ISLA DE PERROS

El nuevo film de Wes Anderson es artesanía en animación.
Una delicia en stop motion de apariencia infantil y ambientación nipona, que no es cinta para los más pequeños, aún con un chaval como protagonista y una pandilla de canes, más samuráis que Mascotas.
Una fantástica fábula entre Rebelión en la granja y El principito, en versión manga, dentro de una aventura iniciática con perros y niñ@s que homenajea desde El viaje de Chihiro al gran Kurosawa.
Un guiñol futurista con el humor y la ternura característica de Anderson, para una crítica político-social que retrata una realidad atemporal, convirtiendo a Isla de perros en una maravilla cinematográfica, ganadora de la mejor dirección en la pasada Berlinale

Apegos Feroces

Dentro de 20 años, en una ciudad japonesa de estado autoritario, los perros son exiliados al vertedero por el posible contagio de una gripe perruna en humanos.
Mientras se discute la existencia de una vacuna, el sobrino del alcalde es el primero en buscar a su mascota entre la basura, en la llamada Isla de Perros.
Allí encontrará a los canes abandonados sobreviviendo a jaurías caníbales, y al equipo de perros caseros que liderados por un chucho callejero le ayudará a encontrar a su mejor amigo.

Poco se puede decir de Wes Anderson a nivel visual, es todo un maestro de genialidad y originalidad. Pero además sabe de emociones, practicando un tono absurdo y entrañable que igualmente es marca de la casa.
En su Isla de perros, tras la preciosista atmósfera de cómic, la detallada puesta escena y la minuciosa expresividad de cada marioneta, humana o canina, queda también la reflexión sobre los totalitarismos, las fake news, las minorías raciales y nuestra responsabilidad colectiva.

Aún en el lejano Oriente, Anderson repite sus filias y fobias de particulares romances, familias disfuncionales y héroes casi acabados. Mientras vuelve a utilizar una acertada banda sonora junto a Alexandre Desplat, su compositor habitual y reciente ganador del Oscar por La forma del agua de G. del Toro -quien en breve se dedicará a los filmes de animación con Spielberg-, en este mecano de títeres que ha costado más de cuatro años de trabajo y más de 600 especialistas para la laboriosa duplicación de los muñecos, fotograma a fotograma, sin digitalización alguna.

Y ahí está ese pelaje perruno al viento, las alucinantes representaciones de tambores, o las impresionantes escenas de Sumo y teatro Kabuki, que convirten a Anderson en mikado del stop motion.
El cineasta que había probado la técnica en Fantástico Sr. Fox -otra gozada visual que sí es para el público infantil-, ya había sorprendido con sus personajes de carne y hueso en Los Tenenbaums, Academia Rushmore, Moonrise Kingdom, Life aquatic y El Gran Hotel Budapest; quizá su éxito más popular, donde algo se hablaba de la corrupción en la vieja Europa…
Sin embargo Anderson nunca había sido tan político como en Isla de perros, ni el futuro asiático ha estado tan cercano.

ISLA DE PERROS

-‘Ojalá lo entendiera’- dice uno de los perros, cuando el muchacho le indica en japonés.
Pero la cuestión no es entender el habla sino el ladrido en inglés, porque los humanos necesitan traducción hasta en la versión original de Isle of Dogs –que suena como I love dogs- aunque cuente con un espectacular reparto de voces incluyendo a Edward Norton, Bill Murray, Jeff Goldblum, Frances McDormand, Murray Abraham, Tilda Swinton, Harvey Keitel, Akira Ito, Kunichi Nomura y Yoko Ono.

Fantástico Sr. Anderson. Fantástico.

 

Mariló C. Calvo

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