EL IMPERIO DE LA LUZ: Rodar en el fango
Sam Mendes estrena película. Eso debería ser un acontecimiento. Y lo es, en cierto modo. Pero El imperio de la luz, su último trabajo, y el siguiente tras 1917, una obra maestra redonda e incontestable, no le hace justicia ni a su figura como gran director ni a su filmografía, que es, en buena medida, espectacular.
Su ópera prima fue American Beauty, una de las películas capitales del cine de los últimos 30 años. Pero es que a ella le siguió Camino a la Perdición, que es inmensa desde el primer fotograma. Después, Revolutionary Road, Un lugar donde quedarse, Skyfall -uno de los mejores Bond de la Historia-. O 1917, que perdió el Oscar frente a Parásitos, pero que estaba a la misma altura que la coreana. Que de una corta pero intensa carrera solo tengas dos fallos (Jarehead y Spectre), es para ser una figura muy admirable en la insdustria.
Pero con El imperio de la luz añade una nueva mancha a su casi inmaculada carrera. La historia de una mujer que en la década de los 80 trabaja en un cine, en la Inglaterra costera, y que se ve envuelta en distintos tumultos, tanto sociales como emocionales, que van a ir afectando a su vida… y el modo en que va afrontando cada revés que se le presenta.

El imperio de la luz podría verse como un homenaje al cine, pero también como una historia de amor. Incluso como una exposición del racismo inherente en la época de Margaret Thatcher. Aunque también podría ser vista como una historia de empoderamiento. Es muchas cosas y ninguna a la vez, porque con ninguna nos emocionamos, ninguna nos acaba de interesar demasiado, ninguna nos genera empatía con los personajes, ni siquiera con aquellos que se merecen nuestro rechazo. En realidad, rechazamos el conjunto por igual, sin distinción de relatos ni de quiénes los pueblen.
Es una lástima que una película con ese director y esos actores no brille como debería. Olivia Colman, Toby Jones o Colin Firth son los nombres más sobresaliente del cartel. Ella es protagonista, ellos no. El de ella es un personaje errático y un tanto incomprensible. No sabemos muy bien por qué actúa como lo hace y cuando quedan claros sus actos, cuando se rebela ante su situación, es tomada por loca. Imposible llegar a la empatía. Con el de Colin Firth menos aún, tiene un personaje despreciable, y el de Toby Jones es una delicia pero Mendes lo aprovecha tan poco que en seguida se evapora y queda en nada.
Sí, técnicamente es magnífica. Fotografía espléndida, decorados fabulosos… no esperamos menos de una producción inglesa que el hecho de que cuente con un equipo técnico solvente. Pero tener un fondo cuidado no es razón para subirle la nota a una película que no alza el vuelo en momento alguno. Se estanca desde su comienzo y su metraje pesa, como si girara sobre sí mismo para no llegar a ningún sitio, como si Sam Mendes hubiera rodado en el fango y luchara por salir de ahí pero ahí se quedara. El imperio de la luz es una película fallida, la miremos por donde la miremos, y es una pena pero esperemos que con la próxima vuelva a su nivel habitual, a hacer de el imperio de la luz, que es el cine, un lugar donde quedarse.
Silvia García Jerez