vida real, y de que esta descripción no deje de adecuarse a un estereotipo, éste ha de quedar bien representado, y Juana está espléndida mostrando un dolor que su personaje siente y una rabia que apaga en el coraje de mirar hacia adelante.
Y si ya los juntamos a los dos, a Juana y a Luis, nos sale una secuencia para el recuerdo. Esa en la que ambos se conocen, que es un caramelo para ellos como actores, que se lucen porque es un momento para acariciar el cielo interpretativo, y para nosotros, los espectadores, que la disfrutamos porque es arriesgada y no puede estar mejor realizada. La cámara los sigue a ambos mientras suena la música y el resultado es demoledor: para los archivos de lo mejor de nuestro cine, en los que no puede faltar de aquí en adelante.
Jefe habla de despidos, de acoso laboral, de corrupción, de todo aquello que nos incumbe y en lo que, como sociedad española que somos, nos vemos más reflejados de lo que querríamos y de lo que nos gustaría. Esa imagen de nuestro país, ya tan habitual, no es la que queremos tener, pero es la que el cine está obligado a enseñar si quiere ser veraz con respecto a la realidad.
Pero también es una película muy entretenida. Una cosa no quita la otra, son perfectamente compatibles. De hecho, cuando en un film que en principio solo pretende divertir se incluye crítica empresarial, económica e incluso política, éste tiende a subir de categoría. Y si no que se lo pregunten al Iron Man que dio lugar a la trilogía protagonizada por Robert Downey Jr.
El concepto final es que uno con Jefe se lo pasa bien. Y se lo pasa bien gracias a esta exposición de España como mosaico representada en una empresa en la que todo lo que pensamos que va a ocurrir ocurre… y lo que no, también. El guion de Natxo López es una gozada y el debut en la dirección de Sergio Barrejón, otra.
Jefe es una ópera prima contundente que no deja indiferente. Una película pequeñita que como Adriana, el personaje de Juana Acosta, va luchando por labrarse la entidad que consigue cuando el film se cierra con la elegancia y la precisión de un trabajo que en todo momento ha conducido las situaciones por la senda de lo impecable y que resuelve provocando el aplauso mental al que incita un resultado tan admirable.
Silvia García Jerez